Hace un año los migrantes varados en Tamaulipas y sus compatriotas de Centroamérica vieron una luz en el camino; Estados Unidos permitió el acceso del primer grupo de ciudadanos registrados en el Programa de Protección al Migrante (MPP, por sus siglas en inglés) desde la frontera de Matamoros.
El hecho fue considerado como el fin de las duras políticas migratorias del expresidente Donald Trump, no obstante, un juez federal ordenó en agosto pasado la reactivación del MPP y la pesadilla regresó.
EL LIMBO DE TRUMP
A partir del 2019 los centroamericanos, acogidos bajo el MPP, no tuvieron más opción que asentarse de forma irregular a un costado del río Bravo, en espera que se resolviera su situación, sin embargo, con la pandemia quedaron en el limbo.
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Con la llegada de Joe Biden al poder y sus promesas de regularización, los migrantes ubicados en toda la frontera de México y Estados Unidos recuperaron la esperanza cuando el 19 de febrero esta nación aceptó al primer grupo que cruzó desde Baja California.
El “milagro” tamaulipeco ocurriría 6 días después, el 25 de febrero del 2021 desde Matamoros, cuando un grupo de 27 migrantes integrado por mujeres embarazadas, niños, personas de la tercera edad y con discapacidad física ingresaron a Brownsville, Texas, cruzando desde el campamento asentado a un costado del río Bravo.
POR TAMAULIPAS SE FUERON MÁS DE 3 MIL 900
En seis meses, 3 mil 903 personas en migración, originarios de países de Centroamérica como Honduras, Guatemala, El Salvador, Cuba ingresaron al territorio norteamericano desde los cruces habilitados en Matamoros, Reynosa y Nuevo Laredo.
Estos trasladados se realizaban tras haber demostrado que no estaban infectados de Covid-19 y con el acompañamiento de personal de la Organización Internacional para la Migraciones (OIM) y del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).
De acuerdo con la OIM, en total 13 mil 256 personas arribaron oficialmente a Estados Unidos de forma segura para esperar la resolución de sus casos de asilo.
LA ESPERA DE SANDRA
Hace exactamente un año, Sandra, de origen salvadoreño, veía cómo sus vecinos del campamento de Matamoros eran trasladados a unas carpas para hacerles pruebas Covid-19 y convertirlos en el primer grupo que cruzaba desde Tamaulipas.
Emocionada mostraba la pulsera que le habían colocado el personal de Migración, no veía la hora de cruzar para abrazar a sus dos hijas que la esperaban en Boston, Massachusetts. “Lo tremendo es que yo nunca tuve un sueño americano, yo solo quería vivir tranquila en mi país, si en mi país yo hubiera estado bien no me muevo, me hubiera quedado, pero no pude”, dijo llorando la mañana del 25 de febrero del 2021.
LA LLEGADA A ESTADOS UNIDOS
La salvadoreña abandonó el campamento a donde nunca desea regresar, el 1 de marzo del 2021, casi dos años después de que había dejado El Salvador pisó tierra norteamericana e inició un largo viaje hacia el norte del país para reencontrarse con sus dos niñas, quienes vivían encargadas con familiares.
“Estoy bien, estoy segura, llegué el primero de marzo, salir fue como un milagro, antes hicimos oración, tuvimos una vigilia de 25 días”, declaró a EL SOL DE TAMPICO.
Aún recuerda con dolor la vida en el campamento, algo similar a haber estado en una prisión, “en el campamento se vieron cosas muy difíciles, fue muy duro estar ahí, todavía me despierto sobresaltada”, apuntó.
EL IDIOMA ES LO MÁS DIFÍCIL
La mujer que ahora trabaja en un restaurante de comida americana de Boston, afirmó que lo que más valora es la seguridad que ella y sus hijas hoy gozan.
“Ahora me siento segura, yo oro todos lo días y el primero de marzo que se cumple un año de que llegue aquí también iré a a orar, a agradecer y pedir por los hermanos que aún esperan cruzar”, señaló.
Su proceso de residencia va por buen camino, no obstante, aún tiene complicaciones para comunicarse en inglés.
Sandra pidió a las autoridades de México y Estados Unidos apoyar a las personas que aún están en espera ya que definitivamente no pueden regresar a su nación de origen.
“Dios me dijo que yo iba a salir por esa esquina y así fue, es muy difícil para nuestros hermanos migrantes, yo sé que este país tiene sus leyes pero somos gente buena y muy trabajadora”, recalcó.
A 12 meses de distancia de ese 25 de febrero, las personas en Migración enfrentan riesgosas condiciones en Tamaulipas; duermen en plazas públicas, refugios y desde ahí sueñan con que se abrirá la puerta que cambiará para siempre su vida.
