/ domingo 18 de febrero de 2024

El cumpleaños del perro / El Santo, a cuatro décadas de su ausencia

El 30 de octubre de 2017, fecha en que se cumplía un siglo del nacimiento del luchador El Santo, El enmascarado de plata, se movieron en las redes sociales fanáticos de este ícono del deporte y del cine mexicano para que la Cineteca Nacional le brindara un homenaje mediante un ciclo de sus filmes más representativos.

El entonces director la Cineteca, Alejandro Pelayo (quien actualmente sigue en el mismo cargo), se negó de manera tajante, y declaró: “El del Santo, hay que ser muy honestos, no es un buen cine, es kitsch, no es un cine que nosotros queramos pasar, fue muy comercial, muy popular, pero no son buenas películas. (…) Nos da mucho gusto El Santo, pero nosotros proyectamos otras cosas, como un ciclo de Ismael Rodríguez, porque ahí sí hablamos de buenas películas. El de El Santo es cine popular y no marcó ningún hito; es decir, las luchas siempre fueron muy populares, creo que comenzaron en la Arena México, pero esas películas se realizaron principalmente en los sesenta, una década muy mala para el cine mexicano. No desconozco su importancia, pero no es una importancia que tenga que ver con el cine de calidad. No tiene que ver con el cine que promueve la Cineteca, es uno que tuvo mucho éxito, pero no deja de ser un cine comercial y de mala calidad; vamos, ¡se veían los alambritos!, entonces es un cine que ni siquiera podemos tomar en serio, porque la Cineteca es parte de la Secretaría de Cultura, no de Comercio o Economía; es como cuando curas una exposición en una galería, en un museo, así nosotros tratamos de rescatar solo lo mejor del cine mexicano. Tan popular como El Santo también el cine de ficheras y no vamos a homenajearlos”.

Por todo el “escándalo” anterior, la Cineteca se vio presionada por la opinión pública a exhibir alguna película de El Santo. Y fue el 28 de diciembre de ese mismo año, 2017, que programaron la versión restaurada de “Santo contra los hombres infernales”, filmada en Cuba en 1959, a pocos meses antes de la Revolución Cubana. El productor fue Jorge García Besné y fue su nieta, Viviana García Besné, quien impulsó dicha restauración y, por consiguiente, la tan esperada proyección de una película de la máxima figura de la lucha libre mexicana.

Ahora, si nos referimos a Rodolfo Guzmán Huerta (nacido el 23 de septiembre de 1917 en Tulancingo, Hidalgo), quizá no tengamos en la memoria la imagen de alguien conocido, pero si nos dicen que se trata del hombre que usó la máscara plateada bajo el mote de El Santo, la referencia se trasladaría quizás a un simple “oh”.

El Santo, El enmascarado de plata, fue una de las figuras más rutilantes del arte de la lucha libre. De las arenas, geodesias donde la catarsis se transforma en grito, surgen exclamaciones guturales y mentadas que acarician al espectador más hierático. (La lucha libre significa, para algunos mexicanos, un espacio de fantasía, de olvido, de evasión.) De ese ámbito de exaltación sociológica es que El Santo surgió a la fama.

Aclamado, izado en el limbo del deporte y el espectáculo, El Santo pronto empezó a ser atractivo para el cine. Sin embargo, llama la atención que no fue El Santo el protagonista de la primera cinta abiertamente alusiva a él y al género de “cine de luchadores”: El Enmascarado de Plata/ 1952, dirigida por el cubano René Cardona (quien, por cierto, dejó descendencia en Altamira).

En el celuloide, la figura de El Santo significó la aportación del héroe, especie de James Bond-Chanoc-Superman-Dick Tracy-Fantomas; mezcla rara que desembocaba en una palabra: acción, porque las películas de El Santo fueron antes que nada historias de acción, con luchas a granel. (Sus enemigos eran casi siempre interpretados por los mismos actores: Notanael Alvarado Frankenstein, Fernando Oses, Guillermo El Lobo Negro.)

Enfundado en su máscara plateada, El Santo lo mismo se enfrentaba a médicos locos, científicos incomprendidos que momias horripilantes o vampiros centenarios. La galería de hostiles declarados a El Santo, incluía lo mismo a monstruos intergalácticos que a rudos “malosos” al servicio de estranguladores trastornados. Sin faltar, claro, orates que soñaban con conquistar el mundo desde México (al menos nuestro país era puesto como un lugar donde la ciencia y la tecnología eran capaces de competir con lo mejor del planeta).

Carlos Monsiváis, en su texto “El Santo contra los escépticos en materia de mitos” del libro Los rituales del caos, define inmejorablemente a El Santo (sic): “En cada película, El Santo expone su vida, y lo que es más importante, su máscara. Él salva y protege, es el Cid Campeador en su laboratorio, es el Torso del Bien en los trances de sombra de muerte, es el héroe irreal y convincente de los cientos de miles que aceptan solidariamente las situaciones que se les proponen. Los fans de El Santo, habituados a reírse de los chistes que todavía no les cuentan, agregan el humorismo involuntario a sus reflejos condicionados: ´¡Dale en su madre a la vampira, Santo!´”.

A detalle, como cine propiamente, las cintas de El Santo fueron sólo eso: diversión, aunque es curioso (bastante curioso) que Santo contra las Mujeres Vampiro/ 1962 esté considerado por la Cinemateca francesa como uno de los filmes de terror kitsch más llamativos. Y es que el luchador plateado atraía por razones. Su porte enmascarado, su origen misterioso, su disposición inmediata para servir de agente de la policía –sin goce de sueldo- y su destreza física para vencer a fortachones y seres bestiales, hacían de El Santo un súper héroe mexicano de exportación que permitía al público identificarse, en sus más hondos deseos, con él.

Probablemente El Santo llegó a ser el actor mexicano más conocido en el mundo. Sus filmes se exhibieron lo mismo en China, Singapur, Marruecos, Irán, Argentina que en Australia. Rodolfo Guzmán Huerta, el legendario Santo, murió el 5 de febrero de 1984.

El 30 de octubre de 2017, fecha en que se cumplía un siglo del nacimiento del luchador El Santo, El enmascarado de plata, se movieron en las redes sociales fanáticos de este ícono del deporte y del cine mexicano para que la Cineteca Nacional le brindara un homenaje mediante un ciclo de sus filmes más representativos.

El entonces director la Cineteca, Alejandro Pelayo (quien actualmente sigue en el mismo cargo), se negó de manera tajante, y declaró: “El del Santo, hay que ser muy honestos, no es un buen cine, es kitsch, no es un cine que nosotros queramos pasar, fue muy comercial, muy popular, pero no son buenas películas. (…) Nos da mucho gusto El Santo, pero nosotros proyectamos otras cosas, como un ciclo de Ismael Rodríguez, porque ahí sí hablamos de buenas películas. El de El Santo es cine popular y no marcó ningún hito; es decir, las luchas siempre fueron muy populares, creo que comenzaron en la Arena México, pero esas películas se realizaron principalmente en los sesenta, una década muy mala para el cine mexicano. No desconozco su importancia, pero no es una importancia que tenga que ver con el cine de calidad. No tiene que ver con el cine que promueve la Cineteca, es uno que tuvo mucho éxito, pero no deja de ser un cine comercial y de mala calidad; vamos, ¡se veían los alambritos!, entonces es un cine que ni siquiera podemos tomar en serio, porque la Cineteca es parte de la Secretaría de Cultura, no de Comercio o Economía; es como cuando curas una exposición en una galería, en un museo, así nosotros tratamos de rescatar solo lo mejor del cine mexicano. Tan popular como El Santo también el cine de ficheras y no vamos a homenajearlos”.

Por todo el “escándalo” anterior, la Cineteca se vio presionada por la opinión pública a exhibir alguna película de El Santo. Y fue el 28 de diciembre de ese mismo año, 2017, que programaron la versión restaurada de “Santo contra los hombres infernales”, filmada en Cuba en 1959, a pocos meses antes de la Revolución Cubana. El productor fue Jorge García Besné y fue su nieta, Viviana García Besné, quien impulsó dicha restauración y, por consiguiente, la tan esperada proyección de una película de la máxima figura de la lucha libre mexicana.

Ahora, si nos referimos a Rodolfo Guzmán Huerta (nacido el 23 de septiembre de 1917 en Tulancingo, Hidalgo), quizá no tengamos en la memoria la imagen de alguien conocido, pero si nos dicen que se trata del hombre que usó la máscara plateada bajo el mote de El Santo, la referencia se trasladaría quizás a un simple “oh”.

El Santo, El enmascarado de plata, fue una de las figuras más rutilantes del arte de la lucha libre. De las arenas, geodesias donde la catarsis se transforma en grito, surgen exclamaciones guturales y mentadas que acarician al espectador más hierático. (La lucha libre significa, para algunos mexicanos, un espacio de fantasía, de olvido, de evasión.) De ese ámbito de exaltación sociológica es que El Santo surgió a la fama.

Aclamado, izado en el limbo del deporte y el espectáculo, El Santo pronto empezó a ser atractivo para el cine. Sin embargo, llama la atención que no fue El Santo el protagonista de la primera cinta abiertamente alusiva a él y al género de “cine de luchadores”: El Enmascarado de Plata/ 1952, dirigida por el cubano René Cardona (quien, por cierto, dejó descendencia en Altamira).

En el celuloide, la figura de El Santo significó la aportación del héroe, especie de James Bond-Chanoc-Superman-Dick Tracy-Fantomas; mezcla rara que desembocaba en una palabra: acción, porque las películas de El Santo fueron antes que nada historias de acción, con luchas a granel. (Sus enemigos eran casi siempre interpretados por los mismos actores: Notanael Alvarado Frankenstein, Fernando Oses, Guillermo El Lobo Negro.)

Enfundado en su máscara plateada, El Santo lo mismo se enfrentaba a médicos locos, científicos incomprendidos que momias horripilantes o vampiros centenarios. La galería de hostiles declarados a El Santo, incluía lo mismo a monstruos intergalácticos que a rudos “malosos” al servicio de estranguladores trastornados. Sin faltar, claro, orates que soñaban con conquistar el mundo desde México (al menos nuestro país era puesto como un lugar donde la ciencia y la tecnología eran capaces de competir con lo mejor del planeta).

Carlos Monsiváis, en su texto “El Santo contra los escépticos en materia de mitos” del libro Los rituales del caos, define inmejorablemente a El Santo (sic): “En cada película, El Santo expone su vida, y lo que es más importante, su máscara. Él salva y protege, es el Cid Campeador en su laboratorio, es el Torso del Bien en los trances de sombra de muerte, es el héroe irreal y convincente de los cientos de miles que aceptan solidariamente las situaciones que se les proponen. Los fans de El Santo, habituados a reírse de los chistes que todavía no les cuentan, agregan el humorismo involuntario a sus reflejos condicionados: ´¡Dale en su madre a la vampira, Santo!´”.

A detalle, como cine propiamente, las cintas de El Santo fueron sólo eso: diversión, aunque es curioso (bastante curioso) que Santo contra las Mujeres Vampiro/ 1962 esté considerado por la Cinemateca francesa como uno de los filmes de terror kitsch más llamativos. Y es que el luchador plateado atraía por razones. Su porte enmascarado, su origen misterioso, su disposición inmediata para servir de agente de la policía –sin goce de sueldo- y su destreza física para vencer a fortachones y seres bestiales, hacían de El Santo un súper héroe mexicano de exportación que permitía al público identificarse, en sus más hondos deseos, con él.

Probablemente El Santo llegó a ser el actor mexicano más conocido en el mundo. Sus filmes se exhibieron lo mismo en China, Singapur, Marruecos, Irán, Argentina que en Australia. Rodolfo Guzmán Huerta, el legendario Santo, murió el 5 de febrero de 1984.