Entre flores de cempasúchil, el copal que inunda las tumbas de su penetrante olor y las deliciosas ofrendas que adornan los peculiares altares en cada uno de los hogares, el Día de Muertos es una de las tradiciones más esperadas por los naranjenses, fecha conmemorada como símbolo de veneración a sus seres queridos que han fallecido.
Asentada en el corazón de la huasteca veracruzana y a sólo 117 kilómetros de distancia del puerto de Tampico se encuentra una ciudad llena de cultura y tradición: Naranjos, Veracruz.
En este pintoresco lugar, semanas previas al Día de Muertos que se celebra el 31 de octubre, 1 y 2 de noviembre, los lugareños se reúnen en familia para levantar el arco sujetando varas delgadas de otate a una mesa, cubriéndolas con palmilla, adornadas con la tradicional flor de cempasúchil y mano de león que le agregan un toque clásico, según ellos la realización de este clásico altar refiere a la puerta de entrada al inframundo, teniendo la creencia de que las almas de los difuntos regresan por las noches a degustar de las delicias que sus parientes les ofrendan.
Manzanas, limas, naranjas y plátanos son algunas de las frutas que se cuelgan a mitad del arco; al igual que el “pan de monito” con el fin de darle gusto a quienes en vida lo disfrutaban, los manteles del altar lucen impecables y bellamente bordados, colocando en el centro la imagen de algún santo y la fotografía del ser querido.
El último domingo previo a la celebración es dedicado a realizar las últimas compras; conocido entre los pobladores como “Domingo grande”, la famosa plaza cada domingo luce en todo su esplendor, albergando a los comerciantes de los alrededores que ofrecen los mejores productos de sus cosechas para celebrar esta fiesta; mandarinas, naranjas, cacahuates, frijol, chiles secos y frescos, canastas, caballitos de barro y calaveritas de azúcar son algunas de las cosas que adornan cada uno de los típicos puestos, que ya sea sobre una lona extendida en el suelo o en un resistente catre los vendedores exhiben sus productos.
El 1 de noviembre es dedicado a los pequeños difuntos, colocando en el altar la primera ofrenda que consiste en tamales sin picante, de dulce, chocolate con pan y caramelos. La flor de cempasúchil representa al sol dador de vida y la fecundidad, también es utilizada para atraer el alma de los muertitos y se coloca en forma de camino desde el altar hasta la puerta del hogar, acompañado del olor del copal que permanece encendido prolongadamente, ya que se cree que éste purifica el alma.
El 2 de noviembre es turno de los difuntos adultos, en donde se pone la segunda ofrenda dándole gusto a sus difuntos con tamalitos y guisos picosos, al igual que cerveza o refrescos de los que en vida eran de su preferencia, en algunos hogares ofrecen las tradicionales conservas de calabaza, cuaguayote o camote hechas con piloncillo, convirtiéndolas en un postre muy delicioso en esta temporada.
Por la mañana del 2 de noviembre los pobladores acuden al camposanto a visitar las tumbas de sus seres queridos llevándoles flores, coronas adornadas, tamalitos, chocolate y demás delicias; además aprovechan para limpiar la maleza de las lápidas, pintándolas y posteriormente pasar un rato agradable conviviendo en familia degustando de sus ofrendas sobre las mismas, acompañando el momento con nostálgicas historias sobre sus difuntos.
En estas festividades todo es celebración y gozo, pues las lágrimas son convertidas en sonrisas, son días dedicados a celebrar y no lamentar la muerte; los alegres acordes del violín acompañan las danzas o “viejadas” que son grupos de personas que portando disfraces carnavalescos y excéntricos bailan alegremente sones viejos y conocidos por las calles o entre las tumbas del cementerio, amenizadas también por piezas comerciales de moda.
Vivamos este Día de Muertos con veneración hacia nuestros seres queridos que han fallecido, nosotros que aún estamos vivos aprovechemos el momento demostrando todo en vida, hagamos que nuestro paso por la vida no sea en vano y dejemos huella con buenas acciones hacia el prójimo para que, una vez que nos toque partir, seamos recordados con mucho cariño.