/ viernes 30 de abril de 2021

Triste efecto de la pandemia, niñez perdida entre salud mental, física y alimentaria 

Depresión y ansiedad no son ajenas a los infantes, quienes en medio de la pandemia se han envuelto en una soledad que les genera problemas de socialización que repercute en una futura epidemia de enfermedades crónicas

Ansiedad, depresión, soledad, agresividad, adicciones, falta de socialización, hiperactividad e inclusive desbalance metabólico, son algunos de los trastornos que con mayor incidencia se han registrado en infantes, como efecto asociado a las restricciones sociales desencadenadas por la pandemia de Covid-19.

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Los principales detonantes han sido la poca actividad física, el someterse a confinamiento domiciliario, el incremento del tiempo dedicado frente al televisor, las clases en línea que los obliga a periodos largos de estrés frente a la pantalla digital, haber desarrollado patrones de sueño irregulares por la inactividad y generar una dieta menos saludable a la que tenían, así lo sostiene la Secretaría de Salud.

En el marco del Día del Niño, que por segundo año consecutivo se vive en medio del riesgo latente de contagiarse de SARS-CoV-2, la expresidenta del Colegio de Psicólogos del Sur de Tamaulipas, Mercedes Urbina González, detalla las señales de alerta que como padres se pueden detectar para la atención inmediata de los menores.

Los infantes han sufrido diversas afecciones emocionales y de hábitos alimenticios | Alejandro del Ángel

“Desde una ligera irritación, fastidio, cansancio o aburrimiento asociado con ansiedad, hasta presentar secuelas musculares, que están entumidos, les duelen las piernas, el cuello, la cabeza, tienen falta de aire, náuseas, mareos, diarrea, hasta ideas suicidas, que es de los peores estragos, pero también agotamiento, desapego, irritabilidad, insomnio, falta de concentración, indecisión, deterioro en los hábitos, rechazo a lo que les gustaba, ira, los niños requieren de actividades normales, que no sientan que están en vacaciones, así les será más fácil reincorporarse cuando esto termine”, dijo.

Urbina González sostiene que se debe estar atentos a sentimientos reflejados en la conducta de los menores, el desapego, es una de las claves para encender la alerta, enfatizando que es importante conservar la unión familiar y dependiendo del rango de edad de los niños, informarles sobre el coronavirus, para que conozcan el porqué de la alteración de su rutina.

Actividades en casa y el home office de los padres ha repercutido en sedentarismo, estrés y mala alimentación | José Luis Tapia

PRIMERA INFANCIA EN CRISIS SOCIAL

Se teme que los menores que están en la primera infancia –de 0 a 4 años de edad– enfrenten repercusiones a un largo periodo de tiempo, principalmente apegadas a la integración social, al estar viviendo bajo un patrón irregular conductual que ha sido el único que conocen al vivir en una fase de vital importancia del crecimiento, en medio de estas restricciones.

“Tenemos un año donde se ha dejado de estimular a los niños de forma igual -a lo ordinario-, por ejemplo, los bebés aprenden desde el aspecto del contacto, no solo del que tienen con sus padres sino con la sociedad, esos son efectos cognitivos que tendrán; pero también los psicológicos, porque aunque tengan corta edad presentan niveles de ansiedad altos, depresión, cambios de ánimo que los hace tener más dificultad para integrarse socialmente por no entender los patrones de conducta”, indicó.

Los niños necesitan moverse y socializar | Alejandro del Ángel

Lo anterior fue expuesto por la psicóloga Silvia Eunice García, quien detalló que “al no tener ese movimiento sensorial tienen trastornos afectivos, donde la familia también está presentando niveles altos de ansiedad, lo que repercute inclusive en niños pequeños”.

Si bien en mayores de 5 años de edad la detección se puede dar con mayor facilidad, en los pequeñines se tienen que analizar sus hábitos, si comienzan a chuparse los dedos, a llorar más, a ser más inquietos, para detectar estos padecimientos. La también directora del Centro de Neurodesarrollo y Apoyo a la Familia explicó que estos efectos vienen del cerebro como órgano social que debe ser estimulado, que al verse alterado por la falta de una rutina ordinaria presenta afectaciones conductuales asociadas a rasgos emocionales.

En este contexto el Hospital Psiquiátrico de Tampico ha referido que a lo largo de esta pandemia, padecimientos psicológicos se registran desde niños con un año de edad, siendo principalmente trastornos de déficit de atención e hiperactividad los que colocan a niños en el tercer grupo de trastornos con mayor incidencia hospitalaria.

DESBALANCE METABÓLICO TRAERÁ REPERCUSIONES POST-PANDEMIA

El desarrollo cognitivo no solo se ve afectado por la parte de la socialización, sino también por las deficiencias alimentarias que en esta pandemia se han agudizado, por lo que se ha advertido de una epidemia posterior de niños con diabetes, hipertensión, enfermedades coronarias y anemia.

Esto mantiene en alerta a las autoridades, ya que de acuerdo al Sistema de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes (Sipinna), tan solo en el primer mes de la pandemia 85 mil menores se quedaron sin servicio médico derivado del desempleo de sus padres, lo que, de persistir, podría representar una nueva emergencia de salud. En torno a esta problemática, la UNICEF sostiene que 1 de cada 3 menores mexicanos tiene sobrepeso y obesidad, dos enfermedades que se visualizan potencialmente en aumento por la mala ingesta alimentaria que ha prevalecido en el último año.

El médico en Nutrición Clínica, Fernando Santillán Martínez, ha señalado que los trastornos emocionales como la ansiedad, depresión e hiperactividad se asocian a conductas irregulares alimentarias, “cuando no tienen actividad regular comienzan a comer, incrementan el volumen de la comida por la inactividad física, con descontrol”. Principalmente dos factores detonan la ingesta de azúcares en niños, el home office y tranquilizar afectaciones psicológicas, es decir, para que los padres puedan cumplir con sus labores controlan a los menores dándoles dulces azucarados, misma técnica que aplican ante cualquier cuadro de irritabilidad, conductas que pueden asociarse a las afectaciones psicológicas ya señaladas.

URGENTE LA REINTEGRACIÓN DE INFANTES

Afectaciones del tipo mental y alimentario son las que abiertamente se han señalado, sin embargo, la Secretaría de Salud Federal también ha reconocido que menores de edad viven violencia física, familiar, sexual y psicológica e inclusive explotación en mayor incidencia durante esta emergencia de salud.

La estimación del Sipinna es que 63% de los menores de 14 años de edad sufren algún tipo de violencia.

Si bien la secretaria de Salud en Tamaulipas, Gloria Molina Gamboa, exhortó en semanas anteriores a reactivar principalmente deportivamente a los menores, al alcanzar un decremento de 11 semanas consecutivas en relación a nuevos contagios de coronavirus, nuevamente ha llamado a no exponerlos en sitios aglomerados, al ser vulnerables.

En medio del análisis que se hace para reactivar las clases presenciales, lo que se ha establecido como prioritario para que esta serie de trastornos que han desarrollado los menores de edad comiencen a mostrar un descenso, ya que es en la escuela donde se impulsa el desarrollo integral en esta etapa de la vida, persiste la preocupación de que no se garantice el riesgo latente de contagio y muerte por Covid-19 en niños y niñas.

Ansiedad, depresión, soledad, agresividad, adicciones, falta de socialización, hiperactividad e inclusive desbalance metabólico, son algunos de los trastornos que con mayor incidencia se han registrado en infantes, como efecto asociado a las restricciones sociales desencadenadas por la pandemia de Covid-19.

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Los principales detonantes han sido la poca actividad física, el someterse a confinamiento domiciliario, el incremento del tiempo dedicado frente al televisor, las clases en línea que los obliga a periodos largos de estrés frente a la pantalla digital, haber desarrollado patrones de sueño irregulares por la inactividad y generar una dieta menos saludable a la que tenían, así lo sostiene la Secretaría de Salud.

En el marco del Día del Niño, que por segundo año consecutivo se vive en medio del riesgo latente de contagiarse de SARS-CoV-2, la expresidenta del Colegio de Psicólogos del Sur de Tamaulipas, Mercedes Urbina González, detalla las señales de alerta que como padres se pueden detectar para la atención inmediata de los menores.

Los infantes han sufrido diversas afecciones emocionales y de hábitos alimenticios | Alejandro del Ángel

“Desde una ligera irritación, fastidio, cansancio o aburrimiento asociado con ansiedad, hasta presentar secuelas musculares, que están entumidos, les duelen las piernas, el cuello, la cabeza, tienen falta de aire, náuseas, mareos, diarrea, hasta ideas suicidas, que es de los peores estragos, pero también agotamiento, desapego, irritabilidad, insomnio, falta de concentración, indecisión, deterioro en los hábitos, rechazo a lo que les gustaba, ira, los niños requieren de actividades normales, que no sientan que están en vacaciones, así les será más fácil reincorporarse cuando esto termine”, dijo.

Urbina González sostiene que se debe estar atentos a sentimientos reflejados en la conducta de los menores, el desapego, es una de las claves para encender la alerta, enfatizando que es importante conservar la unión familiar y dependiendo del rango de edad de los niños, informarles sobre el coronavirus, para que conozcan el porqué de la alteración de su rutina.

Actividades en casa y el home office de los padres ha repercutido en sedentarismo, estrés y mala alimentación | José Luis Tapia

PRIMERA INFANCIA EN CRISIS SOCIAL

Se teme que los menores que están en la primera infancia –de 0 a 4 años de edad– enfrenten repercusiones a un largo periodo de tiempo, principalmente apegadas a la integración social, al estar viviendo bajo un patrón irregular conductual que ha sido el único que conocen al vivir en una fase de vital importancia del crecimiento, en medio de estas restricciones.

“Tenemos un año donde se ha dejado de estimular a los niños de forma igual -a lo ordinario-, por ejemplo, los bebés aprenden desde el aspecto del contacto, no solo del que tienen con sus padres sino con la sociedad, esos son efectos cognitivos que tendrán; pero también los psicológicos, porque aunque tengan corta edad presentan niveles de ansiedad altos, depresión, cambios de ánimo que los hace tener más dificultad para integrarse socialmente por no entender los patrones de conducta”, indicó.

Los niños necesitan moverse y socializar | Alejandro del Ángel

Lo anterior fue expuesto por la psicóloga Silvia Eunice García, quien detalló que “al no tener ese movimiento sensorial tienen trastornos afectivos, donde la familia también está presentando niveles altos de ansiedad, lo que repercute inclusive en niños pequeños”.

Si bien en mayores de 5 años de edad la detección se puede dar con mayor facilidad, en los pequeñines se tienen que analizar sus hábitos, si comienzan a chuparse los dedos, a llorar más, a ser más inquietos, para detectar estos padecimientos. La también directora del Centro de Neurodesarrollo y Apoyo a la Familia explicó que estos efectos vienen del cerebro como órgano social que debe ser estimulado, que al verse alterado por la falta de una rutina ordinaria presenta afectaciones conductuales asociadas a rasgos emocionales.

En este contexto el Hospital Psiquiátrico de Tampico ha referido que a lo largo de esta pandemia, padecimientos psicológicos se registran desde niños con un año de edad, siendo principalmente trastornos de déficit de atención e hiperactividad los que colocan a niños en el tercer grupo de trastornos con mayor incidencia hospitalaria.

DESBALANCE METABÓLICO TRAERÁ REPERCUSIONES POST-PANDEMIA

El desarrollo cognitivo no solo se ve afectado por la parte de la socialización, sino también por las deficiencias alimentarias que en esta pandemia se han agudizado, por lo que se ha advertido de una epidemia posterior de niños con diabetes, hipertensión, enfermedades coronarias y anemia.

Esto mantiene en alerta a las autoridades, ya que de acuerdo al Sistema de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes (Sipinna), tan solo en el primer mes de la pandemia 85 mil menores se quedaron sin servicio médico derivado del desempleo de sus padres, lo que, de persistir, podría representar una nueva emergencia de salud. En torno a esta problemática, la UNICEF sostiene que 1 de cada 3 menores mexicanos tiene sobrepeso y obesidad, dos enfermedades que se visualizan potencialmente en aumento por la mala ingesta alimentaria que ha prevalecido en el último año.

El médico en Nutrición Clínica, Fernando Santillán Martínez, ha señalado que los trastornos emocionales como la ansiedad, depresión e hiperactividad se asocian a conductas irregulares alimentarias, “cuando no tienen actividad regular comienzan a comer, incrementan el volumen de la comida por la inactividad física, con descontrol”. Principalmente dos factores detonan la ingesta de azúcares en niños, el home office y tranquilizar afectaciones psicológicas, es decir, para que los padres puedan cumplir con sus labores controlan a los menores dándoles dulces azucarados, misma técnica que aplican ante cualquier cuadro de irritabilidad, conductas que pueden asociarse a las afectaciones psicológicas ya señaladas.

URGENTE LA REINTEGRACIÓN DE INFANTES

Afectaciones del tipo mental y alimentario son las que abiertamente se han señalado, sin embargo, la Secretaría de Salud Federal también ha reconocido que menores de edad viven violencia física, familiar, sexual y psicológica e inclusive explotación en mayor incidencia durante esta emergencia de salud.

La estimación del Sipinna es que 63% de los menores de 14 años de edad sufren algún tipo de violencia.

Si bien la secretaria de Salud en Tamaulipas, Gloria Molina Gamboa, exhortó en semanas anteriores a reactivar principalmente deportivamente a los menores, al alcanzar un decremento de 11 semanas consecutivas en relación a nuevos contagios de coronavirus, nuevamente ha llamado a no exponerlos en sitios aglomerados, al ser vulnerables.

En medio del análisis que se hace para reactivar las clases presenciales, lo que se ha establecido como prioritario para que esta serie de trastornos que han desarrollado los menores de edad comiencen a mostrar un descenso, ya que es en la escuela donde se impulsa el desarrollo integral en esta etapa de la vida, persiste la preocupación de que no se garantice el riesgo latente de contagio y muerte por Covid-19 en niños y niñas.

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