/ jueves 7 de diciembre de 2023

Verba luminis | Civilidad política

La política es una ciencia de servicio público que supedita los intereses particulares al alto interés de la Nación: Es una actividad y es una profesión al servicio de valores morales. El respeto a la verdad, el amor y la lealtad a la patria, el honor personal y nacional, el respeto a las leyes e instituciones de la República. El respeto a la verdad, a la palabra comprometida, a la responsabilidad asumida, el manejo honesto de los fondos ajenos y el cumplimiento estricto de nuestras obligaciones, son compromisos ineludibles, para todos los ciudadanos, pero muy especialmente para quienes hacen de la política una profesión.

Lo anterior viene al caso porque estamos los ciudadanos inmersos en las precampañas donde diversos partidos políticos se dirigen a sus militantes en busca de una candidatura a la presidencia de la República. Pero lo que se ha visto hasta ahora ha sido una falta de civilidad política entre los precandidatos que si bien es cierto conforme a la legislación electoral no es tiempo de propuestas, tampoco la ciudadanía debe ser espectador de estas conductas que rebajan la política, por lo que considero que las autoridades electorales deberán aplicar la ley.

El Estado en consecuencia debe prevenir la corrupción del propio Estado en sus relaciones con la sociedad. Para ello la administración pública debe ser honesta, profesional y eficaz, pero también, el Estado es responsable de utilizar todos los medios adecuados para que la ciudadanía refuerce su respeto por los valores nacionales fundamentales y por las responsabilidades individuales y sociales que ellos imponen.

Es cierto que la responsabilidad de pensar y actuar es cuestión de cada persona. Y no corresponde al Estado tutelar la moralidad personal. Pero el Estado tiene la obligación ineludible de prevenir y sancionar la inmoralidad social, porque ella afecta los derechos de terceros, de la sociedad y los intereses nacionales. ¿Realmente se puede acabar totalmente con la corrupción? Desde mi punto de vista, no lo creo porque ello es algo que nadie ha hecho, ni hará mientras el hombre pueda escoger entre el bien y el mal, es decir, que ejerza lo que se llama libre albedrío. El propósito debe ser lograr que la inmoralidad pública deje de ser un problema medular para México y para los mexicanos. Considero que la raíz de todo es que existe entre las personas, jóvenes y adultos un torcido concepto de la vida y el éxito. Ya no importa el hombre virtuoso que ha hecho su capital como producto de una larga vida aplicada al trabajo, al ahorro y a la disciplina. Ahora ese comportamiento ha sido desplazado por un modelo de hombre ambicioso, capaz de lo que sea por obtener riqueza y poder como puede verse en las fortunas que amasa por su paso por el servicio público.

Estamos en tiempos electorales, por ello es importante establecer una civilidad política por medio de la cual se lleve a cabo un proceso democrático, transparente y de acuerdo con la ley, recordando que los partidos políticos no son enemigos, sino que buscan la preferencia ciudadana a través del voto, no debe perderse la unidad, la reconciliación, en busca siempre del interés de la Nación. Ese es el reto.

La política es una ciencia de servicio público que supedita los intereses particulares al alto interés de la Nación: Es una actividad y es una profesión al servicio de valores morales. El respeto a la verdad, el amor y la lealtad a la patria, el honor personal y nacional, el respeto a las leyes e instituciones de la República. El respeto a la verdad, a la palabra comprometida, a la responsabilidad asumida, el manejo honesto de los fondos ajenos y el cumplimiento estricto de nuestras obligaciones, son compromisos ineludibles, para todos los ciudadanos, pero muy especialmente para quienes hacen de la política una profesión.

Lo anterior viene al caso porque estamos los ciudadanos inmersos en las precampañas donde diversos partidos políticos se dirigen a sus militantes en busca de una candidatura a la presidencia de la República. Pero lo que se ha visto hasta ahora ha sido una falta de civilidad política entre los precandidatos que si bien es cierto conforme a la legislación electoral no es tiempo de propuestas, tampoco la ciudadanía debe ser espectador de estas conductas que rebajan la política, por lo que considero que las autoridades electorales deberán aplicar la ley.

El Estado en consecuencia debe prevenir la corrupción del propio Estado en sus relaciones con la sociedad. Para ello la administración pública debe ser honesta, profesional y eficaz, pero también, el Estado es responsable de utilizar todos los medios adecuados para que la ciudadanía refuerce su respeto por los valores nacionales fundamentales y por las responsabilidades individuales y sociales que ellos imponen.

Es cierto que la responsabilidad de pensar y actuar es cuestión de cada persona. Y no corresponde al Estado tutelar la moralidad personal. Pero el Estado tiene la obligación ineludible de prevenir y sancionar la inmoralidad social, porque ella afecta los derechos de terceros, de la sociedad y los intereses nacionales. ¿Realmente se puede acabar totalmente con la corrupción? Desde mi punto de vista, no lo creo porque ello es algo que nadie ha hecho, ni hará mientras el hombre pueda escoger entre el bien y el mal, es decir, que ejerza lo que se llama libre albedrío. El propósito debe ser lograr que la inmoralidad pública deje de ser un problema medular para México y para los mexicanos. Considero que la raíz de todo es que existe entre las personas, jóvenes y adultos un torcido concepto de la vida y el éxito. Ya no importa el hombre virtuoso que ha hecho su capital como producto de una larga vida aplicada al trabajo, al ahorro y a la disciplina. Ahora ese comportamiento ha sido desplazado por un modelo de hombre ambicioso, capaz de lo que sea por obtener riqueza y poder como puede verse en las fortunas que amasa por su paso por el servicio público.

Estamos en tiempos electorales, por ello es importante establecer una civilidad política por medio de la cual se lleve a cabo un proceso democrático, transparente y de acuerdo con la ley, recordando que los partidos políticos no son enemigos, sino que buscan la preferencia ciudadana a través del voto, no debe perderse la unidad, la reconciliación, en busca siempre del interés de la Nación. Ese es el reto.