/ jueves 23 de enero de 2020

Acontecer Político | El gran espectador

Los mexicanos estamos inmersos en una vorágine de opiniones encontradas, que aunque muchas de ellas tienen fundamento, no encuentran los canales apropiados para incidir de manera efectiva en el destino de la Nación. Y es que en este juego controversial, hay una instancia fundamental en nuestra vida republicana que parece haberse olvidado del papel que le corresponde como portavoz de la voluntad de la ciudadanía: el poder legislativo federal.

En efecto, los diputados federales y los senadores que en teoría son los representantes de segmentos poblacionales y de las entidades federativas, respectivamente, parecen estar ajenos a un estado de cosas que está pidiendo a gritos una revisión sobre el estado general del país.

Podremos en las redes sociales discutir sobre la venta del avión presidencial, sobre la viabilidad del INSABI, sobre la inseguridad que nos sigue avasallando y de la falta de medicinas en los hospitales, pero todo eso queda en simples dimes y diretes sin impacto real, mientras no se traduzcan en propuestas con un cauce institucional apropiado que les dé el valor que contienen.

En el congreso de la Unión, aunque hay mayoría de representantes de MORENA, también participan legisladores de otros partidos, principalmente el PAN y el PRI, que se ponen de acuerdo cuando se trata de aprobar sus prebendas pero que no se preocupan por recabar las inconformidades de sus dizque representados para llevarlas a la tribuna exigiendo de manera rotunda su satisfacción.

Y es que allí sigue imperando la tradición de que los congresistas responden más a los dictados de sus respectivos partidos que a la única soberanía a la que debieran rendirle cuentas: al pueblo.

¿Sabe usted que hace la diputada federal que representa a Tampico? ¿Se ha visto en las calles al representante distrital que tiene como cabecera Ciudad Madero? ¿Y los senadores? De ellos nada hay que hablar.

Pero nadie les reclama su ineficacia pese a que se depositó en ellos una confianza a la cual no han hecho honra.

Y eso sucede en todas las demás entidades, donde los encargados de enarbolar las inquietudes sociales, sean del partido que fuere, forman parte de esa clase política que hace de los acuerdos cupulares su propio medio de subsistencia en perjuicio de quienes dicen representar.

Si el país está al borde del desastre como muchos aseguran, ¿se ha visto que las fracciones priístas o panistas hagan propuestas fundadas, convincentes y viables para obligar al gobierno a cambiar la dirección de sus acciones? Simplemente no, se limitan a sumarse al coro de críticas banales.

He ahí el meollo del asunto. Mientras no se obligue a los diputados y senadores a cumplir con una función que les fue conferida, no como un privilegio sino como un deber, podremos destrozarnos acá abajo mientras que nuestros pataleos resultan intrascendentes.

Exigir que OLGA SOSA RUIZ convoque a una reunión donde explique a los tampiqueños qué ha hecho en favor de quienes forman parte del conglomerado que le toca representar no sería una mala idea. Y que también se haga lo mismo con ERASMO GONZÁLEZ ROBLEDO para que justifique el pleno cumplimiento de la responsabilidad que le es propia. Que sus explicaciones no se limiten a escenarios artificiales como los “informes legislativos” a los que solo acuden invitados especiales.

Y si eso se hiciera en todos los distritos electorales del país, se estaría obligando a trabajar a una clase privilegiada que históricamente se ha limitado a levantar el dedo para aprobar propuestas bajo consignas de partido y a espaldas de quienes les pagamos sus salarios.

El sistema republicano está diseñado para que a través de diversas competencias se dé satisfacción al bien común. Y una de ellas es el poder legislativo, que es el órgano más cercano y representativo de la sociedad que lamentablemente sigue siendo el gran espectador ante los grandes problemas nacionales cuando debiera ser el principal protagonista de las soluciones.

Cuentan que hace muchos años, un candidato a diputado tuvo como lema “En la Cámara hablaré por ti” y lo único que dijo en cierta ocasión fue “cierren esa ventana que hace mucho frío”. Pero todo eso ha sucedido y sucede porque los favorecidos por el voto se olvidan de sus electores y estos, a su vez, se olvidan de que son los inmediatamente responsables de canalizar sus legítimos reclamos a través de los cauces institucionales. Ponerlos a trabajar es mejor que destrozarnos en un inútil intercambio de divergencias.

¿Sabe usted que el PRI en Tamaulipas está haciendo una colecta para fortalecer sus finanzas y sus inventarios? A ver cuántos de sus antiguos beneficiarios responden.

raulpazos45@gmail.com


Los mexicanos estamos inmersos en una vorágine de opiniones encontradas, que aunque muchas de ellas tienen fundamento, no encuentran los canales apropiados para incidir de manera efectiva en el destino de la Nación. Y es que en este juego controversial, hay una instancia fundamental en nuestra vida republicana que parece haberse olvidado del papel que le corresponde como portavoz de la voluntad de la ciudadanía: el poder legislativo federal.

En efecto, los diputados federales y los senadores que en teoría son los representantes de segmentos poblacionales y de las entidades federativas, respectivamente, parecen estar ajenos a un estado de cosas que está pidiendo a gritos una revisión sobre el estado general del país.

Podremos en las redes sociales discutir sobre la venta del avión presidencial, sobre la viabilidad del INSABI, sobre la inseguridad que nos sigue avasallando y de la falta de medicinas en los hospitales, pero todo eso queda en simples dimes y diretes sin impacto real, mientras no se traduzcan en propuestas con un cauce institucional apropiado que les dé el valor que contienen.

En el congreso de la Unión, aunque hay mayoría de representantes de MORENA, también participan legisladores de otros partidos, principalmente el PAN y el PRI, que se ponen de acuerdo cuando se trata de aprobar sus prebendas pero que no se preocupan por recabar las inconformidades de sus dizque representados para llevarlas a la tribuna exigiendo de manera rotunda su satisfacción.

Y es que allí sigue imperando la tradición de que los congresistas responden más a los dictados de sus respectivos partidos que a la única soberanía a la que debieran rendirle cuentas: al pueblo.

¿Sabe usted que hace la diputada federal que representa a Tampico? ¿Se ha visto en las calles al representante distrital que tiene como cabecera Ciudad Madero? ¿Y los senadores? De ellos nada hay que hablar.

Pero nadie les reclama su ineficacia pese a que se depositó en ellos una confianza a la cual no han hecho honra.

Y eso sucede en todas las demás entidades, donde los encargados de enarbolar las inquietudes sociales, sean del partido que fuere, forman parte de esa clase política que hace de los acuerdos cupulares su propio medio de subsistencia en perjuicio de quienes dicen representar.

Si el país está al borde del desastre como muchos aseguran, ¿se ha visto que las fracciones priístas o panistas hagan propuestas fundadas, convincentes y viables para obligar al gobierno a cambiar la dirección de sus acciones? Simplemente no, se limitan a sumarse al coro de críticas banales.

He ahí el meollo del asunto. Mientras no se obligue a los diputados y senadores a cumplir con una función que les fue conferida, no como un privilegio sino como un deber, podremos destrozarnos acá abajo mientras que nuestros pataleos resultan intrascendentes.

Exigir que OLGA SOSA RUIZ convoque a una reunión donde explique a los tampiqueños qué ha hecho en favor de quienes forman parte del conglomerado que le toca representar no sería una mala idea. Y que también se haga lo mismo con ERASMO GONZÁLEZ ROBLEDO para que justifique el pleno cumplimiento de la responsabilidad que le es propia. Que sus explicaciones no se limiten a escenarios artificiales como los “informes legislativos” a los que solo acuden invitados especiales.

Y si eso se hiciera en todos los distritos electorales del país, se estaría obligando a trabajar a una clase privilegiada que históricamente se ha limitado a levantar el dedo para aprobar propuestas bajo consignas de partido y a espaldas de quienes les pagamos sus salarios.

El sistema republicano está diseñado para que a través de diversas competencias se dé satisfacción al bien común. Y una de ellas es el poder legislativo, que es el órgano más cercano y representativo de la sociedad que lamentablemente sigue siendo el gran espectador ante los grandes problemas nacionales cuando debiera ser el principal protagonista de las soluciones.

Cuentan que hace muchos años, un candidato a diputado tuvo como lema “En la Cámara hablaré por ti” y lo único que dijo en cierta ocasión fue “cierren esa ventana que hace mucho frío”. Pero todo eso ha sucedido y sucede porque los favorecidos por el voto se olvidan de sus electores y estos, a su vez, se olvidan de que son los inmediatamente responsables de canalizar sus legítimos reclamos a través de los cauces institucionales. Ponerlos a trabajar es mejor que destrozarnos en un inútil intercambio de divergencias.

¿Sabe usted que el PRI en Tamaulipas está haciendo una colecta para fortalecer sus finanzas y sus inventarios? A ver cuántos de sus antiguos beneficiarios responden.

raulpazos45@gmail.com