/ jueves 11 de abril de 2024

El cumpleaños del perro / Cine español contemporáneo: La influencia, de Pedro Aguilera

En una entrevista en 2017, Pedro Aguilera (San Sebastián, 1977), uno de los directores más interesantes del cine español contemporáneo, declaró: “"¿Qué significa hacer películas?

El cine ha entrado en ese flujo. Nos hemos convertido en una película de Godard. Es como “Código desconocido”, de Haneke. El cine es todo y es nada. Una película de los Dardenne o de Fernando León de Aranoa puede ser más real que un vídeo que te manda tu madre. El audiovisual es como una cinta de Moebius, en la que nada empieza ni acaba. Por eso todo es ficción".

En su ópera prima “La influencia”/ 2007, Pedro Aguilera le apuesta a un discurso minimalista, sugerente y perturbador. Es de todos sabido que toda primera obra es una esponja de influencias y recalentados de estilos ajenos, y no en balde Aguilera deja permear a su mentor Carlos Reygadas (“Japón”, “Batalla en el cielo”, “Luz silenciosa”), de quien ha sido colaborador.

Sin el manierismo postizo de Reygadas, en “La influencia” Pedro Aguilera intenta construir un relato dramático sobre el deterioro de la vida familiar de una mujer (Paloma Morales), madre de dos hijos, quien irá viendo que su patrimonio material y emocional se diluirá en una rutina pasmosa.

Si en filmes de contención dramática (“Grbavica”, “Con las alas rotas”), donde madres solteras o jefas de familia luchan contra adversidades sociopolíticas, en “La influencia” el retiro de la voluntad o la apatía de la señora Rivero es inquietante.

La creación de una atmósfera de hastío, de resignación y de coraje asfixiado que le inyecta Aguilera a su filme, justifica ciertas torpezas en el delineamiento de los personajes de la hija (Jimena Alba Jiménez) y de su hermano (Romeo Manzanedo).

Con precisos esbozos sociológicos (la señora Rivero es propietaria de una tienda de cosméticos que después pierde), “La influencia” pareciera que prepara a sus personajes para un vaivén de desempleo más que material moral.

A veces más próximo a Kaurismaki que a Bresson, Pedro Aguilera no cierra pinzas: los personajes tienen siempre alguna puerta abierta no para escapar sino para asomarse al mundo de otros, por ello la relación de la madre con sus hijos es, quizás, la única respuesta que da Aguilera a estos seres vacíos, etéreos.

Recuerdo un verso de la poeta tampiqueña Gloria Gómez Guzmán: “Yo elegí perder mi propia guerra personal”, bien cabría en el personaje central de este filme…

En una entrevista en 2017, Pedro Aguilera (San Sebastián, 1977), uno de los directores más interesantes del cine español contemporáneo, declaró: “"¿Qué significa hacer películas?

El cine ha entrado en ese flujo. Nos hemos convertido en una película de Godard. Es como “Código desconocido”, de Haneke. El cine es todo y es nada. Una película de los Dardenne o de Fernando León de Aranoa puede ser más real que un vídeo que te manda tu madre. El audiovisual es como una cinta de Moebius, en la que nada empieza ni acaba. Por eso todo es ficción".

En su ópera prima “La influencia”/ 2007, Pedro Aguilera le apuesta a un discurso minimalista, sugerente y perturbador. Es de todos sabido que toda primera obra es una esponja de influencias y recalentados de estilos ajenos, y no en balde Aguilera deja permear a su mentor Carlos Reygadas (“Japón”, “Batalla en el cielo”, “Luz silenciosa”), de quien ha sido colaborador.

Sin el manierismo postizo de Reygadas, en “La influencia” Pedro Aguilera intenta construir un relato dramático sobre el deterioro de la vida familiar de una mujer (Paloma Morales), madre de dos hijos, quien irá viendo que su patrimonio material y emocional se diluirá en una rutina pasmosa.

Si en filmes de contención dramática (“Grbavica”, “Con las alas rotas”), donde madres solteras o jefas de familia luchan contra adversidades sociopolíticas, en “La influencia” el retiro de la voluntad o la apatía de la señora Rivero es inquietante.

La creación de una atmósfera de hastío, de resignación y de coraje asfixiado que le inyecta Aguilera a su filme, justifica ciertas torpezas en el delineamiento de los personajes de la hija (Jimena Alba Jiménez) y de su hermano (Romeo Manzanedo).

Con precisos esbozos sociológicos (la señora Rivero es propietaria de una tienda de cosméticos que después pierde), “La influencia” pareciera que prepara a sus personajes para un vaivén de desempleo más que material moral.

A veces más próximo a Kaurismaki que a Bresson, Pedro Aguilera no cierra pinzas: los personajes tienen siempre alguna puerta abierta no para escapar sino para asomarse al mundo de otros, por ello la relación de la madre con sus hijos es, quizás, la única respuesta que da Aguilera a estos seres vacíos, etéreos.

Recuerdo un verso de la poeta tampiqueña Gloria Gómez Guzmán: “Yo elegí perder mi propia guerra personal”, bien cabría en el personaje central de este filme…