/ lunes 29 de abril de 2024

El cumpleaños del perro / La vida es un milagro

Nacido en Sarajevo, en 1954, Emir Kusturica ha declarado que la desaparición de su antigua patria Yugoslavia sólo ha sido territorial, porque en su corazón siempre estará unida, presente. Y en cierta forma su cine lo ha demostrado. Su obra maestra Había una vez un país (Underground)/ 1995 es un alegato visual –desde la víscera y la herida- de la desintegración de su tierra, sus raíces emocionales y culturales.

En su “comedia romántica” La vida es un milagro/ 2004, Kusturica emplea la memoria (esa Pandora invisible de la que hablaba Brodsky) y deja salir, más que dolor, una mirada irónica, tragicómica acerca de la guerra de los Balcanes en la década de los noventa.

Retomando la premisa de Shakespeare (el mundo es un escenario donde los hombres y las mujeres son los actores) Kusturica dirige una película que discurre entre personajes diversos y singulares. Luka/ Slavko Stimac es un ingeniero serbio comisionado para montar un sistema de vías ferroviarias, en las montañas de los Balcanes.

Junto a su mujer Jadranka/ Vesna Trivalic, una excantante de ópera, y su hijo Milos/ Vuk Kostic, aspirante jugador de futbol del Partirán de Belgrado, Luka comparte su vida con pintorescos seres: Veljo/ Aleksandar Bercek, un viejo cartero; Filipovic/ Nikola Kojo, líder del partido mayoritario, con los músicos de la banda del pueblo (donde él mismo es flautista), así como con una burra decepcionada del amor que se pone en medio de las vías en espera de que un tren la mate.

Sucede que la guerra estalla y Luka carga con dos fardos: la fuga de su mujer con un músico de la banda y el reclutamiento de su hijo Milos en las filas serbias.

Ahora, Luka tiene la encomienda del capitán Aleksic/ Stribor Kusturica de darle mantenimiento a las vías ferroviarias para el suministro de los pertrechos de guerra.

Una noticia le explota a Luka en la cara: su hijo ha sido apresado por el enemigo. Apesadumbrado, Luka ve cómo los días pasan sin saber nada de su hijo. Hasta que una noche soldados del capitán Aleksic le encargan la custodia de una bella mujer musulmana, Sabaha/ Natasa Solak, la cual será intercambiada por Milos.

Con los días, en medio de ruidos de bazukazos y tanques, Luka y Sabaha se irán enamorando. Por ello, cuando regresa la esposa de Luka, todo queda claro: Sabaha y el ferroviario están profundamente enamorados.

La guerra finaliza y la ONU activa su programa de intercambio de prisioneros: Milos por Sabaha. Luka entra en un enorme dilema: ¿a quién prefiere, a su hijo Milos o a Sabaha, la mujer de su vida?

Emir Kusturica vuelve a tomar el tema de la guerra de los Balcanes para contar una historia más acerca de la desintegración de su patria. Pero a diferencia de Había una vez un país, donde el discurso era más político y social, en La vida es un milagro Kusturica acude a personajes en apariencia sencillos para instaurar premisas morales y éticas en un tono novedoso en su filmografía: la comedia romántica.

Con cierto hálito a Romeo y Julieta de Shakespeare, Kusturica sorprende gratamente desarrollando una emotiva y bella historia de amor entre Sabaha y Luka. Dos seres inimaginables que unen sus vidas teniendo como fondo una guerra.

Por ello, escenas como la de la burra decepcionada esperando que la mate un tren o la del líder acribillado en medio de una cacería de osos, apuntalan el buen tono de comedia que Kusturica le dio a La vida es un milagro, amén de la abundante música, tan común en todas sus películas…

Retomando la premisa de Shakespeare (el mundo es un escenario donde los hombres y las mujeres son los actores) Kusturica dirige una película que discurre entre personajes diversos y singulares. Luka/ Slavko Stimac es un ingeniero serbio comisionado para montar un sistema de vías ferroviarias, en las montañas de los Balcanes

Nacido en Sarajevo, en 1954, Emir Kusturica ha declarado que la desaparición de su antigua patria Yugoslavia sólo ha sido territorial, porque en su corazón siempre estará unida, presente. Y en cierta forma su cine lo ha demostrado. Su obra maestra Había una vez un país (Underground)/ 1995 es un alegato visual –desde la víscera y la herida- de la desintegración de su tierra, sus raíces emocionales y culturales.

En su “comedia romántica” La vida es un milagro/ 2004, Kusturica emplea la memoria (esa Pandora invisible de la que hablaba Brodsky) y deja salir, más que dolor, una mirada irónica, tragicómica acerca de la guerra de los Balcanes en la década de los noventa.

Retomando la premisa de Shakespeare (el mundo es un escenario donde los hombres y las mujeres son los actores) Kusturica dirige una película que discurre entre personajes diversos y singulares. Luka/ Slavko Stimac es un ingeniero serbio comisionado para montar un sistema de vías ferroviarias, en las montañas de los Balcanes.

Junto a su mujer Jadranka/ Vesna Trivalic, una excantante de ópera, y su hijo Milos/ Vuk Kostic, aspirante jugador de futbol del Partirán de Belgrado, Luka comparte su vida con pintorescos seres: Veljo/ Aleksandar Bercek, un viejo cartero; Filipovic/ Nikola Kojo, líder del partido mayoritario, con los músicos de la banda del pueblo (donde él mismo es flautista), así como con una burra decepcionada del amor que se pone en medio de las vías en espera de que un tren la mate.

Sucede que la guerra estalla y Luka carga con dos fardos: la fuga de su mujer con un músico de la banda y el reclutamiento de su hijo Milos en las filas serbias.

Ahora, Luka tiene la encomienda del capitán Aleksic/ Stribor Kusturica de darle mantenimiento a las vías ferroviarias para el suministro de los pertrechos de guerra.

Una noticia le explota a Luka en la cara: su hijo ha sido apresado por el enemigo. Apesadumbrado, Luka ve cómo los días pasan sin saber nada de su hijo. Hasta que una noche soldados del capitán Aleksic le encargan la custodia de una bella mujer musulmana, Sabaha/ Natasa Solak, la cual será intercambiada por Milos.

Con los días, en medio de ruidos de bazukazos y tanques, Luka y Sabaha se irán enamorando. Por ello, cuando regresa la esposa de Luka, todo queda claro: Sabaha y el ferroviario están profundamente enamorados.

La guerra finaliza y la ONU activa su programa de intercambio de prisioneros: Milos por Sabaha. Luka entra en un enorme dilema: ¿a quién prefiere, a su hijo Milos o a Sabaha, la mujer de su vida?

Emir Kusturica vuelve a tomar el tema de la guerra de los Balcanes para contar una historia más acerca de la desintegración de su patria. Pero a diferencia de Había una vez un país, donde el discurso era más político y social, en La vida es un milagro Kusturica acude a personajes en apariencia sencillos para instaurar premisas morales y éticas en un tono novedoso en su filmografía: la comedia romántica.

Con cierto hálito a Romeo y Julieta de Shakespeare, Kusturica sorprende gratamente desarrollando una emotiva y bella historia de amor entre Sabaha y Luka. Dos seres inimaginables que unen sus vidas teniendo como fondo una guerra.

Por ello, escenas como la de la burra decepcionada esperando que la mate un tren o la del líder acribillado en medio de una cacería de osos, apuntalan el buen tono de comedia que Kusturica le dio a La vida es un milagro, amén de la abundante música, tan común en todas sus películas…

Retomando la premisa de Shakespeare (el mundo es un escenario donde los hombres y las mujeres son los actores) Kusturica dirige una película que discurre entre personajes diversos y singulares. Luka/ Slavko Stimac es un ingeniero serbio comisionado para montar un sistema de vías ferroviarias, en las montañas de los Balcanes