/ jueves 8 de octubre de 2020

La felicidad obligatoria es paradójica y absurda: Claudia Masin

La poeta argentina participa en transmisiones y lecturas a través de las redes sociales

SEGUNDA PARTE

Para la escritora argentina Claudia Masin los procesos creativos tienen sus propias leyes, por lo que no intenta forzarlos.

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En la actualidad, debido a la pandemia, participa con frecuencia en transmisiones y lecturas a través de las redes sociales, en las que se reúne, con la tecnología de por medio, con sus colegas de distintas coordenadas.

¿Alguna vez pediste un libro prestado en la biblioteca y no lo regresaste, si es así, cuál fue?

No, no recuerdo haberlo hecho. No porque no lo haya deseado. Viví, durante mi infancia y adolescencia, en una ciudad muy chica, en la que a veces era imposible conseguir los libros que deseaba en una librería, había muy pocas y con títulos bastante previsibles, que no solían ser los que yo codiciaba (y además estamos hablando del paleolítico en relación con la época de hiperinformación en que vivimos: la era pre-internet). O sea que más de una vez he tenido que refrenar el impulso de quedarme con un libro para poder subrayarlo, hacerlo propio. Pero a la vez, por esa misma escasez de recursos en el medio en que vivía, mi respeto a las bibliotecas era reverencial: eran el lugar donde semana a semana podía encontrar una fuente prácticamente infinita de lo más preciado para mí.

¿Por cierto, cuántos libros hay en tu biblioteca?

Mi biblioteca está dividida en dos en este momento. La parte más importante – en cantidad- está en Buenos Aires. Me mudé a Córdoba, una provincia del interior de Argentina, hace menos de un año. Y pandemia y cuarentena mediante, no tuve la chance de volver a buscarlos y traérmelos conmigo. De todos modos, mi relación con los libros ya leídos es muy especial, solo conservo aquellos que sé que en algún momento voy a desear volver a hojear o releer. Los demás los regalo. No tengo una relación fetichista con los libros como objeto, prefiero que aquellos que sé que no voy a volver a abrir, circulen. A veces también me sucede con los libros que más amo, los regalo porque regalarlos puede ser a veces un placer similar al de leerlos, cuando sé que hay un libro que tengo y que le puede cambiar la vida a alguien, cuando siento que es su momento para leer ese libro, no corro el riesgo de que ese encuentro no se produzca, de simplemente recomendárselo o prestárselo a ese alguien, se lo doy. Encuentro un gran placer en esto. Aunque a veces me ha llevado años volver a conseguir esos libros que regalo, porque por supuesto en este segundo caso regalo libros que son muy importantes para mí, y a esos sí los quiero en mi biblioteca. Pero no me gusta acumular, creo que lo que tenemos está ahí para ser transmitido, compartido, para que otros lo disfruten.

Cortesía | Claudia Masin

¿Has dejado algún libro a medias, sin terminar de leerlo?

Muchísimos. Hay una charla de Deleuze en la que él les dice a sus alumnos -hablando de libros y autores- “solo tengan relación con lo que aman”. Trato de respetar esa “premisa” siempre. Hasta un determinado momento de mi vida, me forzaba a terminar los libros que empezaba, hace ya mucho tiempo que no me sucede, cuando un libro no me produce algún interés, alguna conmoción -por la razón que fuera- lo abandono sin culpa. La lectura es una felicidad, como decía Borges, y acuerdo con él en que la idea de “felicidad obligatoria” es paradójica y absurda.

¿Aplicas el psicoanálisis en tus procesos creativos?

No, creo que los procesos creativos tienen sus propias leyes y yo intento no forzarlas. Siempre seré psicoanalista, aunque no ejerza, hay algo en mi manera de mirar el mundo que tiene que ver con mi experiencia con el psicoanálisis (como analista y como paciente), eso es inevitable. Pero lo que entra en mi escritura a partir de mi formación como psicoanalista es producto de eso, del hecho de que -ni aun queriendo, que no quiero- me sería imposible escindir esa zona de mi subjetividad cuando escribo. La aparición de lo psicoanalítico en mis poemas no es algo que busque, es algo que, si sucede, más bien me encuentra, o se encuentra con mis textos.

¿Alejandra Pizarnik dijo que el poeta es un gran terapeuta, cuál es tu opinión?

Yo pienso más bien que la escritura es sanadora, no diría terapéutica porque sería acercarla precisamente al modo en que opera el psicoanálisis. Sanadora sería la palabra, sana como sanan los chamanes y las curanderas, sin que se entienda muy bien por qué, sin que haya muchas veces un por qué, de un modo lindante al milagro, a lo inesperado, a la magia, a una especie de transmutación alquímica en la cual, al mezclar elementos disímiles, surge de repente algo nuevo y no buscado.

¿Podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía?

Para mí podrá existir siempre “lo poético” aunque no haya poetas, pero la poesía es aquello que un/una poeta hace con lo poético, darle palabras, materializarlo. No pienso que la poesía sea algo etéreo y evanescente, sí lo poético, hay momentos, hay emociones poéticas, pero si no se materializan en palabras, no hay poesía. La poesía, antes que, de cualquier otra cosa, está hecha de palabras. De palabras que alguien tiene que decir, que escribir. Pienso que si todo, si cualquier cosa es poesía, no hay poesía. Hay poesía cuando hay un decir -que un poeta encarna- que renueva el lenguaje, que lo sacude, que hace entrar en él lo que parece imposible de decir.

Cortesía | Claudia Masin

¿Cómo estableces el título de tus libros?

De maneras muy disímiles. Por lo general lo espero, el título llega una vez que el libro está terminado. En algunos casos he tenido que esperar y esperar. El título no aparecía. Y de repente llega. Y es una certeza. En otros casos el título precedió al libro (como en Geología), en un caso apareció durante la escritura del libro (es el caso de Abrigo, iba caminando por la calle y supe que el libro se iba a llamar así). Nunca lo busco activamente ni hago listas de probables títulos. En todo caso van apareciendo en mi mente y los descarto o los acepto.

¿Coleccionas algo en particular?

No, solo de chica tuve una etapa coleccionista con estampillas y monedas de otros países.

¿Tienes alguna manía al escribir?

Estar sola, en mi casa, en silencio. Puede haber alguien en la casa, pero no en la misma habitación. Muy pocas veces he podido escribir en otros lugares.

¿Te sientes identificada con algún personaje de la literatura?

El personaje de la protagonista femenina de La vida tranquila de Marguerite Duras me identificó plenamente en el momento en que leí el libro. Sospecho que si lo releyera hoy (lo he releído varias veces, pero la última fue hace ya unos años) no produciría el mismo efecto. O me identificaría en parte. Pero claro, en la adolescencia solemos ser bastante “masivos” en nuestras identificaciones. No recuerdo otro libro que me haya producido ese instantáneo efecto de identificación, sí una cercanía o familiaridad con rasgos de un personaje, por supuesto, o con historias. Como me sucede con el cine, me entrego muchísimo a la experiencia si el libro o la película me conmueven, y desde, ya que establezco lazos de identificación muy fuertes con ciertas zonas de su experiencia o su subjetividad, que después son la base de los poemas que recrean la voz de ese personaje en particular en los poemas ligados a películas que escribo.

¿Qué prefieres para escribir, máquina de escribir, computadora o directo en una libreta o cuaderno?

Computadora, pero luego hago impresiones y las leo, la corrección la hago a medias en la computadora, a medias en el papel.

SEGUNDA PARTE

Para la escritora argentina Claudia Masin los procesos creativos tienen sus propias leyes, por lo que no intenta forzarlos.

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En la actualidad, debido a la pandemia, participa con frecuencia en transmisiones y lecturas a través de las redes sociales, en las que se reúne, con la tecnología de por medio, con sus colegas de distintas coordenadas.

¿Alguna vez pediste un libro prestado en la biblioteca y no lo regresaste, si es así, cuál fue?

No, no recuerdo haberlo hecho. No porque no lo haya deseado. Viví, durante mi infancia y adolescencia, en una ciudad muy chica, en la que a veces era imposible conseguir los libros que deseaba en una librería, había muy pocas y con títulos bastante previsibles, que no solían ser los que yo codiciaba (y además estamos hablando del paleolítico en relación con la época de hiperinformación en que vivimos: la era pre-internet). O sea que más de una vez he tenido que refrenar el impulso de quedarme con un libro para poder subrayarlo, hacerlo propio. Pero a la vez, por esa misma escasez de recursos en el medio en que vivía, mi respeto a las bibliotecas era reverencial: eran el lugar donde semana a semana podía encontrar una fuente prácticamente infinita de lo más preciado para mí.

¿Por cierto, cuántos libros hay en tu biblioteca?

Mi biblioteca está dividida en dos en este momento. La parte más importante – en cantidad- está en Buenos Aires. Me mudé a Córdoba, una provincia del interior de Argentina, hace menos de un año. Y pandemia y cuarentena mediante, no tuve la chance de volver a buscarlos y traérmelos conmigo. De todos modos, mi relación con los libros ya leídos es muy especial, solo conservo aquellos que sé que en algún momento voy a desear volver a hojear o releer. Los demás los regalo. No tengo una relación fetichista con los libros como objeto, prefiero que aquellos que sé que no voy a volver a abrir, circulen. A veces también me sucede con los libros que más amo, los regalo porque regalarlos puede ser a veces un placer similar al de leerlos, cuando sé que hay un libro que tengo y que le puede cambiar la vida a alguien, cuando siento que es su momento para leer ese libro, no corro el riesgo de que ese encuentro no se produzca, de simplemente recomendárselo o prestárselo a ese alguien, se lo doy. Encuentro un gran placer en esto. Aunque a veces me ha llevado años volver a conseguir esos libros que regalo, porque por supuesto en este segundo caso regalo libros que son muy importantes para mí, y a esos sí los quiero en mi biblioteca. Pero no me gusta acumular, creo que lo que tenemos está ahí para ser transmitido, compartido, para que otros lo disfruten.

Cortesía | Claudia Masin

¿Has dejado algún libro a medias, sin terminar de leerlo?

Muchísimos. Hay una charla de Deleuze en la que él les dice a sus alumnos -hablando de libros y autores- “solo tengan relación con lo que aman”. Trato de respetar esa “premisa” siempre. Hasta un determinado momento de mi vida, me forzaba a terminar los libros que empezaba, hace ya mucho tiempo que no me sucede, cuando un libro no me produce algún interés, alguna conmoción -por la razón que fuera- lo abandono sin culpa. La lectura es una felicidad, como decía Borges, y acuerdo con él en que la idea de “felicidad obligatoria” es paradójica y absurda.

¿Aplicas el psicoanálisis en tus procesos creativos?

No, creo que los procesos creativos tienen sus propias leyes y yo intento no forzarlas. Siempre seré psicoanalista, aunque no ejerza, hay algo en mi manera de mirar el mundo que tiene que ver con mi experiencia con el psicoanálisis (como analista y como paciente), eso es inevitable. Pero lo que entra en mi escritura a partir de mi formación como psicoanalista es producto de eso, del hecho de que -ni aun queriendo, que no quiero- me sería imposible escindir esa zona de mi subjetividad cuando escribo. La aparición de lo psicoanalítico en mis poemas no es algo que busque, es algo que, si sucede, más bien me encuentra, o se encuentra con mis textos.

¿Alejandra Pizarnik dijo que el poeta es un gran terapeuta, cuál es tu opinión?

Yo pienso más bien que la escritura es sanadora, no diría terapéutica porque sería acercarla precisamente al modo en que opera el psicoanálisis. Sanadora sería la palabra, sana como sanan los chamanes y las curanderas, sin que se entienda muy bien por qué, sin que haya muchas veces un por qué, de un modo lindante al milagro, a lo inesperado, a la magia, a una especie de transmutación alquímica en la cual, al mezclar elementos disímiles, surge de repente algo nuevo y no buscado.

¿Podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía?

Para mí podrá existir siempre “lo poético” aunque no haya poetas, pero la poesía es aquello que un/una poeta hace con lo poético, darle palabras, materializarlo. No pienso que la poesía sea algo etéreo y evanescente, sí lo poético, hay momentos, hay emociones poéticas, pero si no se materializan en palabras, no hay poesía. La poesía, antes que, de cualquier otra cosa, está hecha de palabras. De palabras que alguien tiene que decir, que escribir. Pienso que si todo, si cualquier cosa es poesía, no hay poesía. Hay poesía cuando hay un decir -que un poeta encarna- que renueva el lenguaje, que lo sacude, que hace entrar en él lo que parece imposible de decir.

Cortesía | Claudia Masin

¿Cómo estableces el título de tus libros?

De maneras muy disímiles. Por lo general lo espero, el título llega una vez que el libro está terminado. En algunos casos he tenido que esperar y esperar. El título no aparecía. Y de repente llega. Y es una certeza. En otros casos el título precedió al libro (como en Geología), en un caso apareció durante la escritura del libro (es el caso de Abrigo, iba caminando por la calle y supe que el libro se iba a llamar así). Nunca lo busco activamente ni hago listas de probables títulos. En todo caso van apareciendo en mi mente y los descarto o los acepto.

¿Coleccionas algo en particular?

No, solo de chica tuve una etapa coleccionista con estampillas y monedas de otros países.

¿Tienes alguna manía al escribir?

Estar sola, en mi casa, en silencio. Puede haber alguien en la casa, pero no en la misma habitación. Muy pocas veces he podido escribir en otros lugares.

¿Te sientes identificada con algún personaje de la literatura?

El personaje de la protagonista femenina de La vida tranquila de Marguerite Duras me identificó plenamente en el momento en que leí el libro. Sospecho que si lo releyera hoy (lo he releído varias veces, pero la última fue hace ya unos años) no produciría el mismo efecto. O me identificaría en parte. Pero claro, en la adolescencia solemos ser bastante “masivos” en nuestras identificaciones. No recuerdo otro libro que me haya producido ese instantáneo efecto de identificación, sí una cercanía o familiaridad con rasgos de un personaje, por supuesto, o con historias. Como me sucede con el cine, me entrego muchísimo a la experiencia si el libro o la película me conmueven, y desde, ya que establezco lazos de identificación muy fuertes con ciertas zonas de su experiencia o su subjetividad, que después son la base de los poemas que recrean la voz de ese personaje en particular en los poemas ligados a películas que escribo.

¿Qué prefieres para escribir, máquina de escribir, computadora o directo en una libreta o cuaderno?

Computadora, pero luego hago impresiones y las leo, la corrección la hago a medias en la computadora, a medias en el papel.

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