Rutila Pérez viajó a Tampico en autobús de segunda durantemás de doce hora desde Huayacocotla, Veracruz, en la serraníalimítrofe con los estados de Puebla e Hidalgo, para vender susservilletas y manteles de cuadrillé bordados a mano y aprovecharque las familias porteñas tienen un poco más de dinero.
Ella como otros cientos acuden a esta localidad cada fin deaño, pero sin lugar, ni fondos para hospedarse soportan el fríode la madrugada en cartones y cobijas afuera de la Central deAutobuses de Tampico.
Cada amanecer son cientos los indígenas que se agrupan, paraprotegerse y darse calor en las banquetas de la avenida RosalíoBustamante, en espera de que llegue el día para iniciar la ventade artesanías típicas de sus regiones en calles de la zonametropolitana y en busca de llevar algo de dinero para sushogares.
Vecinos del lugar informaron que desde la medianoche hasta elalba los hombres, niños y mujeres duermen en esa zona sin que seanauxiliados por alguna autoridad como el DIF de Tampico y Madero, ysólo reciben algunos alimentos, café o atole de instituciones decaridad.
Son los que no se ven, los niños que no esperan a Santa Clós ytampoco recibirán regalos de Navidad, porque sus padres viven encondiciones de extrema pobreza.
El taxista de ruta Central de Autobuses-Altamira, PedroSantacruz, señaló que cada fin de año o temporadas de vacacionesesta escena se repite, cuando en esta zona se incrementa el númerode indígenas veracruzanos, potosinos o hidalguenses, que duermenen calles o banquetas adyacentes a la Central Camionera sin recibirel apoyo de organismo oficial alguno.
Te puede interesar: