/ viernes 7 de junio de 2019

Con café y a media luz | “Aunque la mona…”

En un sinfín de ocasiones hemos platicado, usted y yo, gentil amigo lector, acerca de la conducta de un determinado sector de las nuevas generaciones, mismo que se sostiene por dos grandes vicios:

La fragilidad emocional y la holgazanería. Volviendo, a un buen número de miembros de este grupo, en individuos improductivos para la sociedad. Este conjunto ha ido creciendo a tal grado que ya se le considera un segmento de mercado sumamente difícil de satisfacer.

A esta juventud se le ha llamado pomposamente “Ninis”. Es un apelativo que bien pudiera resultar agradable al oído por el uso repetido de una vocal. No obstante, es la abreviatura de la frase “Ni estudia, ni trabaja”. Seguro estoy, que usted y yo los llamamos de otra manera, más sencilla, sí, empero, a la vez, sumamente peyorativa y habrá quien asegure que es violento y agresivo.

Estos “ninis” siempre habían sido observados a través del cristal sociocultural que persiguen los escritos vertidos en este crisol; nunca por el económico, pues es un rubro que debería tocar un profesional especializado en los temas referentes al valor de la moneda y a la relación de los mercados de consumo con este. Sustentado siempre, por todo el andamiaje teórico que su área envuelve.

Hoy, debo hacer una velada excepción, pues este grupo generacional ha dado cuenta de su conducta y percepción de la vida, al poner en “el ojo del huracán” uno de los programas estandarte de la actual administración del Estado Mexicano, encabezada por Andrés Manuel López Obrador, me refiero a “Construyendo el futuro”.

Este proyecto que, en una primera lectura, pudiera representar la oportunidad idónea que, tal vez, muchos de nosotros anhelamos con locura cuando estuvimos en una situación de desempleo o al momento de egresar de las aulas universitarias, hoy se ha vuelto como un nicho de fastidio que obliga a ocuparse, laboralmente hablando, a aquel que durante un buen tiempo estuvo sin hacer alguna actividad.

Y es que, el sector empresarial demanda empleados, asistentes, becarios o como usted guste llamarlos, activos, propositivos, responsables, disciplinados, atentos, trabajadores y tolerantes a la presión del compromiso, el horario y la atención a otros individuos cuando se trata de comercio y, si nos ponemos a reflexionar un poco, todas esas virtudes se contraponen de manera categórica a la fragilidad y holgazanería de las que hablábamos al principio de este escrito. La entrega de hoy la coloco a su amable dispensa, puesto que ya me he topado con tres notas similares a nivel nacional; una proveniente de Veracruz, otra de Tamaulipas y la última de la Ciudad de México, todas ellas con declaraciones similares recogidas de los representantes del sector patronal.

“No les gusta trabajar”, es la frase repetida en los empresarios.

En las respuestas dadas, todos ellos afirman que los muchachos no duraron en el trabajo más del mes e incluso hubo quien solo se presentó el primer día, escuchó las condiciones planteadas como la jornada de ocho horas y no volvieron a ir. El caso que me llamó la atención sobremanera ocurrió en Reynosa, según el empleador, el chamaco llegó y, con suma honestidad o cinismo, según se quiera ver, le dijo “Yo nomás vengo por el dinero, porque no me gusta trabajar”.

Lamentable, grave, preocupante, triste, decepcionante. ¿No cree?

Y no digo, en ningún momento o bajo circunstancia alguna que el programa sea malo, esté mal encauzado, no sea objetivo, varíe de su razón primigenia por la que fue concebido. ¡No! Digo que a un grupo del nicho al que está dirigido no le interesa en lo más mínimo o no le interesará porque se ha acostumbrado a vivir cómodamente con su holgazanería y falta de compromiso y responsabilidad, aunque eso implique tener serias limitantes económicas.

¿Serán los padres de familia que aún solapan los caprichos y berrinches de los hijos que no han querido abandonar su papel de dependientes?, ¿O es la consecuencia de una evolución social enmarcada por un masivo contenido mediático que nada más sirvió de distracción a los jovencitos que hoy debieran formar parte del sector económicamente activo de la sociedad mexicana?

Lo cierto es que estamos en una situación grave ante la poca o nula disposición al trabajo y a la superación de algunos de los representantes de esta nueva generación de mexicanos que, aunque se las pongan en “charola de plata”, prefieren seguir sin trabajar pues “la mona, aunque se vista de seda, ¡mona se queda!”

¡Hasta la próxima!

Y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!

En un sinfín de ocasiones hemos platicado, usted y yo, gentil amigo lector, acerca de la conducta de un determinado sector de las nuevas generaciones, mismo que se sostiene por dos grandes vicios:

La fragilidad emocional y la holgazanería. Volviendo, a un buen número de miembros de este grupo, en individuos improductivos para la sociedad. Este conjunto ha ido creciendo a tal grado que ya se le considera un segmento de mercado sumamente difícil de satisfacer.

A esta juventud se le ha llamado pomposamente “Ninis”. Es un apelativo que bien pudiera resultar agradable al oído por el uso repetido de una vocal. No obstante, es la abreviatura de la frase “Ni estudia, ni trabaja”. Seguro estoy, que usted y yo los llamamos de otra manera, más sencilla, sí, empero, a la vez, sumamente peyorativa y habrá quien asegure que es violento y agresivo.

Estos “ninis” siempre habían sido observados a través del cristal sociocultural que persiguen los escritos vertidos en este crisol; nunca por el económico, pues es un rubro que debería tocar un profesional especializado en los temas referentes al valor de la moneda y a la relación de los mercados de consumo con este. Sustentado siempre, por todo el andamiaje teórico que su área envuelve.

Hoy, debo hacer una velada excepción, pues este grupo generacional ha dado cuenta de su conducta y percepción de la vida, al poner en “el ojo del huracán” uno de los programas estandarte de la actual administración del Estado Mexicano, encabezada por Andrés Manuel López Obrador, me refiero a “Construyendo el futuro”.

Este proyecto que, en una primera lectura, pudiera representar la oportunidad idónea que, tal vez, muchos de nosotros anhelamos con locura cuando estuvimos en una situación de desempleo o al momento de egresar de las aulas universitarias, hoy se ha vuelto como un nicho de fastidio que obliga a ocuparse, laboralmente hablando, a aquel que durante un buen tiempo estuvo sin hacer alguna actividad.

Y es que, el sector empresarial demanda empleados, asistentes, becarios o como usted guste llamarlos, activos, propositivos, responsables, disciplinados, atentos, trabajadores y tolerantes a la presión del compromiso, el horario y la atención a otros individuos cuando se trata de comercio y, si nos ponemos a reflexionar un poco, todas esas virtudes se contraponen de manera categórica a la fragilidad y holgazanería de las que hablábamos al principio de este escrito. La entrega de hoy la coloco a su amable dispensa, puesto que ya me he topado con tres notas similares a nivel nacional; una proveniente de Veracruz, otra de Tamaulipas y la última de la Ciudad de México, todas ellas con declaraciones similares recogidas de los representantes del sector patronal.

“No les gusta trabajar”, es la frase repetida en los empresarios.

En las respuestas dadas, todos ellos afirman que los muchachos no duraron en el trabajo más del mes e incluso hubo quien solo se presentó el primer día, escuchó las condiciones planteadas como la jornada de ocho horas y no volvieron a ir. El caso que me llamó la atención sobremanera ocurrió en Reynosa, según el empleador, el chamaco llegó y, con suma honestidad o cinismo, según se quiera ver, le dijo “Yo nomás vengo por el dinero, porque no me gusta trabajar”.

Lamentable, grave, preocupante, triste, decepcionante. ¿No cree?

Y no digo, en ningún momento o bajo circunstancia alguna que el programa sea malo, esté mal encauzado, no sea objetivo, varíe de su razón primigenia por la que fue concebido. ¡No! Digo que a un grupo del nicho al que está dirigido no le interesa en lo más mínimo o no le interesará porque se ha acostumbrado a vivir cómodamente con su holgazanería y falta de compromiso y responsabilidad, aunque eso implique tener serias limitantes económicas.

¿Serán los padres de familia que aún solapan los caprichos y berrinches de los hijos que no han querido abandonar su papel de dependientes?, ¿O es la consecuencia de una evolución social enmarcada por un masivo contenido mediático que nada más sirvió de distracción a los jovencitos que hoy debieran formar parte del sector económicamente activo de la sociedad mexicana?

Lo cierto es que estamos en una situación grave ante la poca o nula disposición al trabajo y a la superación de algunos de los representantes de esta nueva generación de mexicanos que, aunque se las pongan en “charola de plata”, prefieren seguir sin trabajar pues “la mona, aunque se vista de seda, ¡mona se queda!”

¡Hasta la próxima!

Y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!