Narrar lo que le sucede a una ciudad es un acto de amor y odio. No existen términos medios ni ataduras más que los que dicte el sentimiento. Así, los filmes de Woody Allen escenificados en Nueva York o los de Wim Wenders enclavados en Berlín, pasando por los del mexicano Alejandro Galindo ambientados en la ciudad de México convirtiéndola, incluso, en un personaje más (Campeón sin Corona, ¡Esquina, Bajan!), reflejan la pasión hacia ciertas ciudades.
Medellín, Colombia, asediada por décadas por el terrorismo, el narcotráfico y la corrupción policíaca y política, sirve de marco para el desarrollo y embrollo de la novela del colombiano Fernando Vallejo. Barbet Schroeder realizó del libro una versión cinematográfica con buen tino y asombrosa veracidad, La virgen de los sicarios/ Colombia- Francia- España- 1999, apartada de la mirada híbrida, insípida con que los europeos acostumbran tratar temas latinoamericanos. De ejemplo está el sueco Billy August con La casa de los espíritus, aunque el caso de Schroeder es distinto: él vivió durante su adolescencia en Colombia.
La historia de la película gira alrededor de Fernando/ Germán Jaramillo, cincuentón escritor que después de vivir algunos años en Europa regresa a su natal “Medallo”, como ahora llaman a Medellín. Intenta pasar sus últimos días recordando lugares, sitios y personajes de su pasado.
Fernando establece una relación amorosa con el jovencito Alexis/ Anderson Ballesteros al cual lleva a vivir a su departamento, le compra ropa y le da de comer. Juntos recorren las calles de Medellín, los mercados, los barrios pobres. El escritor se irá dando cuenta de que ha cambiado su ciudad -y el país en sí-: es un desastre, no hay respeto por nada, el narco se ha apoderado de la ciudad y la prueba evidente son los sicarios, quienes ejecutan a sus víctimas a través de dos hombres (uno conduciendo la motocicleta, el otro, en el asiento posterior, levantado sobre la cabeza del conductor para disparar contra el blanco). La historia cambia cuando un día Alexis es acribillado por un sicario, ante la mirada impotente de Fernando. El escritor se sume en una depresión que sólo le acentúa el desprecio por Medellín (llamada también Metrallo). Y es aquí donde el filme adquiere un tono polémico, puesto que la voz en off de Fernando despotrica contra la negligencia, la pobreza, las leyes y la historia de Colombia. Asimismo, sus opiniones sobre Dios y la iglesia católica se vuelven ácidas.
Poco tiempo después Fernando conoce a Eder/ Juan David Restrepo, chico gay en el que cree encontrar al sustituto amoroso y tierno de Alexis. Sin embargo, la sorpresa se le presenta: fue Eder el sicario que mató a Alexis, debido a que éste había ejecutado a su hermano. La Virgen de los Sicarios es una película que causó polémica en Colombia debido a la crítica virulenta que hace el autor de la novela a su país. Para Vallejo los pobres, los narcos y los flojos deben ser eliminados. Pero lo molesto de Vallejo han sido sus declaraciones en conferencias donde sostiene su postura crítica.
La cinta de Schroeder mantiene una vena narrativa símil a la de la novela. La narración en primera persona es contundente con sus diálogos incisivos y a ratos cargados de un tufo muy literario que le da cierta pedantería al filme. Aun así, la observación sobre la ciudad de Medellín es certera, intensa…