Desde hace 17 años Antonio Rodríguez Lara, originario de San Luis Potosí, se desempeña como tragafuego de manera itinerante por todo el país, arriesgando la vida ante el peligro de esta actividad.
Suscríbete a la edición digital de El Sol de Tampico aquí
Con un dejo de tristeza narra que debido a que no tuvo la oportunidad de estudiar desde muy pequeño comenzó en las calles limpiando vidrios y con el tiempo aprendió el acto circense de lanzar fuego por la boca, lo que con el peligro que representa llamaba más la atención de los automovilistas que retribuían con monedas.
La pandemia es lo que menos le preocupa, ya que asegura que “hay que salir a las calles para poder comer, llevar un poco a casa y juntar para que mis hijos sigan estudiando y tengan la oportunidad que yo no tuve”.
Diariamente compra alrededor de tres litros de diésel para trabajar en los semáforos de la zona sur de Tamaulipas, el show comienza en cuanto la luz se pone en rojo, le toma un “trago” a la garrafa del hidrocarburo, se persigna, toma una bocanada de aire y la expulsa con fuerza con la única intención de impresionar a los automovilistas y ganar el sustento.
Asegura que al término de cada jornada se toma un litro de leche para limpiar su estómago del producto que pudo haber ingerido durante la jornada laboral de ocho horas.
Consciente del peligro y los riesgos que corre como sufrir alguna quemadura, infección en la boca, en los bronquios, llaga en la garganta o cáncer en el hígado o los pulmones por ingerir el producto, a sus 32 años afirma que ha buscado ganarse la vida en diferentes oficios, pero no dura mucho y vuelve a las calles.
“Me fascina mi trabajo, una vez lo dejé de hacer y me sentí incómodo, regresé a tirar fuego. La verdad me encanta viajar y conocer otros lugares”, aseguró el Dragón que está en el puerto.