/ miércoles 6 de mayo de 2020

César el “Huevo” Santiago

Debutó profesionalmente en el torneo 81-82 en Tercera División con los Correcaminos de Victoria, anotando 15 goles

La aventura dentro de las canchas de César el “Huevo” Santiago comenzó en 1978, de forma impensada durante su estadía en la escuela de leyes de la UAT, donde estudiaba para convertirse en abogado. Sus compañeros de salón le animaron a que se fuera a probar con la selección de la facultad para jugar los Interfacultades.

Al quedar dentro del grupo, por ese tiempo asistió a observar un partido el jugador profesional Hugo Enrique Esquivel que militaba en ese momento en el Tampico F.C. quien al concluir el primer tiempo le increpa –¿Qué demonios haces aquí?

Las palabras del indómito defensa intimidaron al novel Santiago quien sorprendido afirmaría: – Me dijeron que viniera a jugar.

- ¿Pero qué haces aquí? -volvería a replicar Esquivel.

-Si quiere me voy -le respondió.

-Mañana vente a entrenar con el Tampico, juegas bastante, no perteneces a este lugar -le indicaría Esquivel.

Foto: Manuel Chirinos Meza | El Sol de Tampico

El uruguayo lo presentaría ante “El Halcón” Peña quien le permitiría entrenar. Sólo que, al concluir la temporada, Esquivel se marcharía al Atlético Potosino y Peña a la Universidad de Guadalajara. Arribando el nuevo timonel jaibo, “El Gallo” Jáuregui en 1979-80, con quien César Santiago se mantendría jugando en la reserva todo el año.

Es hasta el torneo 81-82 cuando debuta profesionalmente en Tercera División con los Correcaminos de Victoria, anotando 15 goles. Roy Keane expresaba: “No creo que la habilidad sea el resultado de entrenadores. Es el resultado de una historia de amor entre el niño y la pelota”, y ese pensamiento marcaba la vida futbolística de César Santiago, quien finalizando la clásica fotografía de conjunto antes del partido, se desfajaba la playera, se bajaba las medias a los tobillos para jugar sin espinilleras, ya que se simbolizaba de espíritu libre, perteneciente al barrio de la Tamaulipas.

Foto: Manuel Chirinos Meza | El Sol de Tampico

Después de haber transitado por el Zacatepec de Primera División decidió regresar al terruño a probarse con la escuadra del Tampico-Madero que se encontraba en pretemporada para el torneo "Prode 85", siendo el director técnico Carlos Reinoso, quien después de contemplarlo en los entrenamientos acabaría de convencerle su juego agresivo por las bandas. Ya contratado, esperó pacientemente para poder debutar, ya que enfrente existía un plantel dotado de magníficos jugadores que conocían cómo manejar el balón, acompañados de un estratega que poseía entre sus mayores virtudes la motivación.

“El Huevo” Santiago debutaría hasta la jornada 2, al conseguir la primera pelota se perfiló a la portería enemiga dejando en el camino al zaguero toluqueño Héctor Esparza. Envió un centro al área que fue rematado por un jugador celeste, incrustando el esférico en las redes. Esa tarde vencerían al Toluca 4 a 1, comprobando la veracidad de las sabias palabras de Alfredo Di Stefano: “Ningún jugador es tan bueno como todos juntos”, ya que se asociaría en el campo con otro habilidoso del esférico, Manuel Guillén, fino mediocampista quien le filtraba pases quirúrgicos, que aprovechaba Santiago para desquiciar a sus adversarios, realizando jugadas brillantes que mayormente finalizaban con el balón en las redes.

Jorge Valdano, otrora campeón del mundo, expresó: “En ningún sitio aprendí tanto de mí y de los demás como en una cancha”. Y Santiago, contrario a otros jugadores que se achicaban ante los llamados “equipos grandes de México”, disfrutaba de salir a enfrentarlos para poder reconocer sus propios alcances futbolísticos. De igual forma, sorteó con valentía la otra lucha, quizás la más bravía, la que no se mira desde las gradas, las agresiones que libran jugadores desequilibrantes, como le aconteció en el estadio “Cuauhtémoc”, donde tres jugadores poblanos le amenazaron con “romperle una pierna”, situación que favoreció para motivarlo a brindar un gran encuentro.

Las canchas le han enseñado a tener fortaleza, no la física, sino la espiritual, la que nace de las entrañas del dolor cuando se pierden dos finales de futbol, jugando en un plantel que se afanaba para hacer historia y obsequiarle a la afición un campeonato. No obstante, el auténtico campeón se nutre de la derrota, se levanta para ponerse en pie. César “El Huevo” Santiago sigue jugando el partido de la existencia, donde el juez más fidedigno e inexorable, el tiempo, lo ha colocado en un lugar predilecto, ante una afición que cuando lo descubre en la calle, le reconoce su talento, amor y honestidad futbolística hacia los colores jaibos.

La aventura dentro de las canchas de César el “Huevo” Santiago comenzó en 1978, de forma impensada durante su estadía en la escuela de leyes de la UAT, donde estudiaba para convertirse en abogado. Sus compañeros de salón le animaron a que se fuera a probar con la selección de la facultad para jugar los Interfacultades.

Al quedar dentro del grupo, por ese tiempo asistió a observar un partido el jugador profesional Hugo Enrique Esquivel que militaba en ese momento en el Tampico F.C. quien al concluir el primer tiempo le increpa –¿Qué demonios haces aquí?

Las palabras del indómito defensa intimidaron al novel Santiago quien sorprendido afirmaría: – Me dijeron que viniera a jugar.

- ¿Pero qué haces aquí? -volvería a replicar Esquivel.

-Si quiere me voy -le respondió.

-Mañana vente a entrenar con el Tampico, juegas bastante, no perteneces a este lugar -le indicaría Esquivel.

Foto: Manuel Chirinos Meza | El Sol de Tampico

El uruguayo lo presentaría ante “El Halcón” Peña quien le permitiría entrenar. Sólo que, al concluir la temporada, Esquivel se marcharía al Atlético Potosino y Peña a la Universidad de Guadalajara. Arribando el nuevo timonel jaibo, “El Gallo” Jáuregui en 1979-80, con quien César Santiago se mantendría jugando en la reserva todo el año.

Es hasta el torneo 81-82 cuando debuta profesionalmente en Tercera División con los Correcaminos de Victoria, anotando 15 goles. Roy Keane expresaba: “No creo que la habilidad sea el resultado de entrenadores. Es el resultado de una historia de amor entre el niño y la pelota”, y ese pensamiento marcaba la vida futbolística de César Santiago, quien finalizando la clásica fotografía de conjunto antes del partido, se desfajaba la playera, se bajaba las medias a los tobillos para jugar sin espinilleras, ya que se simbolizaba de espíritu libre, perteneciente al barrio de la Tamaulipas.

Foto: Manuel Chirinos Meza | El Sol de Tampico

Después de haber transitado por el Zacatepec de Primera División decidió regresar al terruño a probarse con la escuadra del Tampico-Madero que se encontraba en pretemporada para el torneo "Prode 85", siendo el director técnico Carlos Reinoso, quien después de contemplarlo en los entrenamientos acabaría de convencerle su juego agresivo por las bandas. Ya contratado, esperó pacientemente para poder debutar, ya que enfrente existía un plantel dotado de magníficos jugadores que conocían cómo manejar el balón, acompañados de un estratega que poseía entre sus mayores virtudes la motivación.

“El Huevo” Santiago debutaría hasta la jornada 2, al conseguir la primera pelota se perfiló a la portería enemiga dejando en el camino al zaguero toluqueño Héctor Esparza. Envió un centro al área que fue rematado por un jugador celeste, incrustando el esférico en las redes. Esa tarde vencerían al Toluca 4 a 1, comprobando la veracidad de las sabias palabras de Alfredo Di Stefano: “Ningún jugador es tan bueno como todos juntos”, ya que se asociaría en el campo con otro habilidoso del esférico, Manuel Guillén, fino mediocampista quien le filtraba pases quirúrgicos, que aprovechaba Santiago para desquiciar a sus adversarios, realizando jugadas brillantes que mayormente finalizaban con el balón en las redes.

Jorge Valdano, otrora campeón del mundo, expresó: “En ningún sitio aprendí tanto de mí y de los demás como en una cancha”. Y Santiago, contrario a otros jugadores que se achicaban ante los llamados “equipos grandes de México”, disfrutaba de salir a enfrentarlos para poder reconocer sus propios alcances futbolísticos. De igual forma, sorteó con valentía la otra lucha, quizás la más bravía, la que no se mira desde las gradas, las agresiones que libran jugadores desequilibrantes, como le aconteció en el estadio “Cuauhtémoc”, donde tres jugadores poblanos le amenazaron con “romperle una pierna”, situación que favoreció para motivarlo a brindar un gran encuentro.

Las canchas le han enseñado a tener fortaleza, no la física, sino la espiritual, la que nace de las entrañas del dolor cuando se pierden dos finales de futbol, jugando en un plantel que se afanaba para hacer historia y obsequiarle a la afición un campeonato. No obstante, el auténtico campeón se nutre de la derrota, se levanta para ponerse en pie. César “El Huevo” Santiago sigue jugando el partido de la existencia, donde el juez más fidedigno e inexorable, el tiempo, lo ha colocado en un lugar predilecto, ante una afición que cuando lo descubre en la calle, le reconoce su talento, amor y honestidad futbolística hacia los colores jaibos.

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