/ jueves 18 de octubre de 2018

Sofía Ruiz Hernández gana batalla al cáncer de mama

Cuando la señora Sofía Ruiz Hernández, supo hace siete años que padecía cáncer de seno, pensó que todo había terminado para ella.

Cuando la señora Sofía Ruiz Hernández, supo hace siete años que padecía cáncer de seno, pensó que todo había terminado para ella. El recuerdo aún la estremece y humedece sus ojos, pero toma aire y da gracias porque ayer recibió la constancia de estar libre de cáncer, su premio por mantener la fe, la paciencia y la constancia en esta lucha que le hizo ganar la batalla contra esta enfermedad.

Devota de la Virgen de Guadalupe y segura que un ángel la cuida, doña Sofía de 59 años y residente de Congregación Anáhuac, Veracruz, responde que el aprendizaje en esta guerra fue tortuoso pero ganó mucho más, ya que acrecentó su fe en Dios, descubrió el tamaño del amor y solidaridad de su familia, la bondad de sus vecinos e incluso de desconocidos que le acompañaron en este sinuoso camino.

A ella, la noticia que tenía cáncer le llegó el 13 de octubre de 2011, seis meses antes se había descubierto una bolita junto a su brazo derecho y el médico del pueblo diagnosticó que era una protuberancia de grasa. Por supuesto, el tratamiento no funcionó porque siguió creciendo, hasta que acudió a otro especialista y mediante una biopsia supo lo que sucedía en su cuerpo.

¿POR QUÉ A MÍ?

¿Por qué a mí? Fue la pregunta que le torturaba. En su familia no hay antecedentes de esa enfermedad, su alimentación es sana, tampoco tiene sobrepeso, entonces, ¿Por qué? Pero no se quedaría de brazos cruzados y con el apoyo de su esposo, Ángel Constantino Valdez, emprendió el camino para combatir el tumor maligno anidado a un lado de su seno.

Así a través del Hospital General “Dr. Carlos Canseco González” comenzó el tratamiento y fue el oncólogo Joaquín Juárez quien decidió operarla en la clínica del Sistema Madero, porque esperar lugar para cirugía en el nosocomio porteño le llevaría uno o varios meses.

Pero la pelea apenas comenzaba, soportar cuatro quimioterapias no fue nada fácil; las secuelas eran muchas, pero no podía darse por vencida y junto a su familia, se obligaba a realizar loterías, hacer y vender tamales para juntar los seis mil pesos, que debían pagar cada 21 días por la agresiva terapia.

Foto de Mirna Hernández

LUCHA SIN TREGUA

Esa lucha la llevaba junto los médicos, enfermeras y personal del Centro Oncológico de Tamaulipas en Ciudad Victoria, donde se quedaba por meses, porque no podía separarse muchos días del hospital donde le daban atención a través del Seguro Popular.

La terapia siguió con una treintena de radiaciones que le quemaron la piel y de nuevo la obligaron a permanecer en la capital tamaulipeca donde afortunadamente vive su tío, quien le dio hospedaje.

Ella es madre de Noemí y de Elizabeth, de 38 y 33 años, respectivamente; y abuela de cuatro y da gracias al Creador porque está segura que sin la fe no habría salido de esta enfermedad. Su compañera incansable en esta guerra fue su madre, la Sra. Raymunda Hernández, de 86 años, quien dejó de lado su vida en Estados Unidos para venir y cuidarla.

Hoy ha sido declarada libre del cáncer y en el Centro Oncológico de Cd.Victoria cumplió el protocolo de tocar la campanita con la que se traspasa la puerta a la salud en una ceremonia que congrega a médicos y enfermeras.

Foto de Mirna Hernández

Cuando la señora Sofía Ruiz Hernández, supo hace siete años que padecía cáncer de seno, pensó que todo había terminado para ella. El recuerdo aún la estremece y humedece sus ojos, pero toma aire y da gracias porque ayer recibió la constancia de estar libre de cáncer, su premio por mantener la fe, la paciencia y la constancia en esta lucha que le hizo ganar la batalla contra esta enfermedad.

Devota de la Virgen de Guadalupe y segura que un ángel la cuida, doña Sofía de 59 años y residente de Congregación Anáhuac, Veracruz, responde que el aprendizaje en esta guerra fue tortuoso pero ganó mucho más, ya que acrecentó su fe en Dios, descubrió el tamaño del amor y solidaridad de su familia, la bondad de sus vecinos e incluso de desconocidos que le acompañaron en este sinuoso camino.

A ella, la noticia que tenía cáncer le llegó el 13 de octubre de 2011, seis meses antes se había descubierto una bolita junto a su brazo derecho y el médico del pueblo diagnosticó que era una protuberancia de grasa. Por supuesto, el tratamiento no funcionó porque siguió creciendo, hasta que acudió a otro especialista y mediante una biopsia supo lo que sucedía en su cuerpo.

¿POR QUÉ A MÍ?

¿Por qué a mí? Fue la pregunta que le torturaba. En su familia no hay antecedentes de esa enfermedad, su alimentación es sana, tampoco tiene sobrepeso, entonces, ¿Por qué? Pero no se quedaría de brazos cruzados y con el apoyo de su esposo, Ángel Constantino Valdez, emprendió el camino para combatir el tumor maligno anidado a un lado de su seno.

Así a través del Hospital General “Dr. Carlos Canseco González” comenzó el tratamiento y fue el oncólogo Joaquín Juárez quien decidió operarla en la clínica del Sistema Madero, porque esperar lugar para cirugía en el nosocomio porteño le llevaría uno o varios meses.

Pero la pelea apenas comenzaba, soportar cuatro quimioterapias no fue nada fácil; las secuelas eran muchas, pero no podía darse por vencida y junto a su familia, se obligaba a realizar loterías, hacer y vender tamales para juntar los seis mil pesos, que debían pagar cada 21 días por la agresiva terapia.

Foto de Mirna Hernández

LUCHA SIN TREGUA

Esa lucha la llevaba junto los médicos, enfermeras y personal del Centro Oncológico de Tamaulipas en Ciudad Victoria, donde se quedaba por meses, porque no podía separarse muchos días del hospital donde le daban atención a través del Seguro Popular.

La terapia siguió con una treintena de radiaciones que le quemaron la piel y de nuevo la obligaron a permanecer en la capital tamaulipeca donde afortunadamente vive su tío, quien le dio hospedaje.

Ella es madre de Noemí y de Elizabeth, de 38 y 33 años, respectivamente; y abuela de cuatro y da gracias al Creador porque está segura que sin la fe no habría salido de esta enfermedad. Su compañera incansable en esta guerra fue su madre, la Sra. Raymunda Hernández, de 86 años, quien dejó de lado su vida en Estados Unidos para venir y cuidarla.

Hoy ha sido declarada libre del cáncer y en el Centro Oncológico de Cd.Victoria cumplió el protocolo de tocar la campanita con la que se traspasa la puerta a la salud en una ceremonia que congrega a médicos y enfermeras.

Foto de Mirna Hernández

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