/ jueves 26 de enero de 2023

¿Te cae mal alguien por su nombre? Es más común de lo que piensas

El lingüista Ferdinand de Saussure explica cuál es la diferencia entre “significante” y “significado”, dichos términos pueden explicar por qué, a veces, alguien te cae mal solo por su nombre

Con una licencia de la imaginación, vamos a suponer el siguiente escenario: te acaban de presentar a una persona, todavía no intercambias ni media palabra con ella, pero en cuanto te dicen su nombre, de inmediato, te cae mal. ¿Te ha sucedido? Este fenómeno psicológico y lingüístico es más común de lo que piensas y tiene una explicación.

¿Qué es el lenguaje? La teoría de los signos de Saussure

La Real Academia de la Lengua (RAE) define el lenguaje como la “Facultad del ser humano de expresarse y comunicarse con los demás a través del sonido articulado o de otros sistemas de signos”.

El filósofo Ferdinand de Saussure es considerado “el padre de la lingüística estructural del siglo XX”, por su aportación a la ciencia al separar, definir y explicar los términos “significante” y “significado”.

El “significante” de una palabra, para Saussure, equivale al concepto o a la idea mental a la cual remite. El “significante” también hace alusión a la acústica del término. Por ejemplo, “Adolf” es un nombre de origen germánico, compuesto de cinco letras, cuya correspondencia etimológica es “noble lobo”.

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El “significado” se equipara a la “esencia” de las palabras, es la representación psicológica de un término, la cual se “guarda” en la conciencia. Continuando con el ejemplo, lo más probable es que al leer la palabra “Adolf”, por inercia hayas pensado en “Adolf Hitler”, comandante en jefe de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial.

¿Cuál es el significado que le das a los nombres?

Una vez que has impregnado un nombre de un “significado” concreto, tu cerebro se encarga de hacer el resto del trabajo, es decir, asocia dicho “significado”, siempre y todas las veces, con el mismo término (“significante”).

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Esto no únicamente ocurre con aquellas personas que te desagradan, también funciona con aquellos que amas. Dicha asociación explica por qué cuando dos personas con el mismo nombre se conocen, suelen sonreírse la una a la otra y llamarse “tocayas”.

Cuando alguien de la Zona Conurbada dice “vamos a ver a los Juanchos”, en automático los demás asociamos el “significante” de las palabras con un “significado” arraigado en nuestra cultura popular.

Para los tampiqueños, “vamos a ver a los Juanchos” implica ir a la Laguna del Carpintero a observar cocodrilos. Sin embargo, si intentas decir la misma frase en otro estado de la República, es muy probable que el “significante” tenga para ellos otros “significado”.

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La teoría de Saussure también explica por qué cuando estás molesto con alguien, ni siquiera quieres escuchar su nombre. El mismo concepto (“significante”) para los demás puede no “significar” nada, pero, para ti, “significa” todo.

En fin, la próxima vez que una persona te desagrade únicamente por su nombre, recuerda que no tiene la culpa de que tu cerebro tenga un “significado” negativo para dicho “significante”. Quizás lo más óptimo sea limitarse a respirar y ser amable.

Con una licencia de la imaginación, vamos a suponer el siguiente escenario: te acaban de presentar a una persona, todavía no intercambias ni media palabra con ella, pero en cuanto te dicen su nombre, de inmediato, te cae mal. ¿Te ha sucedido? Este fenómeno psicológico y lingüístico es más común de lo que piensas y tiene una explicación.

¿Qué es el lenguaje? La teoría de los signos de Saussure

La Real Academia de la Lengua (RAE) define el lenguaje como la “Facultad del ser humano de expresarse y comunicarse con los demás a través del sonido articulado o de otros sistemas de signos”.

El filósofo Ferdinand de Saussure es considerado “el padre de la lingüística estructural del siglo XX”, por su aportación a la ciencia al separar, definir y explicar los términos “significante” y “significado”.

El “significante” de una palabra, para Saussure, equivale al concepto o a la idea mental a la cual remite. El “significante” también hace alusión a la acústica del término. Por ejemplo, “Adolf” es un nombre de origen germánico, compuesto de cinco letras, cuya correspondencia etimológica es “noble lobo”.

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El “significado” se equipara a la “esencia” de las palabras, es la representación psicológica de un término, la cual se “guarda” en la conciencia. Continuando con el ejemplo, lo más probable es que al leer la palabra “Adolf”, por inercia hayas pensado en “Adolf Hitler”, comandante en jefe de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial.

¿Cuál es el significado que le das a los nombres?

Una vez que has impregnado un nombre de un “significado” concreto, tu cerebro se encarga de hacer el resto del trabajo, es decir, asocia dicho “significado”, siempre y todas las veces, con el mismo término (“significante”).

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Esto no únicamente ocurre con aquellas personas que te desagradan, también funciona con aquellos que amas. Dicha asociación explica por qué cuando dos personas con el mismo nombre se conocen, suelen sonreírse la una a la otra y llamarse “tocayas”.

Cuando alguien de la Zona Conurbada dice “vamos a ver a los Juanchos”, en automático los demás asociamos el “significante” de las palabras con un “significado” arraigado en nuestra cultura popular.

Para los tampiqueños, “vamos a ver a los Juanchos” implica ir a la Laguna del Carpintero a observar cocodrilos. Sin embargo, si intentas decir la misma frase en otro estado de la República, es muy probable que el “significante” tenga para ellos otros “significado”.

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La teoría de Saussure también explica por qué cuando estás molesto con alguien, ni siquiera quieres escuchar su nombre. El mismo concepto (“significante”) para los demás puede no “significar” nada, pero, para ti, “significa” todo.

En fin, la próxima vez que una persona te desagrade únicamente por su nombre, recuerda que no tiene la culpa de que tu cerebro tenga un “significado” negativo para dicho “significante”. Quizás lo más óptimo sea limitarse a respirar y ser amable.

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