/ domingo 18 de febrero de 2024

Café Cultura / Leyendo al poeta: La Gata sobre el Tejado Caliente

El 4 de enero de 2018, el poeta Juan Jesús Aguilar nos dejó su adiós postrero... Días antes había compartido con sus hijos Evaristo y Juan un poemario inédito, para ser leído en la celebración de sus 73 años. Juan Jesús Aguilar nació el 19 de febrero de 1945 en el Puerto de Tampico. Con una poesía a veces conversacional y los ritmos huastecos que retumban muy dentro, celebraba este poeta señero su cumpleaños. Lo celebraba gozoso leyéndose en voz alta para nosotros.

Conocí a Juan Jesús Aguilar como se conoce a los poetas: leyéndose y leyéndole. Y no fue sino hasta enero de 1999, cuando nuestra amistad se significó en un estado de alma común, al enviarme una noche vía email un Primer Poema de tema Gatuno, justo cuando me iniciaba como colaboradora de este importante periódico, con mi columna "de rayos solares". Y se siguieron sucediendo los envíos poéticos... Sin convenciones escriturales, meses después reunió Juan Jesús Aguilar estas inspiraciones en forma de libro, La Gata sobre el Tejado Caliente, y lo llevó a la palestra haciéndose acreedor al Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta 2000.

Ese mismo año en septiembre con mi querido Fernando Mier y Terán, en coedición el Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes y Café Cultura, lanzamos al viento estos maullidos nostalgiosos en un tiraje de mil libros. De esta obra entrañable transcribo tres páginas, y usted quede aquí, Leyendo al Poeta:

“EL CALLEJÓN DEL CHAT... Nadie sabe dónde comienza el Callejón del Chat, pero termina en cualquier lugar, y eso todos lo saben. Puede ser tan largo como el universo y tan ancho como la libertad, lo que se dice muy ufano y muy limitado. Justo al tamaño de la imaginación cúbica de la mitología de los ciegos homéricos. Es un pasillo de gatos; de cachorros jóvenes y viejos que retozan en los desechos de la esperanza y del deseo secular. Nadie sabe bien a bien qué es eso (se siente en los maullidos). Y hay un rincón que mira al cielo, desde donde comienza hasta donde termina el infinito; ahí se han encontrado y se refugian Lulú y Batpoet.

“Lulú es una gata hermosa de ojos grisáceos y olor a jazmín, alguien le puso un cascabel atado al cuello con un listón de papel legal. Batpoet es en realidad un Catpoet de Cheshire encantado por azares del destino (esto es como la existencia del Callejón del Chat). Una noche en que cruzaba el ciberespacio de los corazones solitarios, Batpoet fue tirado de su nube por una brisa de rayos solares que humedeció sus ojos, y esa noche de vuelo sin destino, cayó sobre el tejado caliente de una casa madrileña habitada por una mujer alada de sabor a hechizo con plumas iluminadas por la luna y por Dios, quien era tragada por la gata Lulú de noche en noche…

“Con barbas y voz de Júpiter tonante durante el día en Tampico, entre los hombres mortales con una insaciable sed de inmortalidad, el pequeño Batpoet era un hombre señero inmortal para sí mismo y le secaba una sed de ser mortal. En cuanto se palpó tendido sobre aquel tejado caliente, y después de haber estado en vuelo sobre la altísima mar de aire durante su noche infinita, luego de haber cruzado el océano más pacífico de los Atlantes, se miró en el fondo de los ojos de la mujer alada que buscando a Venus asomaba a su ventana apuntando su vista al cielo, y temeroso de quedar a la deriva, aleteó con dificultad hasta tomar altura y tratar de regresar a su noche, pensando que no debía de haberla traspasado…

“La gata maullaba nostalgiosa adentro de la mujer alada, y era tan clara en su maullar como la luna sacerdotisa de sus noches, y ella no lo sabía. Buscando en almonedas un tesoro se le iba la vida. Metida en una máquina del espacio, un día agobiada de todo, echó al cielo virtual del universo una moneda jugando a la deriva, y aparecieron manos tratando de atraparla, falseando sortilegios, la imagen del Júpiter tonante en un acto de magia, a través de una disolvencia cibernética sin precedente alguno, se transformó en cibervampiro y alzó el vuelo en su día, llegó a la noche de la mujer soñada, se posó eterno en su ventana… y ella la abría… y él penetraba… la inoculaba de su vida inmortal deseoso de morir en el amor de ella…

“Desde entonces, a la hora precisa de su día, él vuela a la nocturna ventana de su amada, y ella la abre, luego se mete bajo las sábanas que la cubren, se adentra en los rincones donde están las sombras más oscuras de sus sueños y brilla hasta la madrugada iluminando el alma de la bella: ase tu talle, navega con sus labios y sus manos por la mar de células, hace su piel si está deshecha, bebe en su cuello y alimenta al murciélago en su pubis, amor de Nosferatu, y cuando llega la otra hora precisa, la del día de ella, ya en su puerto inaugurado por el Sol, cierra las ventanas de su casa y baja las persianas para estar en la nocturna vigilia de su amor en el Callejón del Chat a través de Lulú, la hermosa gata, quien creyéndolo un ratón juega con él, sin saber que los dos se han atrapado en la pasión sin límites.

“Ésta es la más hermosa tragedia de dos cibernautas mutantes, y esa mujer de plumaje lunar con alas se refleja en la serpiente de un río de lágrimas donde desemboca el amar de la mar mediterránea y el Golfo de México que cruza el Atlántico en mi noche sin fin cuando es sin ti”.

ENVÍO: Les esperamos mañana Lunes 19:00 horas, Sala Manuel Enríquez Facultad de Música y Artes UAT.

Participan: Ana Elena Díaz Alejo, Laura Casamitjana, Evaristo Aguilar, Osiris Caballero, Jorge Morenos, Ensamble de Percusiones UAT, y quien esto escribe. La Entrada es libre.

El 4 de enero de 2018, el poeta Juan Jesús Aguilar nos dejó su adiós postrero... Días antes había compartido con sus hijos Evaristo y Juan un poemario inédito, para ser leído en la celebración de sus 73 años. Juan Jesús Aguilar nació el 19 de febrero de 1945 en el Puerto de Tampico. Con una poesía a veces conversacional y los ritmos huastecos que retumban muy dentro, celebraba este poeta señero su cumpleaños. Lo celebraba gozoso leyéndose en voz alta para nosotros.

Conocí a Juan Jesús Aguilar como se conoce a los poetas: leyéndose y leyéndole. Y no fue sino hasta enero de 1999, cuando nuestra amistad se significó en un estado de alma común, al enviarme una noche vía email un Primer Poema de tema Gatuno, justo cuando me iniciaba como colaboradora de este importante periódico, con mi columna "de rayos solares". Y se siguieron sucediendo los envíos poéticos... Sin convenciones escriturales, meses después reunió Juan Jesús Aguilar estas inspiraciones en forma de libro, La Gata sobre el Tejado Caliente, y lo llevó a la palestra haciéndose acreedor al Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta 2000.

Ese mismo año en septiembre con mi querido Fernando Mier y Terán, en coedición el Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes y Café Cultura, lanzamos al viento estos maullidos nostalgiosos en un tiraje de mil libros. De esta obra entrañable transcribo tres páginas, y usted quede aquí, Leyendo al Poeta:

“EL CALLEJÓN DEL CHAT... Nadie sabe dónde comienza el Callejón del Chat, pero termina en cualquier lugar, y eso todos lo saben. Puede ser tan largo como el universo y tan ancho como la libertad, lo que se dice muy ufano y muy limitado. Justo al tamaño de la imaginación cúbica de la mitología de los ciegos homéricos. Es un pasillo de gatos; de cachorros jóvenes y viejos que retozan en los desechos de la esperanza y del deseo secular. Nadie sabe bien a bien qué es eso (se siente en los maullidos). Y hay un rincón que mira al cielo, desde donde comienza hasta donde termina el infinito; ahí se han encontrado y se refugian Lulú y Batpoet.

“Lulú es una gata hermosa de ojos grisáceos y olor a jazmín, alguien le puso un cascabel atado al cuello con un listón de papel legal. Batpoet es en realidad un Catpoet de Cheshire encantado por azares del destino (esto es como la existencia del Callejón del Chat). Una noche en que cruzaba el ciberespacio de los corazones solitarios, Batpoet fue tirado de su nube por una brisa de rayos solares que humedeció sus ojos, y esa noche de vuelo sin destino, cayó sobre el tejado caliente de una casa madrileña habitada por una mujer alada de sabor a hechizo con plumas iluminadas por la luna y por Dios, quien era tragada por la gata Lulú de noche en noche…

“Con barbas y voz de Júpiter tonante durante el día en Tampico, entre los hombres mortales con una insaciable sed de inmortalidad, el pequeño Batpoet era un hombre señero inmortal para sí mismo y le secaba una sed de ser mortal. En cuanto se palpó tendido sobre aquel tejado caliente, y después de haber estado en vuelo sobre la altísima mar de aire durante su noche infinita, luego de haber cruzado el océano más pacífico de los Atlantes, se miró en el fondo de los ojos de la mujer alada que buscando a Venus asomaba a su ventana apuntando su vista al cielo, y temeroso de quedar a la deriva, aleteó con dificultad hasta tomar altura y tratar de regresar a su noche, pensando que no debía de haberla traspasado…

“La gata maullaba nostalgiosa adentro de la mujer alada, y era tan clara en su maullar como la luna sacerdotisa de sus noches, y ella no lo sabía. Buscando en almonedas un tesoro se le iba la vida. Metida en una máquina del espacio, un día agobiada de todo, echó al cielo virtual del universo una moneda jugando a la deriva, y aparecieron manos tratando de atraparla, falseando sortilegios, la imagen del Júpiter tonante en un acto de magia, a través de una disolvencia cibernética sin precedente alguno, se transformó en cibervampiro y alzó el vuelo en su día, llegó a la noche de la mujer soñada, se posó eterno en su ventana… y ella la abría… y él penetraba… la inoculaba de su vida inmortal deseoso de morir en el amor de ella…

“Desde entonces, a la hora precisa de su día, él vuela a la nocturna ventana de su amada, y ella la abre, luego se mete bajo las sábanas que la cubren, se adentra en los rincones donde están las sombras más oscuras de sus sueños y brilla hasta la madrugada iluminando el alma de la bella: ase tu talle, navega con sus labios y sus manos por la mar de células, hace su piel si está deshecha, bebe en su cuello y alimenta al murciélago en su pubis, amor de Nosferatu, y cuando llega la otra hora precisa, la del día de ella, ya en su puerto inaugurado por el Sol, cierra las ventanas de su casa y baja las persianas para estar en la nocturna vigilia de su amor en el Callejón del Chat a través de Lulú, la hermosa gata, quien creyéndolo un ratón juega con él, sin saber que los dos se han atrapado en la pasión sin límites.

“Ésta es la más hermosa tragedia de dos cibernautas mutantes, y esa mujer de plumaje lunar con alas se refleja en la serpiente de un río de lágrimas donde desemboca el amar de la mar mediterránea y el Golfo de México que cruza el Atlántico en mi noche sin fin cuando es sin ti”.

ENVÍO: Les esperamos mañana Lunes 19:00 horas, Sala Manuel Enríquez Facultad de Música y Artes UAT.

Participan: Ana Elena Díaz Alejo, Laura Casamitjana, Evaristo Aguilar, Osiris Caballero, Jorge Morenos, Ensamble de Percusiones UAT, y quien esto escribe. La Entrada es libre.