/ miércoles 31 de enero de 2024

El cumpleaños del perro | El productor de cine Alfredo Ripstein

Si el cine en México ha existido es porque ha habido hombres que han creído en él, que han invertido dinero y ganas, a sabiendas que la recuperación o es tardía o puede no darse satisfactoriamente.

Manuel Barbachano Ponce, Pedro Galindo, Guillermo Calderón, Antonio Matouk, Raúl de Anda; Sergio Grovas, Gregorio Wallerstein y don Alfredo Ripstein han sido los Ulises Odiseos que han navegado por las aguas míticas de una cinematografía, la mexicana, que la mayoría de las veces ha escuchado cantos de sirenas paralizantes.

Este último, Alfredo Risptein (1916-2007) fue el ejemplo del productor de cine que vio al séptimo arte como lo que es: diversión, negocio, expresión artística.

Padre del famoso y prestigioso cineasta Arturo Ripstein (El lugar sin límites, Cadena perpetua, Mentiras piadosas), Alfredo Ripstein se distinguió por promover un cine diverso, popular, exquisito. En su filmografía como productor lo mismo están filmes de Pedro Infante (Cartas marcadas), melodramones taquilleros (Mi esposa y la otra, Orquídeas para mi esposa), cintas cómicas con Adalberto Martínez Resortes (a quien debutó en el cine con Cadenas de mentiras e impulsó con Soy un golfo, Hora y media de balazos, Policías y ladrones y El aviador fenómeno), y filmes de aventuras (El renegado blanco, con el aún no valorado Fernando Méndez, y Una bala es mi testigo).

Sin embargo, lo notorio de Alfredo Ripstein en su labor como productor en más de 100 cintas fue la de impulsar a directores jóvenes. Ningún productor mexicano les dio tanto apoyo como el señor Ripstein. Así, con él debutó su hijo Arturo (Tiempo de morir), proyectó a Alberto Isaac (Las visitaciones del diablo) y a Sergio Véjar (La muerte es puntual), franqueó al tuxpeño Jorge Fons en su extraña incursión en el western (5000 dólares de recompensa), cobijó a José El Perro Estrada en dos filmes para niños (Chabelo y Pepito contra los monstruos y Chabelo y Pepito detectives), amén de que ya lo había hecho, en este género, con Alejandro Galindo en Pepito y la lámpara maravillosa (también con Chabelo).

Como cinéfilo uno espera del productor la mirada mercenaria, monetaria casi exclusivamente, pero ante hombres de cine como Alfredo Ripstein no queda más remedio que bajar la cabeza y aceptar que la pasión por una actividad produce obras de exigencias altas. En este tenor, la mirada, la sapiencia de Alfredo Ripstein para incorporar a escritores de renombre al cine fue única: Gabriel García Márquez, Vicente Leñero, José Revueltas, Elena Garro, Jorge Ibargüengoitia, Emilio Carballido, Juan de la Cabada, Sergio Magaña, Sergio Galindo, Sara Sefchovich y, sobre todo, al Premio Nobel de Literatura Naguib Mahfouz, a quien -se ha dicho- prácticamente dio a conocer en México a través de los filmes Principio y fin y El callejón de los milagros.

Las últimas producciones de Alfredo Ripstein fueron verdaderos éxitos de taquilla y crítica, binomio a veces inalcanzable: ¿Quién diablos es Juiliette?/ 1997, debut como director del cinefotógrafo Carlos Marcovich, Otilia Rauda/ 2000, de Dana Rtoberg, y El crimen del padre Amaro/ 2002, de Carlos Carrera...

Si el cine en México ha existido es porque ha habido hombres que han creído en él, que han invertido dinero y ganas, a sabiendas que la recuperación o es tardía o puede no darse satisfactoriamente.

Manuel Barbachano Ponce, Pedro Galindo, Guillermo Calderón, Antonio Matouk, Raúl de Anda; Sergio Grovas, Gregorio Wallerstein y don Alfredo Ripstein han sido los Ulises Odiseos que han navegado por las aguas míticas de una cinematografía, la mexicana, que la mayoría de las veces ha escuchado cantos de sirenas paralizantes.

Este último, Alfredo Risptein (1916-2007) fue el ejemplo del productor de cine que vio al séptimo arte como lo que es: diversión, negocio, expresión artística.

Padre del famoso y prestigioso cineasta Arturo Ripstein (El lugar sin límites, Cadena perpetua, Mentiras piadosas), Alfredo Ripstein se distinguió por promover un cine diverso, popular, exquisito. En su filmografía como productor lo mismo están filmes de Pedro Infante (Cartas marcadas), melodramones taquilleros (Mi esposa y la otra, Orquídeas para mi esposa), cintas cómicas con Adalberto Martínez Resortes (a quien debutó en el cine con Cadenas de mentiras e impulsó con Soy un golfo, Hora y media de balazos, Policías y ladrones y El aviador fenómeno), y filmes de aventuras (El renegado blanco, con el aún no valorado Fernando Méndez, y Una bala es mi testigo).

Sin embargo, lo notorio de Alfredo Ripstein en su labor como productor en más de 100 cintas fue la de impulsar a directores jóvenes. Ningún productor mexicano les dio tanto apoyo como el señor Ripstein. Así, con él debutó su hijo Arturo (Tiempo de morir), proyectó a Alberto Isaac (Las visitaciones del diablo) y a Sergio Véjar (La muerte es puntual), franqueó al tuxpeño Jorge Fons en su extraña incursión en el western (5000 dólares de recompensa), cobijó a José El Perro Estrada en dos filmes para niños (Chabelo y Pepito contra los monstruos y Chabelo y Pepito detectives), amén de que ya lo había hecho, en este género, con Alejandro Galindo en Pepito y la lámpara maravillosa (también con Chabelo).

Como cinéfilo uno espera del productor la mirada mercenaria, monetaria casi exclusivamente, pero ante hombres de cine como Alfredo Ripstein no queda más remedio que bajar la cabeza y aceptar que la pasión por una actividad produce obras de exigencias altas. En este tenor, la mirada, la sapiencia de Alfredo Ripstein para incorporar a escritores de renombre al cine fue única: Gabriel García Márquez, Vicente Leñero, José Revueltas, Elena Garro, Jorge Ibargüengoitia, Emilio Carballido, Juan de la Cabada, Sergio Magaña, Sergio Galindo, Sara Sefchovich y, sobre todo, al Premio Nobel de Literatura Naguib Mahfouz, a quien -se ha dicho- prácticamente dio a conocer en México a través de los filmes Principio y fin y El callejón de los milagros.

Las últimas producciones de Alfredo Ripstein fueron verdaderos éxitos de taquilla y crítica, binomio a veces inalcanzable: ¿Quién diablos es Juiliette?/ 1997, debut como director del cinefotógrafo Carlos Marcovich, Otilia Rauda/ 2000, de Dana Rtoberg, y El crimen del padre Amaro/ 2002, de Carlos Carrera...