Los videos de padres migrantes que reencuentra a sus hijos por primera vez, después de meses de separación, desencadenan emociones perturbadoras. Incluso para los menores migrantes que ya se han reunido a sus familiares en la frontera, el drama continúa. Según médicos, el trauma de la separación dejará marcas para toda la vida, físicas y psicológicas.
En uno de los videos, el guatemalteco Hermelindo Che Coc se junta con su hijo de seis años en el Aeropuerto Internacional de Los Ángeles, trayendo un globo de “feliz cumpleaños” y un regalo. Al confrontarlo, el chico lo fija con la mirada vacía, nada de sonrisas ni gritos de alegría. Cuando el padre lo abraza, su cuerpo está rígido.
El periódico The New York Times informa de historias similares como las peores pesadillas de cualquier madre o padre. “Hay que considerar que los niños están muy traumatizados por la separación y las condiciones en los centros de detención. Para ellos, juntarse con sus padres es un momento muy abrumador e intenso. Los niños sienten alegría, pero también mucha confusión y rabia”, explica Elizabeth Barnert, profesora asistente de pediatría de la Universidad de California en Los Ángeles.
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Cuando se cerró el plazo dado por un juez al gobierno de Donald Trump para que niños de 5 a 17 años, afectados por la política de tolerancia cero con migrantes, fueran devueltos a sus padres, autoridades anunciaron más de 1.800 fueron entregados, pero otros 711 permanecen separados de sus familias. Elizabeth Barnet, que ha estudiado la separación y reunificación de niños desaparecidos durante la guerra civil de El Salvador, advierte que es posible que culpen a los padres por abandonarlos. “En la psicología infantil, la tendencia natural es pensar: ‘Mamá, no me protege.’”
Los penosos reencuentros ya ocurridos demostraron cuánto daño acarreó a las familias la separación de miles en la frontera. Los médicos apuntan a la probabilidad de que los pequeños migrantes sufran daños físicos, mentales y emocionales a largo plazo. El director del Centro para el Niño en desarrollo de la Universidad de Harvard, Jack P. Shonkoff, divulgó un comunicado en el que alerta que privar a un menor del apoyo de su cuidador (a) principal puede tener un impacto severo duradero, no sólo en el aprendizaje y el comportamiento, sino también, sobre la salud.
“Por encima y más allá del sufrimiento visible desde el exterior, esa experiencia devastadora desencadena en el niño una fuerte respuesta biológica de estrés, que permanece activa hasta que el cuidador familiar regrese. Cada día en que dejamos de restituir a estos niños a sus padres, agravamos el daño e intensificamos sus consecuencias para toda la vida”, señala el informe.
El estrés extremo de ser separado de los padres exacerba el trauma preexistente. Cuando esto resulta en respuesta de estrés tóxico, las consecuencias pueden ser devastadoras. “Vemos cambios en las hormonas del estrés, en el desarrollo cerebral, a largo plazo, que puede manifestarse en forma de enfermedades mentales, como trastorno de estrés postraumático (TSPT), ansiedad y depresión. Menores que sufrieron estrés tóxico tienen un riesgo mayor de suicidio a medida que se hacen adultos”, explica Lanre Falusi, pediatra del Sistema Nacional de Salud Infantil de Washington, especializada en el tema de inmigrantes.
Los niños más jóvenes son especialmente vulnerables, pudiendo incluso desarrollar disturbios físicos. Como precisa Falusi, “las alteraciones hormonales provoca cambios en el cuerpo, que a su vez inciden en mayor riesgo de enfermedades cardíacas, diabetes, problemas hepáticos y cáncer”.
Por el momento, el foco todavía está en la logística de devolver a los niños que continúan separados a los padres, lo más rápidamente posible. De acuerdo con las autoridades, las 711 que permanecen lejos de la familia no son elegibles para la reunión por diversos motivos. En más de 400 casos, los padres ya no estarían más en Estados Unidos. Aunque el gobierno Trump haya adoptado un nuevo curso, debido a la gran indignación pública por las separaciones en la frontera, el cambio de política en nada contribuye a tratar los daños ya causados o proveer medios para remediarlos.
