/ domingo 28 de abril de 2024

El cumpleaños del perro / El cine de Jodorowsky

El cine de Jodorowsky es una de las antesalas del averno moral. Es el delirio de rosas ácidas, galope sempiterno de rocines ebrios de magia trastornada.

Jodoroswky no pregona, enjuicia a la estética con armas abyectas: el escándalo, la batahola, el kitsch.

El cine de Jodorowsky es peregrinación de albedríos humillados por el desquicio, la sinrazón, por la bondad empolvada por insomnios eyaculados de locuras derruidas en la desmemoria de los Lumiere, de Mélies y de Marceau.

Jodorowsky arde/ alarde/ tarde en la intemporalidad de un Cronos arrumbado en las avenidas de los géneros.

Jodorowsky savia/ sabia/ sepia/ a colores de los ornamentos/ armamentos del encuadre, de la alteración sonora.

Para Jodorowsky el cine no es un arma, más bien es la bala rala que jala - entre alas - la libertad creativa.

El cine de Jodorowsky es chafa/ gacho/ rancio/ chocho porque es la única manera de irritar- excitar- maltratar a la realidad.

Surrealista/ verista/ nihilista/ panteísta/ narcisista/ sofista/ zen/ gen/ tren vehículo visual: el cine de Jodororwsky es un homenaje al instante podrido que ni Goethe, ni Heráclito se dignaron recoger.

El cine de Jodorowsky es apuesta/ apesta/ orquesta de esta aquella estrella viuda de cielos luminosos. Es la reencarnación de lo magro, lo agrio; es milagro, es magia.

El biopic dice que Jodorowsky es autor de algunas novelas (“El loro de las siete lenguas”, “Las ansias carnívoras de la nada”, “Donde mejor canta un pájaro”, “El niño del jueves negro” y “Albina y los hombres perro”) que han sido traducidas a una veintena de idiomas. Además, ha creado técnicas o métodos a los cuales nombró como “psicomagia” (encauzada en la sanación espiritual y psicológica del practicante y que toma bases del chamanismo, el psicoanálisis, el tarot y el teatro) y como “psicogenealogía”, que es un si9stema de episodios psicomágicos hincados en el árbol genealógico de quien analizan para curar los patrones de traumas inconscientes. De hecho, Jodorowsky llamó como psicotrance al proceso que vivió por la muerte de su primer hijo en los años setenta y que, según él mismo cuenta, fue motivado por la única palabra que le espetó su guía y gurú Ejo Takata: “duele”, dándole a entender que la muerte de su adorado hijo tenía que dolerle porque era una pérdida irrecuperable.

También se anota en sus líneas autobiográficas que Jodorowsky es experto en el tarot, acorde a los preceptos de esoteristas célebres como Elipha Levi y los rosacruces. Amén que convenció al beatle George Harrison para que protagonizara en 1973 “La montaña sagrada”, pero que Harrison rechazó (ante el enojo de Jodorowsky) porque en una escena se mostraba un plano cerrado a su ano.

Cualquiera de los ocho largometrajes de Alejandro Jodorowsky contiene su estilo, obsesiones, cosmogonías, pensamiento y estética. Tomemos, para fines de la presente entrega, “Santa sangre” dirigida en 1989 y estrenada en el 90: El Joven/ Axel Jodorowsky está internado en un manicomio. Su habitación tiene por decoración un árbol sin ramas. Sus compañeros son mongoloides. Una tarde salen todos al cine, guiados por un pachuco, al ritmo del mambo Lupita. Llegan a la zona roja.

El Joven se escapa. Flash back: el Niño cirquero/ Adán Jodorowsky presencia cómo su madre/ Blanca Guerra sorprende a su marido/ Guy Stockwell con la amante/ Thelma Tixou, y es mutilada de ambos brazos por aquél.

Presente. El Joven encuentra a su madre sin brazos. Ella encabeza la secta de la Santa Sangre. Ambos se hacen cómplices gore; él es los brazos de su madre. Ella lo obliga a matar mujeres que después entierra en el patio de la casa. Con toda la voz fílmica de que es capaz, Alejandro Jodorowsky “Santa sangre”, hablada en inglés, con actores mexicanos y musicalizada con piezas de mambo, de Agustín Lara, Gabriel Ruiz, canto nuevo, cha-cha-chá, así como rutinas de mímicas de Marcel Marceau.

Contada en versión de melodrama barato, sentimentalón y con reminiscencias evidentes de los cines de Juan Orol (en su periodo mexicano), Federico Fellini, Roman Polanski, Víctor Manuel “El Güero” Castro, Wes Craven, John Carpenter, “Santa sangre” es un ejercicio fílmico summa de las obsesiones vitales de Jodorowsky: el zen, la ouija, la religión, la metafísica, el plano astral, el pop, el folclor.

Autor de imágenes insólitas y muchas de las veces naïf (un águila planeando por el Zócalo al ritmo del mambo Caballo Negro, el cortejo fúnebre de un elefante en pleno Centro Histórico defeño, pegasos saliendo de las sepulturas del patio), el chileno mantiene en Santa Sangre una línea de ruptura diseñada desde “Fando y Lis”/ 1967 y “El Topo”/ 1969: un cine de significados esotéricos, litúrgicos, donde el guiño a la zona espiritual colinda con lo grotesco (el referido kitsch) y la teatralidad de la vida según John Ford, Darío Fo, Don Siegel, Darío Argento y Arturo Ripstein.

A ojos de espectador ajeno al cine del chileno Alejandro Jodorowsky, “Santa sangre” puede parecer una guasa, un experimento intelectual del cine más fútil, lo cierto es que la obra de Jodorowski en el séptimo arte es honesto, fiel a él mismo. No acepta términos medios.

Si el tiempo de escandalizar en el arte hace años que pasó, ¿qué cosa queda para un inconforme como Jodorowsky? Hurgar en esa virgen impúdica que es la memoria para establecer la premisa anfibia del artista: exteriorizar los abismos del hombre.

Para acercarse al cine de Jodorowsky hay que hacerlo desde lo sencillo. Quizá allí radique el secreto para entender lo complejo: el arte se teje no con hilos de acero, sino con telarañas de sensaciones, de emociones.

Para quien tenga la curiosidad de ver “Santa sangre” se encuentra disponible con acceso libre en la youtube…

El cine de Jodorowsky es una de las antesalas del averno moral. Es el delirio de rosas ácidas, galope sempiterno de rocines ebrios de magia trastornada.

Jodoroswky no pregona, enjuicia a la estética con armas abyectas: el escándalo, la batahola, el kitsch.

El cine de Jodorowsky es peregrinación de albedríos humillados por el desquicio, la sinrazón, por la bondad empolvada por insomnios eyaculados de locuras derruidas en la desmemoria de los Lumiere, de Mélies y de Marceau.

Jodorowsky arde/ alarde/ tarde en la intemporalidad de un Cronos arrumbado en las avenidas de los géneros.

Jodorowsky savia/ sabia/ sepia/ a colores de los ornamentos/ armamentos del encuadre, de la alteración sonora.

Para Jodorowsky el cine no es un arma, más bien es la bala rala que jala - entre alas - la libertad creativa.

El cine de Jodorowsky es chafa/ gacho/ rancio/ chocho porque es la única manera de irritar- excitar- maltratar a la realidad.

Surrealista/ verista/ nihilista/ panteísta/ narcisista/ sofista/ zen/ gen/ tren vehículo visual: el cine de Jodororwsky es un homenaje al instante podrido que ni Goethe, ni Heráclito se dignaron recoger.

El cine de Jodorowsky es apuesta/ apesta/ orquesta de esta aquella estrella viuda de cielos luminosos. Es la reencarnación de lo magro, lo agrio; es milagro, es magia.

El biopic dice que Jodorowsky es autor de algunas novelas (“El loro de las siete lenguas”, “Las ansias carnívoras de la nada”, “Donde mejor canta un pájaro”, “El niño del jueves negro” y “Albina y los hombres perro”) que han sido traducidas a una veintena de idiomas. Además, ha creado técnicas o métodos a los cuales nombró como “psicomagia” (encauzada en la sanación espiritual y psicológica del practicante y que toma bases del chamanismo, el psicoanálisis, el tarot y el teatro) y como “psicogenealogía”, que es un si9stema de episodios psicomágicos hincados en el árbol genealógico de quien analizan para curar los patrones de traumas inconscientes. De hecho, Jodorowsky llamó como psicotrance al proceso que vivió por la muerte de su primer hijo en los años setenta y que, según él mismo cuenta, fue motivado por la única palabra que le espetó su guía y gurú Ejo Takata: “duele”, dándole a entender que la muerte de su adorado hijo tenía que dolerle porque era una pérdida irrecuperable.

También se anota en sus líneas autobiográficas que Jodorowsky es experto en el tarot, acorde a los preceptos de esoteristas célebres como Elipha Levi y los rosacruces. Amén que convenció al beatle George Harrison para que protagonizara en 1973 “La montaña sagrada”, pero que Harrison rechazó (ante el enojo de Jodorowsky) porque en una escena se mostraba un plano cerrado a su ano.

Cualquiera de los ocho largometrajes de Alejandro Jodorowsky contiene su estilo, obsesiones, cosmogonías, pensamiento y estética. Tomemos, para fines de la presente entrega, “Santa sangre” dirigida en 1989 y estrenada en el 90: El Joven/ Axel Jodorowsky está internado en un manicomio. Su habitación tiene por decoración un árbol sin ramas. Sus compañeros son mongoloides. Una tarde salen todos al cine, guiados por un pachuco, al ritmo del mambo Lupita. Llegan a la zona roja.

El Joven se escapa. Flash back: el Niño cirquero/ Adán Jodorowsky presencia cómo su madre/ Blanca Guerra sorprende a su marido/ Guy Stockwell con la amante/ Thelma Tixou, y es mutilada de ambos brazos por aquél.

Presente. El Joven encuentra a su madre sin brazos. Ella encabeza la secta de la Santa Sangre. Ambos se hacen cómplices gore; él es los brazos de su madre. Ella lo obliga a matar mujeres que después entierra en el patio de la casa. Con toda la voz fílmica de que es capaz, Alejandro Jodorowsky “Santa sangre”, hablada en inglés, con actores mexicanos y musicalizada con piezas de mambo, de Agustín Lara, Gabriel Ruiz, canto nuevo, cha-cha-chá, así como rutinas de mímicas de Marcel Marceau.

Contada en versión de melodrama barato, sentimentalón y con reminiscencias evidentes de los cines de Juan Orol (en su periodo mexicano), Federico Fellini, Roman Polanski, Víctor Manuel “El Güero” Castro, Wes Craven, John Carpenter, “Santa sangre” es un ejercicio fílmico summa de las obsesiones vitales de Jodorowsky: el zen, la ouija, la religión, la metafísica, el plano astral, el pop, el folclor.

Autor de imágenes insólitas y muchas de las veces naïf (un águila planeando por el Zócalo al ritmo del mambo Caballo Negro, el cortejo fúnebre de un elefante en pleno Centro Histórico defeño, pegasos saliendo de las sepulturas del patio), el chileno mantiene en Santa Sangre una línea de ruptura diseñada desde “Fando y Lis”/ 1967 y “El Topo”/ 1969: un cine de significados esotéricos, litúrgicos, donde el guiño a la zona espiritual colinda con lo grotesco (el referido kitsch) y la teatralidad de la vida según John Ford, Darío Fo, Don Siegel, Darío Argento y Arturo Ripstein.

A ojos de espectador ajeno al cine del chileno Alejandro Jodorowsky, “Santa sangre” puede parecer una guasa, un experimento intelectual del cine más fútil, lo cierto es que la obra de Jodorowski en el séptimo arte es honesto, fiel a él mismo. No acepta términos medios.

Si el tiempo de escandalizar en el arte hace años que pasó, ¿qué cosa queda para un inconforme como Jodorowsky? Hurgar en esa virgen impúdica que es la memoria para establecer la premisa anfibia del artista: exteriorizar los abismos del hombre.

Para acercarse al cine de Jodorowsky hay que hacerlo desde lo sencillo. Quizá allí radique el secreto para entender lo complejo: el arte se teje no con hilos de acero, sino con telarañas de sensaciones, de emociones.

Para quien tenga la curiosidad de ver “Santa sangre” se encuentra disponible con acceso libre en la youtube…