/ miércoles 21 de noviembre de 2018

Con café y a media luz | El sagrado Estado de derecho

México, a lo largo de su historia, ha sido un país que por los intereses de unos cuantos se ha visto obligado a vivir reveses jurídicos, los cuales en más de una ocasión lo han puesto entre la espada y la pared en diferentes contextos, casi siempre con el mismo resultado: Los más pobres empeoran su condición o, en el mejor de los casos, continúan exactamente igual.

Con la vasta ignorancia en materia jurídica que tiene este pobre mortal que escribe, no me aventuro a profundizar en temas que merecen todo mi respeto, como lo es el área de la abogacía, sobre todo cuando en nuestra zona tenemos a expertos juristas que dan cátedra, no solo en las aulas, sino también en el ejercicio profesional de esta hermosa carrera que, dicho sea de paso, fue una de las fundadoras de la máxima casa de estudios en nuestra entidad federativa.

Sin embargo, me ha llamado mucho la atención las declaraciones vertidas en los últimos días por el presidente electo de los Estados Unidos Mexicanos, Andrés Manuel López Obrador, en torno a la aplicación de la justicia, su concepto de perdón y la postura mostrada al respecto, así como la apreciación que tiene la bancada de MORENA en el Senado de la República.

Como lo platicamos hace algunos días, AMLO anunció con “bombo y platillo” la creación de la Guardia Nacional, que estaría integrada por las fuerzas civiles y militares, siendo él, el comandante supremo de la nueva organización, asegurando que este nombramiento y dicha dependencia son la parte fundamental de su estrategia contra el crimen y la corrupción de los cuerpos policiacos.

Para muchos este es un indicativo innegable de una postura dictatorial en la que la fuerza depende “del dedo índice” de un solo hombre; para otros, es la mejor evidencia de un cambio radical en las estructuras organizativas de la burocracia y el combate al fenómeno delictivo hasta garantizar su total erradicación dentro de la sociedad mexicana, cosa que, muy a mi pesar, lo veo sumamente difícil.

Además de ello, lo que más requirió de mi atención fueron las declaraciones del tabasqueño, refiriéndose a aquellos quienes, después de haber vivido a expensas de todo lo que fuera ilícito, a partir del primero de diciembre serán “perdonados” y no habrá más sanción que la consigna de la “abuelita”, esa letanía que rezaba: “¡Ya no lo vuelvas a hacer chamaco canijo!, mientras nos daba una palmadita en cada mano. Eso obligó a cuestionarme dos cosas, principalmente, la primera es ¿Dónde quedó el Andrés que durante toda su campaña despotricó en contra de la clase política que llamó “la mafia del poder” y de la que aseguró que se haría justicia en beneficio de la sociedad? Y la segunda, ¿No será éste, el segundo indicio de un gobierno de simulada dictadura? Si lo más sagrado que tiene un ciudadano para garantizar su libertad son las leyes que conforman el estado de derecho que le otorgan privilegios, responsabilidad y de no ser cumplidas, le imponen penalizaciones, las cuales están escritas y emanan de una constitución que nos rige a todos por igual y son observadas por instituciones sólidas cuya misión es asegurar su cabal cumplimiento, ¿Cómo es posible que “de buenas a primeras” un personaje señale que del 30 de noviembre hacia atrás habrá un perdón y un olvido para todo acto de corrupción? Por otra parte, son también notorias, las declaraciones del senador José Narro Céspedes quien está defendiendo a “capa y espada” la reforma para que el Ejecutivo federal tenga las facultades para, sin objeción alguna, conformar las comisiones investigadoras y fiscalizadoras, consultivas y presidenciales que considere necesarias para el mejor desempeño del aparato gubernamental. Al ser cuestionado durante el debate en la Cámara, Narro Céspedes sostuvo que el objetivo de esta reforma, de ser aprobada, es dotar de suficiente fuerza a la figura presidencial para “poner en orden a un país como México”, lo cual nos llevaría a vivir en aquel paradigma del “presidencialismo concentrador” que tanto se le criticó al Revolucionario Institucional durante la época de los setenta. ¿Retroceso político o el tercer indicio de periodo dictatorial “perfumado” con el sobrenombre de república amorosa? Lo dejo a su consideración. Si a esto le añadimos que, supuestamente, el Poder Legislativo, entre otras cosas, permite el equilibrio y es contrapeso en las decisiones del presidente de México, nos aparece una tercera cuestión ¿Cuál será el objetivo de tener un Senado que le dirá “sí” a todo aquello que demande AMLO? Y ¡Ojo! No estoy señalando, aún, que el tabasqueño sea un peligro para nuestro país, simplemente estoy diciendo que todo el poder se concentrará en las manos de un solo hombre y eso es muy riesgoso y la prensa a nivel nacional ya está dando cuenta de ello. ¿Será por eso que ya suena el nombre de Luis Mandoki para dirigir la nueva agencia mexicana de radio y televisión, cuyo principal objetivo será garantiza el acceso a la “debida” información?

¡Hasta la próxima!

México, a lo largo de su historia, ha sido un país que por los intereses de unos cuantos se ha visto obligado a vivir reveses jurídicos, los cuales en más de una ocasión lo han puesto entre la espada y la pared en diferentes contextos, casi siempre con el mismo resultado: Los más pobres empeoran su condición o, en el mejor de los casos, continúan exactamente igual.

Con la vasta ignorancia en materia jurídica que tiene este pobre mortal que escribe, no me aventuro a profundizar en temas que merecen todo mi respeto, como lo es el área de la abogacía, sobre todo cuando en nuestra zona tenemos a expertos juristas que dan cátedra, no solo en las aulas, sino también en el ejercicio profesional de esta hermosa carrera que, dicho sea de paso, fue una de las fundadoras de la máxima casa de estudios en nuestra entidad federativa.

Sin embargo, me ha llamado mucho la atención las declaraciones vertidas en los últimos días por el presidente electo de los Estados Unidos Mexicanos, Andrés Manuel López Obrador, en torno a la aplicación de la justicia, su concepto de perdón y la postura mostrada al respecto, así como la apreciación que tiene la bancada de MORENA en el Senado de la República.

Como lo platicamos hace algunos días, AMLO anunció con “bombo y platillo” la creación de la Guardia Nacional, que estaría integrada por las fuerzas civiles y militares, siendo él, el comandante supremo de la nueva organización, asegurando que este nombramiento y dicha dependencia son la parte fundamental de su estrategia contra el crimen y la corrupción de los cuerpos policiacos.

Para muchos este es un indicativo innegable de una postura dictatorial en la que la fuerza depende “del dedo índice” de un solo hombre; para otros, es la mejor evidencia de un cambio radical en las estructuras organizativas de la burocracia y el combate al fenómeno delictivo hasta garantizar su total erradicación dentro de la sociedad mexicana, cosa que, muy a mi pesar, lo veo sumamente difícil.

Además de ello, lo que más requirió de mi atención fueron las declaraciones del tabasqueño, refiriéndose a aquellos quienes, después de haber vivido a expensas de todo lo que fuera ilícito, a partir del primero de diciembre serán “perdonados” y no habrá más sanción que la consigna de la “abuelita”, esa letanía que rezaba: “¡Ya no lo vuelvas a hacer chamaco canijo!, mientras nos daba una palmadita en cada mano. Eso obligó a cuestionarme dos cosas, principalmente, la primera es ¿Dónde quedó el Andrés que durante toda su campaña despotricó en contra de la clase política que llamó “la mafia del poder” y de la que aseguró que se haría justicia en beneficio de la sociedad? Y la segunda, ¿No será éste, el segundo indicio de un gobierno de simulada dictadura? Si lo más sagrado que tiene un ciudadano para garantizar su libertad son las leyes que conforman el estado de derecho que le otorgan privilegios, responsabilidad y de no ser cumplidas, le imponen penalizaciones, las cuales están escritas y emanan de una constitución que nos rige a todos por igual y son observadas por instituciones sólidas cuya misión es asegurar su cabal cumplimiento, ¿Cómo es posible que “de buenas a primeras” un personaje señale que del 30 de noviembre hacia atrás habrá un perdón y un olvido para todo acto de corrupción? Por otra parte, son también notorias, las declaraciones del senador José Narro Céspedes quien está defendiendo a “capa y espada” la reforma para que el Ejecutivo federal tenga las facultades para, sin objeción alguna, conformar las comisiones investigadoras y fiscalizadoras, consultivas y presidenciales que considere necesarias para el mejor desempeño del aparato gubernamental. Al ser cuestionado durante el debate en la Cámara, Narro Céspedes sostuvo que el objetivo de esta reforma, de ser aprobada, es dotar de suficiente fuerza a la figura presidencial para “poner en orden a un país como México”, lo cual nos llevaría a vivir en aquel paradigma del “presidencialismo concentrador” que tanto se le criticó al Revolucionario Institucional durante la época de los setenta. ¿Retroceso político o el tercer indicio de periodo dictatorial “perfumado” con el sobrenombre de república amorosa? Lo dejo a su consideración. Si a esto le añadimos que, supuestamente, el Poder Legislativo, entre otras cosas, permite el equilibrio y es contrapeso en las decisiones del presidente de México, nos aparece una tercera cuestión ¿Cuál será el objetivo de tener un Senado que le dirá “sí” a todo aquello que demande AMLO? Y ¡Ojo! No estoy señalando, aún, que el tabasqueño sea un peligro para nuestro país, simplemente estoy diciendo que todo el poder se concentrará en las manos de un solo hombre y eso es muy riesgoso y la prensa a nivel nacional ya está dando cuenta de ello. ¿Será por eso que ya suena el nombre de Luis Mandoki para dirigir la nueva agencia mexicana de radio y televisión, cuyo principal objetivo será garantiza el acceso a la “debida” información?

¡Hasta la próxima!