Aunque ya no gozan de la preferencia de los más pequeños, la presencia de los luchadores de plástico se mantiene en México al formar parte de nuestra cultura popular y también por el interés de los coleccionistas, quienes se han encargado de posicionar en el mercado de la nostalgia a estos muñecos.
Estos juguetes con los que a muchos niños mexicanos les tocó jugar -y después quedarse con la pintura en las manos-, tienen una larga historia. En la década de los 50 y con la amplia aceptación que gozaban las películas protagonizadas por los ídolos de la lucha libre, comenzaron a circular en los mercados estas figurillas de 14 centímetros de altura.
Por su material de polietileno, estas pequeñas esculturas destinadas a los niños eran bastante accesibles para el bolsillo de las familias, que podían llevarse a su casa una reproducción de El Santo, Blue Demon, o Mil Máscaras, todas ellas portando un trozo de vinilo flexible a colores en los hombres a manera de capa.
¿A QUÉ SE DEBE LA ICÓNICA POSE DE LOS LUCHADORES DE PLÁSTICO?
A diferencia de muchas artesanías mexicanas cuya elaboración de origen se ha perdido, sí se conoce la identidad del creador de estos luchadores de plástico. Mario González Márquez, un escultor y juguetero, fue quien se encargó de elaborar los moldes tan característicos, esto tras pedirle permiso a los famosos gladiadores.
González Márquez empleó la pose emblemática de El Santo, con la mano izquierda alzada y la derecha abajo. También existió otro modelo que estaría basado en Blue Demon, con los dos brazos levantados, pero poco a poco este molde desapareció. Es conocido entre los coleccionistas que figuras con esta pose se encuentran entre las más cotizadas.
Sus diseños llamativos, su elaboración rudimentaria -muchos de ellos conservan la rebaba de la elaboración en serie- siguen cautivando tanto a aficionados de la lucha libre, como de muñecos y figuras de acción.
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Ahora, estos luchadores de plástico se exhiben en museos y convenciones jugueteras de todo el mundo.