La práctica mañanera había concluido en Coapa, respirándose los primeros vientos del comienzo del nuevo torneo 78-79.
Los jugadores cremas comenzaban a buscar el camino de la regadera cuando el legendario directivo “Panchito” Hernández interceptó a un jugador, solicitando que lo acompañara a su oficina donde se encontraba el “míster” del fútbol, don José Antonio Roca. - Al saludarme el señor Roca – recuerda Mario “Pichojos” Pérez - comentó que sería el nuevo entrenador del Tampico, que le interesaba que fuera a cubrir el lateral izquierdo. Acepté sin cortapisas.
Proveniente de una familia de jugadores, encabezada por su padre Luis “Pichojos” Pérez, quien perteneció al legendario equipo de los 11 hermanos del Necaxa. El menor de esa dinastía, Mario “Pichojos” Pérez seguiría su camino debutando, primero, en la reserva profesional participando junto a sus 3 hermanos mayores (José Luis, Carlos y Rodolfo) para meses después, el mismo técnico “Miguelito” Marín, que lo conoció en las reservas, lo volvería a debutar en Primera División, principiando una larga trayectoria futbolística, que lo catapultará a participar en juegos Centroamericanos, Panamericanos, Juegos Olímpicos México 68, 2 giras por Europa y el Mundial “México 70”.
Su arribo al puerto fue bien recibido por la fanaticada jaiba que se comportó animosa con un jugador mediático, mundialista que viniera a fortalecer las huestes celestes, porque en ese torneo con Roca en el timón, se pretendía consolidar un plantel combativo con jugadores como Bertocchi, “El Toro” Gómez, “Bacho” Salazar, “Chocolate” Hernández, Narciso Ramírez, Marón, en la puerta Anhielo, Moses, (debut de Sergio Lira). Eran tiempos en que se jugaba a las 15:30 pm, bajo un sol asfixiante, utilizando el calor como arma poderosa para agobiar a los cuadros visitantes, donde la afición efectuaba su papel, de presionar, porque las gradas se encontraban pegadas a las bancas, dejando sentir su presencia vigorosamente.
Sobre la posición dentro de la cancha que lo llevó a sobresalir en el balompié, Mario “Pichojos” Pérez, precisa: - Los primeros entrenadores quisieron hacerme extremo como mi padre, hasta que Miguel Marín, en la reserva profesional, observó que subía y bajaba jugando como carrilero, optando que residiera como lateral, aunque también atacara sin descuidar la defensiva. Sólo que al pasar al América, el entrenador Luis Grill prohibió que subiera porque en aquella época los laterales no atacaban. Aquí don José Antonio no gustaba que subiera mucho, desde la banca externaba que no dejará mucho el reducto defensivo, aunque siempre terminaba apareciendo en el área enemiga.
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De estirpe futbolera, no sólo el gusto por el “arte de la pelota” le fue heredado, también el sobrenombre de batalla que fue adoptado por todos los hermanos, siendo Mario Pérez en realidad el “Pichojos”, número 5, apodo que fue colocado a su progenitor (primer “Pichojos”), por poseer ojos pequeños ya que nació en Guadalajara, ciudad donde se caracteriza que todos cuenten con ojos grandes. El exdelantero Luis Figo expresaba: “En el fútbol, día tras día, siempre tienes que demostrar tu valía”, situación que Mario Pérez comprendió desde joven, pues desde su casa paterna, donde siempre existieron futbolistas, se conversaba que para poder desarrollar las cualidades debía existir disciplina para realizar bien el trabajo.
Los lunes, Antonio Roca se distinguía por brindar descanso a los jugadores, “Pichojos” Pérez aprovechaba para disfrutar de otra actividad, la cacería, que en esa época existían bastantes ranchos donde se compartía la práctica del venado y el guajolote salvaje. Nada más que tendría un problema con lo que no contaba. - Cuando don José Antonio se enteró – comenta “Pichojos” Pérez - me mandó a llamar para recogerme la escopeta porque pensaba que podía salir lastimado. Aunque la gente que estaba conmigo se significaba por ser experta. Ya con la amenaza de “decomiso” por parte de mi entrenador, no quedó más remedio que pararle a las invitaciones porque todos los dueños de las estancias cercanas, sobre todo los futboleros continuamente querían que fuera. Afortunadamente contaba con la amistad de Raúl Fernández Cavazos, que contaban con tintorerías sobre la avenida Hidalgo, con quienes hacía ronda en el aspecto familiar; también asistía a la playa porque a los jugadores les gusta asolearse y a comer mariscos en el restaurante que se encontraba en frente del cementerio.
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Al finalizar la temporada, el Tampico quedó en el 3 lugar de grupo, fuera de la “fiesta grande”, dejando pese a la eliminación un grato sabor de boca, tanto que José Antonio Roca fue repatriado para volver a dirigir al América en el siguiente certamen. - La fanaticada celeste es conocedora – explica “Pichojos” Pérez - no quería regresarme a México porque estaba a gusto. Seguido me enviaba llamar “Chava” Barragán, para preguntarme de los jugadores, del equipo; gustaba de estar enterado de todo. Incluso como capitán, me entregaba dinero para repartirlo a los jugadores cuando se ganaba.
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Llegó el retiro de la cancha
El tiempo del retiro para “Pichojos” Pérez surgiría sorpresivamente porque al viajar para visitar a su familia, nuevamente fue llamado por “Panchito” Hernández para decirle que Roca lo pretendía como auxiliar técnico, siendo un honor que un personaje de prosapia como José Antonio Roca se fijará en su perfil. Hizo decidirse retirarse como jugador activo. Mario “Pichojos” Pérez brindó buenas actuaciones, la fanaticada se le entregó a este Seleccionado Mexicano que vino a darle fuerza al nombre de Tampico Fútbol Club. Quizás fue el primero de una generación de laterales que subían a tirar centros, a desplazarse para rematar. En nuestra ciudad nació su hija Bianca, que es tampiqueña. Actualmente Mario Pérez dirige equipos de la Segunda División.