Luchar contra el cáncer de mama no es sencillo y quienes se han enfrentado a este mal aseguran que el amor de la familia, el respaldo de los amigos, así como el acompañamiento de médicos y terapeutas son factores que se conjugan para motivarlas a no tirar la toalla.
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El camino no es fácil, el tratamiento es costoso, pero la esperanza y el saber que al final del túnel hay un hijo, un hermano, un esposo o alguien más que necesita su apoyo les da la fortaleza para enfrentar como todas unas guerreras la enfermedad que -de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS)- es diagnosticada a más de 460 mil mujeres en América Latina.
“LO MÁS DIFÍCIL ES VERTE MUTILADA”: DOÑA MARTHA
“Es cáncer de mama en fase II”, fueron las palabras que le cambiaron la vida a Martha Aurora Montalvo Rivera, quien hundida en un mar de confusión, dolor y tristeza decidió que se dejaría morir por la enfermedad, pero la atención inmediata de los profesionales de la salud, el apoyo y amor de sus hijos y nietos la motivaron a luchar contra el silencioso enemigo que avanzaba en su cuerpo.
Madre de tres hijos, con 57 años de edad, recibe el diagnóstico un domingo 21 de Agosto del año 2015 en el Centro de Salud de Tampico donde fue canalizada inmediatamente al Hospital General “Dr. Carlos Canseco” y enviada al Oncológico de Victoria.
Así en menos de un mes fue intervenida quirúrgica el 15 de septiembre, comenzando una lucha que mantiene en pie, cobijada por su familia.
Hoy es sobreviviente del cáncer de mama y no olvida el nombre de su médico héroe y las primeras palabras que él le dijo: “Benigno Piña me operó, me dijo, si no te operas, te mueres”, lo que la cimbró y con el coraje y valor que ante este mal se requiere, firme le respondió “destázame, pues ni modo”, comenzando así una vida diferente en la que la fortaleza es aquella amiga que no debe soltar.
“Lo más difícil es verte mutilada, entrar al baño y ver que te hace falta una parte de tu cuerpo, es lo más difícil, yo tenía miedo de ir al doctor pero un día me dio una punzada en mi seno derecho, cuando me metí a bañar me vi el pezón deformado, le dije a mi hija yo creo que ya estoy enferma, era domingo, ese mismo día fuimos al Centro de Salud, ese domingo fue que cambió todo” recuerda entre lágrimas.
Agradecida con la vida de seguir en pie hasta este día y a sus 63 años, goza del amor de sus 4 nietos y 2 bisnietos, le dice a sus hijas que pongan atención a su cuerpo, que no tengan miedo de ir al doctor como ella llegó a sentir, porque dice, que después del cáncer de mama “siempre la gente nos ve diferente”.
Doña Martha recibió una prótesis mamaria de la fundación Educáncer, lo que dijo le ayudará a no verse ni sentirse tan diferente a las demás, después de haber perdido los senos, “yo no quería saber ya de nada, pero después dije voy a luchar y aquí estoy luchando, el proceso fue muy rápido y la lucha muy larga”.
CONTRA EL CÁNCER Y LA CRISIS POR PANDEMIA
María Luisa Martínez Maya, de 38 años, explica que en 2019 fue diagnosticada con carcinoma ductal infiltrante en etapa 3, que es un cáncer de mama que se crea en los conductos donde se genera la leche.
“Me hicieron una operación donde me quitaron el nódulo y se mandó analizar. Recibí cuatro sesiones rojas y cuatro sesiones blancas de quimioterapia y actualmente tomo un medicamento que sirve como bloqueador hormonal, me ponen un implante en el estómago para prevenir que no vuelva a suceder y estoy a la espera de que me hagan una mastectomía”, comenta desde el sofá de su hogar ubicado en la colonia Tamaulipas.
En el marco del mes rosa, María Luisa invita a todas las mujeres a enfrentar sus miedos y explorarse, remarcando que una pronta detección puede hacer la diferencia, “el diagnóstico de cáncer no es una sentencia, el tratamiento oportuno te hace salir adelante, pero la situación te ayuda a valorar y a estar más tiempo con tu familia”.
Valiente, con una mirada decidida y con el ánimo de orientar a quienes empiezan su lucha, detalla que hay instituciones -como la Uneme y el Hospital General de Tampico “Dr. Carlos Canseco”- donde las exploraciones son gratuitas. Sin embargo, los tratamientos no lo son, por lo que expone una realidad de muchas pacientes al decir que en tiempos de pandemia, donde el trabajo escasea y los riesgos aumentan, se vuelve aún más compleja su situación.
LA META: SALIR ADELANTE
“Mi primera quimioterapia fue el 17 de diciembre del 2019, cada 28 días te ponen una sesión; yo desde el principio me la viví laborando. Pero cuando empezó lo de la pandemia cerraron muchos negocios y mi lugar de trabajo cerró sus puertas definitivamente por motivos económicos, yo ya no regresé a laborar, ahora tengo que seguir buscando salir adelante y los gastos que conlleva mi familia”, describe con temple a sabiendas de que esto no la hizo bajar los brazos.
Recuerda que su mamá se dedicó a repostería, era cocinera y daba clases, “y yo trabajaba en un restaurante, ahí vendíamos y cocinábamos todo, entonces con la pandemia me vi obligada a hacerlo en mi domicilio, con mis vecinos y por medio de las redes sociales se empezó a conocer más mi caso”.
Explica que actualmente rifa electrodomésticos que otras personas le donan y vende pan especial para la gente que no consume azúcar, “está hecho con Stevia, harinas integrales y una avena tostada con miel que yo misma preparo”. Para quienes deseen apoyarla pueden encontrarla en Facebook como Marilú Vader.
SU HIJO, SU GRAN MOTOR
Su principal motivación en los últimos meses ha sido su hijo Israel, quien sueña con ser youtuber. Aunque aún se encuentra en tratamiento, ella asegura que tiene una esperanza: un pequeño por el cual dar batalla.
Confía en que sus palabras motiven a las demás a continuar y a acudir a chequeos médicos de forma regular, “ahorita en el mes de octubre hay muchas promociones, las invito a que se hagan valoraciones, en la Uneme es gratuito; tóquense, vayan al doctor, no tengan miedo, porque a veces puedes reaccionar demasiado tarde”, concluye para EL SOL DE TAMPICO.
TURBANTES ONCOLÓGICOS, OTRA FORMA DE AYUDAR
Uno de los capítulos más difíciles en la historia de Genoveva Gámez Villarreal, de 46 años, comenzó a escribirse en abril del 2017, cuando tras extraerle lo que presuntamente era solo una bolita de grasa del seno izquierdo, le confirmaron que se trataba de cáncer.
“El 9 de mayo me dicen que esa bolita salió con cáncer y ahí empezó la pesadilla. Los tres primeros días fueron muy difíciles para mí, que te digan que tienes cáncer es como que el mundo se te acaba y cuando tienes hijos piensas en ellos, ahí empecé con un tratamiento”, detalla al exterior de su taller de costura con dirección en la colonia Arenal de Tampico.
En la Uneme la apoyaron mucho y también en el Hospital Canseco, donde hasta la fecha su doctor la mantiene en vigilancia, pues a tres años de la confirmación continúa el seguimiento con el oncólogo, “me tiene que estar monitoreando para descartar cualquier cosa, pero aparentemente fue solo una bolita que apenas empezaba”.
“NO SÉ EN QUÉ ROUND DE LA VIDA VOY, PERO ME SIENTO NOQUEADA”
“Cuando te dicen que tienes cáncer en ese momento piensas que te vas a morir y a parte que te digan que te van a quitar un seno te da mucho miedo (…) es muy desesperante pasar esa situación y saber que tu hijo depende de ti, gracias a Dios he pasado ya los momentos difíciles”, dice Genoveva quien asegura que tras vencer la preeclampsia en su embarazo y afrontar recientemente la pérdida de su padre, el cáncer vino a darle una perspectiva nueva de su vida.
“Que te digan que es cáncer es sentir que tu vida se va en ese instante, es algo que no se le desea a nadie. Gracias a Dios yo estoy bien, pero te queda el miedo y el temor, yo decía: no sé en qué round de la vida voy, pero me siento bien noqueada”. Ante el miedo de dejar desamparado a su gran amor, imploró a Dios su ayuda prometiendo que, de salir victoriosa de esta ardua lucha, ayudaría a más mujeres en esta situación y ese fue el origen de los turbantes oncológicos.
UN PROYECTO CON CAUSA
“Pasar todo eso me sirvió para ser más sensible al dolor ajeno”, afirma la entrevistada, quien al comienzo de la pandemia se sumó a Movimiento Benito como donadora de turbantes oncológicos, mismos que son entregados a niñas y mujeres que han perdido su cabello a causa del cáncer y están a la espera de una peluca.
Elaborados con mucho cariño, con solidaridad, pero sobre todo con la determinación de cumplir con su promesa a Dios, la costurera con más de 20 años de experiencia dedica sus ratos libres a esta actividad, ya que indica que un diseño bonito y una tela cómoda pueden ayudar un poco a la autoestima de quienes ven grandes modificaciones en su cuerpo debido a lo fuerte de su tratamiento.
Finalmente, cierra su intervención recordando que la comunidad puede sumarse a este fin adquiriendo un turbante, ya que a la par de los que solicita la fundación, por cada compra ella realiza otro más para seguir ayudando. A ella la pueden contactar a través de su WhatsApp (833) 324 7753.
Ambas mujeres son valientes guerreras que dan la batalla al cáncer, motivan a otras con su experiencia, pero sobre todo, reiteran el llamado a no darse por vencidos, a mantener la esperanza y a creer que con fe y amor todo es posible.
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