/ domingo 20 de noviembre de 2022

¡Viva México! Los fans del Tricolor enloquecen al aeropuerto de Doha; son como estrellas (Videos)

Decenas de mexicanos comienzan a llegar a tierras mundialistas y le ponen un colorido especial a la justa

Doha.- Ya desde la estación del Metro que lleva al Hamad International Airport se advirte. A lo lejos en las modernas instalaciones que conectan vía subterránea a Doha se adivina el verde de las playeras de la Selección Mexicana. A 48 horas del debut del Tricolor frente a Polonia en la Copa del Mundo 2022, la presencia de la fanaticada mejora con cada aterrizaje internacional.

Porque venimos de todos lados. Escalas en Dubái, Madrid, Egipto, Estambul, Manchester, Copenhague, Milán… La vía no importa con tal de llegar a la fiesta. O, mejor dicho, de traer la fiesta. Porque con los mexicanos llega buena parte del ambiente a la sede mundialista.

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¡México! ¡México! ¡México! Gritan apenas llegan a la terminal. Los recibe con música que otros aficionados tocan a todo volumen. Pero la calma va y viene en el aeropuerto. Los mexicanos descienden del avión, recorren los pasillos, pasan el filtro migratorio y convergen con ojos de franco interés en la puerta de arribos. Hasta ahí, en silencio.

Después, los decibeles suben cada tanto tiempo. Así, de la nada. ¡México! ¡México! ¡México! Se escucha en la terminal y el grito se multiplica. Todo es cuestión de que coincidan con otros. Son fáciles de identificar, además. Ecuatorianos, árabes, brasileños, argentinos… todos llegan presumiendo las playeras de su selección. Si acaso una gorra, una bufanda.

Pero a los mexicanos no les basta. Sarapes, tambores, pelucas, máscaras, cornetas… Hay que llamar la atención. “Ponte algo de México, que se note que llegamos”, regaña un señor de acento marcadamente norteño a su esposa, que se para y abre la maleta para buscar al menos una gorra.

Pero el mayor distintivo son los sombreros. Enormes sombreros charros y de palma con la leyenda “Viva México” que subieron al avión sin importar con qué azafata y en cuántos idiomas y aeropuertos tuvieran que pelear. Defendiendo su espacio como si fuera un pariente. El sobrero viene conmigo y conmigo se queda.

Y entonces ecuatorianos y árabes y brasileños y argentinos y empleados del aeropuerto y voluntarios FIFA se acercan a pedir la foto, e incluso piden más: Salta, grita viva México, levanta la bandera y los paisanos aceptan gustosos. Ser el alma de la fiesta tiene ese encanto.

Veo descender un grupo muy numeroso con playera verde y escudo blanco, pero estoy confundido. Vienen en silencio, sin máscaras ni sombreros. Me acerco porque sin lentes francamente no veo y su tez morena (un tono muy particular) me hace dudar de que sean paisanos.

Pregunto. Es un vuelo que viene del Aeropuerto de Jeddah (o Yeda o Yida o Yidda o como sea), el más grande de Arabia Saudita. Mismo color de playera, distinta selección. Pero apenas van descendiendo, sonríen y corren a tomarse la foto con los mexicanos. Árabes o no, rivales de grupo o no, no tendría por qué ser distinto.

Nota publicada originalmente en ESTO

Doha.- Ya desde la estación del Metro que lleva al Hamad International Airport se advirte. A lo lejos en las modernas instalaciones que conectan vía subterránea a Doha se adivina el verde de las playeras de la Selección Mexicana. A 48 horas del debut del Tricolor frente a Polonia en la Copa del Mundo 2022, la presencia de la fanaticada mejora con cada aterrizaje internacional.

Porque venimos de todos lados. Escalas en Dubái, Madrid, Egipto, Estambul, Manchester, Copenhague, Milán… La vía no importa con tal de llegar a la fiesta. O, mejor dicho, de traer la fiesta. Porque con los mexicanos llega buena parte del ambiente a la sede mundialista.

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¡México! ¡México! ¡México! Gritan apenas llegan a la terminal. Los recibe con música que otros aficionados tocan a todo volumen. Pero la calma va y viene en el aeropuerto. Los mexicanos descienden del avión, recorren los pasillos, pasan el filtro migratorio y convergen con ojos de franco interés en la puerta de arribos. Hasta ahí, en silencio.

Después, los decibeles suben cada tanto tiempo. Así, de la nada. ¡México! ¡México! ¡México! Se escucha en la terminal y el grito se multiplica. Todo es cuestión de que coincidan con otros. Son fáciles de identificar, además. Ecuatorianos, árabes, brasileños, argentinos… todos llegan presumiendo las playeras de su selección. Si acaso una gorra, una bufanda.

Pero a los mexicanos no les basta. Sarapes, tambores, pelucas, máscaras, cornetas… Hay que llamar la atención. “Ponte algo de México, que se note que llegamos”, regaña un señor de acento marcadamente norteño a su esposa, que se para y abre la maleta para buscar al menos una gorra.

Pero el mayor distintivo son los sombreros. Enormes sombreros charros y de palma con la leyenda “Viva México” que subieron al avión sin importar con qué azafata y en cuántos idiomas y aeropuertos tuvieran que pelear. Defendiendo su espacio como si fuera un pariente. El sobrero viene conmigo y conmigo se queda.

Y entonces ecuatorianos y árabes y brasileños y argentinos y empleados del aeropuerto y voluntarios FIFA se acercan a pedir la foto, e incluso piden más: Salta, grita viva México, levanta la bandera y los paisanos aceptan gustosos. Ser el alma de la fiesta tiene ese encanto.

Veo descender un grupo muy numeroso con playera verde y escudo blanco, pero estoy confundido. Vienen en silencio, sin máscaras ni sombreros. Me acerco porque sin lentes francamente no veo y su tez morena (un tono muy particular) me hace dudar de que sean paisanos.

Pregunto. Es un vuelo que viene del Aeropuerto de Jeddah (o Yeda o Yida o Yidda o como sea), el más grande de Arabia Saudita. Mismo color de playera, distinta selección. Pero apenas van descendiendo, sonríen y corren a tomarse la foto con los mexicanos. Árabes o no, rivales de grupo o no, no tendría por qué ser distinto.

Nota publicada originalmente en ESTO

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