/ lunes 15 de abril de 2024

El cumpleaños del perro / A 67 años de la muerte de Pedro Infante

Hoy 15 de abril se cumplen 67 años de la muerte del máximo ídolo del cine mexicano. De vivir Pedro Infante tendría 107 años. Pero Pedrito (llamado así por su generacional público) cumplimentó las palabras de Jorge Luis Borges: murió como deben morir los héroes: jóvenes.

La fecha del 15 de abril es de esas fechas paralelas al calendario oficial que el pueblo no destierra de su memoria. La historia de su trágica muerte en un avionazo, la mañana de aquel abril de 1957, en Yucatán, ha pasado a formar parte del dominio público. Incluso, se cantó por años un estribillo que me parece rezaba así:

“Pedro Infante ya murió,

estrellado en un avión,

María Luisa le lloró;

cuántas velas le prendió:

una, dos, tres, cuatro,

por la calle veinticuatro,

una vieja mató un gato…”

Transmitidas semana a semana, año tras año por televisión, las películas del ídolo Infante han renovado sus audiencias en al menos cinco generaciones. Personajes como el carpintero Pepe El Toro, el motociclista Pedro Chávez de A.T.M y ¿Qué te ha dado esa Mujer?, el indio Tizoc que se enamora de la Doña, pasando por el sumiso Silvano Martínez de la Garza, hijo de ese padre “oveja negra” (Fernando Soler) en No desearás la mujer de tu Hijo, han pasado a formar parte de la memoria de ancianos, jóvenes y hasta niños. Las películas de Pedro Infante tienen un halo especial. A pesar de su limitada capacidad histriónica y su voz edulcorada, Pedro Infante consiguió llegarle a la gente con esa gracia, con ese ángel indiscutible que poseía. Era un tipo que en la pantalla digamos caía bien. No cargaba (o no se le notaba al menos) la pedantería de un Jorge Negrete o un Pedro Armendáriz.

No es atrevido apuntar que Pedro (Pedrito) forma parte de la familia mexicana. La radio también participa en el sostén de la leyenda. Sus canciones son tocadas constantemente y, por ejemplo, la versión de Las Mañanitas es la “oficial”, la más recurrida por los cumpleañeros en cada aniversario. Aún más: cuando vemos, en las carreteras o en las calles, a un par de agentes de tránsito en motocicleta, pensamos de inmediato en Pedro Infante y Luis Aguilar montados en sus motocicletas.

Ahora, las películas de Pedro Infante (el actor mexicano que obtuvo el Oso de Plata en el festival de cine de Berlín por Mejor Actor en el 57, premio que le arrebató al mismísimo Marlon Brando) se encuentran a disposición, gracias a las plataformas de streaming. Algunas de ellas son: Los tres García, Vuelven los García, Escuela de música, Escuela de rateros, Los tres huastecos (pésele a quien le pese: la referencia más conocida a nivel nacional sobre la huasteca tamaulipeca), La oveja negra, Las mujeres de mi general, ¡Mexicanos al Grito de Guerra!, Escuela de vagabundos (quizá junto a El rey del barrio, de Tin Tan, la comedia más deliciosa del cine mexicano), Un rincón cerca del cielo, entre otros títulos.

Las películas de Pedro Infante siguen vigentes porque la personalidad del actor, lo mismo que las historias que interpretó le llegaron a la gente, al pueblo mismo. Y eso, al parecer, fue su pasaporte a la inmortalidad…

Hoy 15 de abril se cumplen 67 años de la muerte del máximo ídolo del cine mexicano. De vivir Pedro Infante tendría 107 años. Pero Pedrito (llamado así por su generacional público) cumplimentó las palabras de Jorge Luis Borges: murió como deben morir los héroes: jóvenes.

La fecha del 15 de abril es de esas fechas paralelas al calendario oficial que el pueblo no destierra de su memoria. La historia de su trágica muerte en un avionazo, la mañana de aquel abril de 1957, en Yucatán, ha pasado a formar parte del dominio público. Incluso, se cantó por años un estribillo que me parece rezaba así:

“Pedro Infante ya murió,

estrellado en un avión,

María Luisa le lloró;

cuántas velas le prendió:

una, dos, tres, cuatro,

por la calle veinticuatro,

una vieja mató un gato…”

Transmitidas semana a semana, año tras año por televisión, las películas del ídolo Infante han renovado sus audiencias en al menos cinco generaciones. Personajes como el carpintero Pepe El Toro, el motociclista Pedro Chávez de A.T.M y ¿Qué te ha dado esa Mujer?, el indio Tizoc que se enamora de la Doña, pasando por el sumiso Silvano Martínez de la Garza, hijo de ese padre “oveja negra” (Fernando Soler) en No desearás la mujer de tu Hijo, han pasado a formar parte de la memoria de ancianos, jóvenes y hasta niños. Las películas de Pedro Infante tienen un halo especial. A pesar de su limitada capacidad histriónica y su voz edulcorada, Pedro Infante consiguió llegarle a la gente con esa gracia, con ese ángel indiscutible que poseía. Era un tipo que en la pantalla digamos caía bien. No cargaba (o no se le notaba al menos) la pedantería de un Jorge Negrete o un Pedro Armendáriz.

No es atrevido apuntar que Pedro (Pedrito) forma parte de la familia mexicana. La radio también participa en el sostén de la leyenda. Sus canciones son tocadas constantemente y, por ejemplo, la versión de Las Mañanitas es la “oficial”, la más recurrida por los cumpleañeros en cada aniversario. Aún más: cuando vemos, en las carreteras o en las calles, a un par de agentes de tránsito en motocicleta, pensamos de inmediato en Pedro Infante y Luis Aguilar montados en sus motocicletas.

Ahora, las películas de Pedro Infante (el actor mexicano que obtuvo el Oso de Plata en el festival de cine de Berlín por Mejor Actor en el 57, premio que le arrebató al mismísimo Marlon Brando) se encuentran a disposición, gracias a las plataformas de streaming. Algunas de ellas son: Los tres García, Vuelven los García, Escuela de música, Escuela de rateros, Los tres huastecos (pésele a quien le pese: la referencia más conocida a nivel nacional sobre la huasteca tamaulipeca), La oveja negra, Las mujeres de mi general, ¡Mexicanos al Grito de Guerra!, Escuela de vagabundos (quizá junto a El rey del barrio, de Tin Tan, la comedia más deliciosa del cine mexicano), Un rincón cerca del cielo, entre otros títulos.

Las películas de Pedro Infante siguen vigentes porque la personalidad del actor, lo mismo que las historias que interpretó le llegaron a la gente, al pueblo mismo. Y eso, al parecer, fue su pasaporte a la inmortalidad…