El juego de ajedrez es una arquitectura de intuiciones razonadas. Es decir, el movimiento de cada pieza en el tablero se sujeta al imperio del designio, de la anticipación. Jugar es vivir una ficción. Y el ajedrez, de alguna manera, es una ficción que demuestra que la vida también es asunto de juego, de rol, de interpretación.
Igualmente, el cine es un juego (recordar la palabra play en inglés cuya una de sus acepciones es actuar). Y todo juego implica acción.
Para Marcel Sisniega (28 de julio de 1959-19 de enero de 2013) el ajedrez, como el cine, se trató de una articulación de acciones que tenían el fin no de ganar sino de establecer algo más extraño y por demás sencillo aunque parezca lo más complicado: la vida es un juego sobre un tablero cuadrangular llamado destino.
El cine es un territorio visual en paralelogramo donde las piezas que la conforman (guion, actuaciones, fotografía) deben ser movidas con intuición, inteligencia y emotividad. Y eso, al parecer, fue una actividad que Marcel Sisniega entendió a la perfección. Porque el cine que realizó Sisniega estuvo sujeto a la esencialidad del ajedrez, de la cual fue un notable maestro, yo diría genio: el “cálculo”, pero no en términos de las matemáticas sino de su etimología: piedra donde se esculpe una historia, la humana, la íntima y contradictoria.
Las películas de Marcel Sisniega trataron sobre personajes que se movían en diferentes tableros: el azar existencial, como en “A través del silencio”, o de la ambición como en “Libre de culpas”, quizás sus filmes más celebrados, o en la mitificación de la existencia humana ante los fantasmas y miedos de nuestros actos como en su filme “Las arenas negras”.
Se podría afirmar que el cine de Marcel Sisniega atiende a personajes más que confusos o al borde de sus miserias morales a seres derrotados cumpliendo, quizá, de este modo, lo que alguna vez dijo en una entrevista que le interesaba el ajedrez, cito: “como el intento de entender mejor la causa de las derrotas”.
No se trata de hacer un recuento de su filmografía completa, la cual fue de una decena de películas, sino más bien apuntar que se trató, a mí me lo parece, de una extensión de su preocupación y ocupación de escritor y máster de ajedrez (Gran Maestro Internacional por la FIDE en 1992), porque, hay que hacer notar, Marcel Sisniega le dio al cine y al ajedrez, inteligencia, imaginación y, sobre todo, innovación. Y precisamente, termino con esta palabra: innovación, que significa creación y, una de sus innovaciones fue la creación de la Escuela Veracruzana de Cine de Luis Buñuel, en Xalapa, que sin duda es una carta de amor al cine mismo y a su apetito evidente de conocimiento y de ejercicio de la imaginación…
El cine es un territorio visual en paralelogramo donde las piezas que la conforman (guion, actuaciones, fotografía) deben ser movidas con intuición, inteligencia y emotividad. Y eso, al parecer, fue una actividad que Marcel Sisniega entendió a la perfección