/ lunes 5 de agosto de 2019

Con café y a media luz | El valor de la libertad


Hace tres, quizá cuatro años o tal vez más, en este mismo espacio platicamos acerca de la lamentable suerte con la que había corrido una obra de desarrollo urbano en nuestra ciudad, la cual, después de una fuerte temporada de lluvias había evidenciado algunas circunstancias que tal vez, a la postre, no le favorecerían como todos hubiéramos querido.

Con esa reflexión, los compañeros representantes de los demás medios de comunicación hicieron su labor informativa, coincidiendo en noticiarios televisivos, radiofónicos, digitales y medios impresos, con este servidor. Las lluvias habían denotado una situación nada halagadora para el proyecto en cuestión.

Después de la publicación llegó a mi correo electrónico un mensaje de una figura importante para el desarrollo y concreción de la obra. En la forma en que escribió su mensaje, se le podía leer muy dolido por la forma en que los medios habían criticado su trabajo. Además, en sus renglones, explicaba cuál era la razón indirecta de dicha catástrofe y que nadie de los reporteros había mencionado.

Le agradecí el comentario y, hasta la fecha, confío en sus palabras y en su visión.

Hago esta introducción porque es mi obligación reconocer que en ningún momento se me pidió que no tocara el tema, por el contrario, se nos invitó a profundizar en él para seguir mencionándolo. Me imagino que ese mismo exhorto fue transmitido al resto de los reporteros, editorialistas, jefes de información, responsables de edición, etcétera, que laboran en el periodismo de la zona. Si no fue así, me siento, entonces, privilegiado.

¿Qué pasaría si hubiera un control en los medios de comunicación para evitar el flujo de la información o reacomodarla para generar beneficios personales sin mediar conflictos de interés?

Ante ese cuestionamiento, de antemano sé que tendré dos respuestas. En primer término, estarán aquellos lectores que me asegurarán que eso siempre ha ocurrido y que todos los medios y los reporteros han estado a disposición del mejor postor tanto del sector gobierno como el de la iniciativa privada. Si eso existe, agradezco a la vida que nunca he trabajado en uno así. Pues de las siete empresas en las que he prestado mi servicio, en ninguna se me recalcó alguna “línea de trabajo”. A pesar de que cuatro eran medios públicos estatales.

La segunda posible respuesta, estaría construida con base en la opinión de aquellos que se sentirían preocupados de que la libertad de opinión estuviera, por primera vez, manipulada en un escenario que, desde las entrañas mediáticas y de forma velada, le estuviera construyendo “a modo” una forma de pensar al colectivo mexicano.

¡Qué grave!, exclamarían “a los cuatro vientos”. Criticarían con dureza la comisión de un delito que lesiona el intelecto y el desarrollo y capacidad interpretativos del mexicano. Estaríamos cayendo en una especie de intervención y no nos daríamos cuenta de ello.

Si esto lo llevamos a la supercarretera de la información, la situación se vuelve más riesgosa; para poder continuar con este planteamiento, me he de amparar en la figura de mi querido amigo Eduardo de la Torre, experto en detalles de la era digital y la aplicación de técnicas a través de internet y colaborador de EL SOL DE TAMPICO, quien durante una charla que tuvimos, me comentó que, “cualquier cosa que se sube a internet genera un rastro; una huella digital que se puede seguir hasta saber de qué máquina, tableta o celular fue subida”, y es que con la serie de datos, contraseñas, número de teléfonos y múltiples medios para vincular los componentes de nuestra vida digital, es sumamente fácil identificar a un usuario.

Curiosamente, en días pasados la CFE dio a conocer a través del DOF la conformación de la nueva subsidiaria que llevará por nombre “CFE, Telecomunicaciones e Internet para Todos”, cuyo objetivo final es el de brindar los servicios de conectividad digital de manera gratuita al cien por ciento del territorio nacional. Situación que en una primera lectura es sumamente plausible porque será una forma más de unir a todos los connacionales.

Pero, si el sistema por el que circulan los datos será proporcionado por el aparato gubernamental en turno, ¿Cómo se nos podrá garantizar la libertad de opinión en las redes sociales?, ¿En el libre tránsito de las notas que publican los medios independientes?, ¿Cómo se podrá construir o divulgar una opinión sin que caigamos en el espionaje?

No quiero decir, con todo esto que así ocurrirá, como tampoco estoy afirmando que usted o cualquiera de nosotros hacemos un mal uso de la red, mucho menos insinúo que ocurrirá una catástrofe social.

Simplemente me limito a señalar que existe la posibilidad de que todo ello ocurra y que el servicio otorgado sea algo más que un medio de comunicación y se convierta en un medio de control de la opinión pública, lo cual, sin duda alguna, resultaría sumamente lamentable.

¡Hasta la próxima!

y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com



Hace tres, quizá cuatro años o tal vez más, en este mismo espacio platicamos acerca de la lamentable suerte con la que había corrido una obra de desarrollo urbano en nuestra ciudad, la cual, después de una fuerte temporada de lluvias había evidenciado algunas circunstancias que tal vez, a la postre, no le favorecerían como todos hubiéramos querido.

Con esa reflexión, los compañeros representantes de los demás medios de comunicación hicieron su labor informativa, coincidiendo en noticiarios televisivos, radiofónicos, digitales y medios impresos, con este servidor. Las lluvias habían denotado una situación nada halagadora para el proyecto en cuestión.

Después de la publicación llegó a mi correo electrónico un mensaje de una figura importante para el desarrollo y concreción de la obra. En la forma en que escribió su mensaje, se le podía leer muy dolido por la forma en que los medios habían criticado su trabajo. Además, en sus renglones, explicaba cuál era la razón indirecta de dicha catástrofe y que nadie de los reporteros había mencionado.

Le agradecí el comentario y, hasta la fecha, confío en sus palabras y en su visión.

Hago esta introducción porque es mi obligación reconocer que en ningún momento se me pidió que no tocara el tema, por el contrario, se nos invitó a profundizar en él para seguir mencionándolo. Me imagino que ese mismo exhorto fue transmitido al resto de los reporteros, editorialistas, jefes de información, responsables de edición, etcétera, que laboran en el periodismo de la zona. Si no fue así, me siento, entonces, privilegiado.

¿Qué pasaría si hubiera un control en los medios de comunicación para evitar el flujo de la información o reacomodarla para generar beneficios personales sin mediar conflictos de interés?

Ante ese cuestionamiento, de antemano sé que tendré dos respuestas. En primer término, estarán aquellos lectores que me asegurarán que eso siempre ha ocurrido y que todos los medios y los reporteros han estado a disposición del mejor postor tanto del sector gobierno como el de la iniciativa privada. Si eso existe, agradezco a la vida que nunca he trabajado en uno así. Pues de las siete empresas en las que he prestado mi servicio, en ninguna se me recalcó alguna “línea de trabajo”. A pesar de que cuatro eran medios públicos estatales.

La segunda posible respuesta, estaría construida con base en la opinión de aquellos que se sentirían preocupados de que la libertad de opinión estuviera, por primera vez, manipulada en un escenario que, desde las entrañas mediáticas y de forma velada, le estuviera construyendo “a modo” una forma de pensar al colectivo mexicano.

¡Qué grave!, exclamarían “a los cuatro vientos”. Criticarían con dureza la comisión de un delito que lesiona el intelecto y el desarrollo y capacidad interpretativos del mexicano. Estaríamos cayendo en una especie de intervención y no nos daríamos cuenta de ello.

Si esto lo llevamos a la supercarretera de la información, la situación se vuelve más riesgosa; para poder continuar con este planteamiento, me he de amparar en la figura de mi querido amigo Eduardo de la Torre, experto en detalles de la era digital y la aplicación de técnicas a través de internet y colaborador de EL SOL DE TAMPICO, quien durante una charla que tuvimos, me comentó que, “cualquier cosa que se sube a internet genera un rastro; una huella digital que se puede seguir hasta saber de qué máquina, tableta o celular fue subida”, y es que con la serie de datos, contraseñas, número de teléfonos y múltiples medios para vincular los componentes de nuestra vida digital, es sumamente fácil identificar a un usuario.

Curiosamente, en días pasados la CFE dio a conocer a través del DOF la conformación de la nueva subsidiaria que llevará por nombre “CFE, Telecomunicaciones e Internet para Todos”, cuyo objetivo final es el de brindar los servicios de conectividad digital de manera gratuita al cien por ciento del territorio nacional. Situación que en una primera lectura es sumamente plausible porque será una forma más de unir a todos los connacionales.

Pero, si el sistema por el que circulan los datos será proporcionado por el aparato gubernamental en turno, ¿Cómo se nos podrá garantizar la libertad de opinión en las redes sociales?, ¿En el libre tránsito de las notas que publican los medios independientes?, ¿Cómo se podrá construir o divulgar una opinión sin que caigamos en el espionaje?

No quiero decir, con todo esto que así ocurrirá, como tampoco estoy afirmando que usted o cualquiera de nosotros hacemos un mal uso de la red, mucho menos insinúo que ocurrirá una catástrofe social.

Simplemente me limito a señalar que existe la posibilidad de que todo ello ocurra y que el servicio otorgado sea algo más que un medio de comunicación y se convierta en un medio de control de la opinión pública, lo cual, sin duda alguna, resultaría sumamente lamentable.

¡Hasta la próxima!

y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com