Huyendo de las pandillas o las maras, los primos Javier y José Luis salieron de Tegucigalpa, en Honduras, rumbo al norte del continente, sin contar que en el camino se encontrarían con la pandemia que originó el cierre de las fronteras mundiales, pasando de buscar un sueño a huir de una pesadilla.
En el camino se encontraron a Enrique, paisano hondureño que también escalaba rumbo al norte pero las dificultades que se enfrentan por la crisis sanitarias les ha complicado y retrasado su arribo a la frontera.
“Venimos de la República de Honduras, salimos el 15 de enero, decidimos emigrar porque en nuestro país no se puede vivir, hay pandillas y maras que hacen que uno se retire de su patria”, dijo José Luis López Martínez.
En esa nación -aseguró- prácticamente es obligatorio apoyar o sumarse a los grupos criminales “quieren que se integren a las pandillas y como no queremos hay problemas”.
Sabían que el camino sería complicado, pero nunca esperaron que en el trayecto fueran sorprendidos por la llegada del coronavirus.
“Salimos en enero y ahorita que tocó la pandemia nos ha dificultado mucho, pero seguimos para adelante confiando en Dios que llegaremos hasta nuestro destino” dijo el entrevistado, quien solicitaba apoyo en el crucero de las calles Rosalío Bustamante y Matamoros de la colonia Frente Democrático
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La vista está puesta directamente en la Unión Americana, “primero Dios hasta allá vamos a llegar” dice confiado aún cuando en varias ocasiones personal de migración los ha bajado de autobuses y trenes en su travesía “no nos han regresado porque las fronteras están cerradas”.
José Luis salió de casa junto a su primo Javier Ortega Lopez, de 17 años, con quien ha avanzado en “jale” o “aventón”, autobuses o caminando rodeando retenes “hemos sufrido bastante, la verdad”.
El mayor miedo que han tenido fue hace dos semanas “veníamos en un bus que no estaba en ruta, solo veníamos nosotros y teníamos miedo que nos fueran a entregar a migración o algún cartel, pero no fue así”.
En el camino se encontraron a su paisano Enrique García, originario de San Pedro Sula, quien se unió a ellos desde Coatzacoalcos “nos subimos al tren que llaman 'La Bestia', pero nos bajaron en un tramo corto porque llevaba químicos y era peligroso, vamos a la aventura, a lo que Dios mande”.
Hasta ayer llevaban dos días en Tampico, pidiendo apoyo para continuar en una aventura cada vez más riesgosa, pero con la esperanza de llegar a la frontera y tener la posibilidad de cruzar a Estados Unidos para mejorar la vida de quienes se quedaron en Honduras.