/ viernes 1 de octubre de 2021

Cocodrilos no son fríos como nos dijeron: son más sensibles que los humanos

Un estudio revela que, a pesar de sus duras escamas, estos reptiles pueden sentir más que nosotros

Aunque su apariencia es feroz y su cuerpo duro y escamoso, todo indica que los cocodrilos son más sensibles de lo que creemos. Las pequeñas protuberancias que cubren la cabeza de estos reptiles les proporciona una sensibilidad diez veces más intensa que la de la yema de los dedos humanos.

Un estudio publicado en la Journal of Experimental Biology ha revelado que estos bultos, así como los minúsculos puntos negros en la cabeza de los cocodrilos, son nervios “ultrasensibles” que les permiten percibir las ondas del agua y orientarse mientras nadan, así como los movimientos de su presa.

Aunque los científicos suponían que estas protuberancias dotaban de cierta sensibilidad a los lagartos, la función que cumplían los órganos sensoriales integumentarios (ISOs) fue un misterio durante mucho tiempo.

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El estudiante de la Universidad de Vanderbilt, Duncan Leitch, junto a su asesor, el biólogo Ken Catania, se encargó de encontrar la función de estos puntos sensibles tras estudiar 18 crías de cocodrilo americano y cuatro cocodrilos del Nilo.

HASTA LA MÁS LIGERA PRESIÓN

Después de analizar a estas especies, Duncan Leitch se dio cuenta que las protuberancias en la cabeza de los cocodrilos poseen un entramado de terminaciones nerviosas que les permiten percibir incluso presiones muy pequeñas.

Para detectar esto, Leitch empleó filamentos von Frey, instrumentos especializados en medición de sensibilidad que tienen el grosor de un cabello. Al contacto con los filamentos, los cocodrilos respondieron al estímulo rápidamente.

Como comparación, Leitch y su maestro tocaron la punta de sus dedos con los filamentos y ninguno tuvo alguna sensación. “No podía creer que los cocodrilos tuvieran esa reacción”, expresó el estudiante.

Otro parte de su estudio consistió en analizar las protuberancias en especies muertas. Al seccionar los bultos de los cocodrilos se encontró con que se conectaban con el nervio trigémino, el cual está vinculado con el morder, masticar y tragar.

PARA CAZAR Y PARA CUIDAR

Tanto Duncan Leitch como Ken Catania concluyen que los órganos sensoriales integumentarios ayudan a los saurios a capturar su presa mediante las ondas que producen dentro del agua, o incluso al sentir el contacto directo con otro animal.

“Probablemente también usa sus sensores para distinguir diferentes objetos dentro de su mandíbula”, explica Leitch”. Es tal el nivel de sensibilidad de la madre cocodrilo, que le permite cargar a sus crías en en hocico sin morderlas o causarles daño.

Leitch indica que aún falta determinar por qué los cocodrilos cuentan con estos órganos sensoriales en casi todo el cuerpo, mientras que los caimanes sólo cuentan con los de sus mandíbulas.

“Una de las teorías sería que el ancestro de los cocodrilos modernos ya contaba con estos órganos, pero que en algún momento el linaje de los caimanes lo perdió. Sin duda son animales fascinantes, todavía falta por descubrir más sobre su sensibilidad tan especial”, señaló.

Aunque su apariencia es feroz y su cuerpo duro y escamoso, todo indica que los cocodrilos son más sensibles de lo que creemos. Las pequeñas protuberancias que cubren la cabeza de estos reptiles les proporciona una sensibilidad diez veces más intensa que la de la yema de los dedos humanos.

Un estudio publicado en la Journal of Experimental Biology ha revelado que estos bultos, así como los minúsculos puntos negros en la cabeza de los cocodrilos, son nervios “ultrasensibles” que les permiten percibir las ondas del agua y orientarse mientras nadan, así como los movimientos de su presa.

Aunque los científicos suponían que estas protuberancias dotaban de cierta sensibilidad a los lagartos, la función que cumplían los órganos sensoriales integumentarios (ISOs) fue un misterio durante mucho tiempo.

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El estudiante de la Universidad de Vanderbilt, Duncan Leitch, junto a su asesor, el biólogo Ken Catania, se encargó de encontrar la función de estos puntos sensibles tras estudiar 18 crías de cocodrilo americano y cuatro cocodrilos del Nilo.

HASTA LA MÁS LIGERA PRESIÓN

Después de analizar a estas especies, Duncan Leitch se dio cuenta que las protuberancias en la cabeza de los cocodrilos poseen un entramado de terminaciones nerviosas que les permiten percibir incluso presiones muy pequeñas.

Para detectar esto, Leitch empleó filamentos von Frey, instrumentos especializados en medición de sensibilidad que tienen el grosor de un cabello. Al contacto con los filamentos, los cocodrilos respondieron al estímulo rápidamente.

Como comparación, Leitch y su maestro tocaron la punta de sus dedos con los filamentos y ninguno tuvo alguna sensación. “No podía creer que los cocodrilos tuvieran esa reacción”, expresó el estudiante.

Otro parte de su estudio consistió en analizar las protuberancias en especies muertas. Al seccionar los bultos de los cocodrilos se encontró con que se conectaban con el nervio trigémino, el cual está vinculado con el morder, masticar y tragar.

PARA CAZAR Y PARA CUIDAR

Tanto Duncan Leitch como Ken Catania concluyen que los órganos sensoriales integumentarios ayudan a los saurios a capturar su presa mediante las ondas que producen dentro del agua, o incluso al sentir el contacto directo con otro animal.

“Probablemente también usa sus sensores para distinguir diferentes objetos dentro de su mandíbula”, explica Leitch”. Es tal el nivel de sensibilidad de la madre cocodrilo, que le permite cargar a sus crías en en hocico sin morderlas o causarles daño.

Leitch indica que aún falta determinar por qué los cocodrilos cuentan con estos órganos sensoriales en casi todo el cuerpo, mientras que los caimanes sólo cuentan con los de sus mandíbulas.

“Una de las teorías sería que el ancestro de los cocodrilos modernos ya contaba con estos órganos, pero que en algún momento el linaje de los caimanes lo perdió. Sin duda son animales fascinantes, todavía falta por descubrir más sobre su sensibilidad tan especial”, señaló.

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