En sus cuatro barrios: La Ribera, Los Mercaderes, La Salud y El Espartal; en 1825, a dos años de su repoblación, la Villa de Santa Ana de Tampico tenía 164 casas, de las cuales solo 11 eran de cal y canto, 30 de madera y el resto jacales, pues como requisito, quienes deseaban habitar el puerto, debían construir lo más pronto posible, antes de un mes, su vivienda.
Las temporadas de alto calor y lluvia hicieron que las construcciones de madera fueran las preferidas, tanto por los extranjeros como por los habitantes primitivos de esta zona quienes enseñaron a los ciudadanos que provenían de otras latitudes a adaptarse al clima desde sus viviendas.
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Muchas siguieron de pie incluso tras los vientos del ciclón
Entonces inició un auge que hizo que en 1840 los carpinteros pasaran de 16 a 87, más que el número de albañiles que también creció de 19 a 57. Además de que aparecieron ladrilleros, pedreros y canteros, de acuerdo al libro Tampico Ciudad de Huastecos, de la investigadora María del Carmen Galicia.
Es así que, desde casi su refundación, Tampico empezó a tener estas pintorescas edificaciones, incluso algunas construidas ya en el siglo XX pueden verse en las colonias más antiguas del puerto, otras han sobrevivido a la fuerza de la naturaleza, pues siguieron en pie a pesar de rachas ciclónicas e inundaciones de cinco metros.
Lo edificado en esa época se conoce como arquitectura vernácula, que en Tampico se desarrolla principalmente en construcciones de madera, estilo que continuó en evolución y tuvo nuevas adaptaciones en las viviendas de los comerciantes extranjeros que arribaron al puerto.
A pesar que un tiempo, entre finales del siglo antepasado y principios de 1900, las construcciones de madera eran características de Tampico, este tipo de arquitectura tiene poco estudio, desaprovechando todo lo que puede enseñar a la construcción moderna en esta región.
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“Aun cuando la arquitectura vernácula haya perdido vigencia, es necesario para la arquitectura contemporánea reconsiderar con profundidad las bases que la originaron: adaptación al sitio y a las condiciones climáticas; es algo que se ha perdido en la actualidad en la proyección de los inmuebles de hoy”.
Edificios y construcciones vernáculas en Tampico; un patrimonio que vale la pena cuidar
Señala el arquitecto Hugo Altamirano, especialista en arquitectura norteña de México, quien comenta que volver los ojos a las construcciones vernáculas y encontrar que es lo que podemos aprender de ellas, nos ayudará a mejorar la arquitectura del presente y con ello las condiciones de vida de mucha gente.
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Para esto es necesario, añade, primero el promover la conservación y restauración de los edificios vernáculos antiguos, generar estudios, ver el porqué de este estilo, tratar de que la difusión de esto ayude a la identidad de nuestra región y no se pierda todo lo que puede enseñarnos.
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Sin un estudio que valore aún esta arquitectura original de Tampico, su enseñanza se va diluyendo con los años, algunas casas de madera resisten gracias al amor que sus residentes les brindan y nos recuerdan que en un tiempo la vida era sencilla y en armonía con la naturaleza, una lección que se niega a desaparecer del paisaje de tampiqueño.