Estadio Azteca, corría la jornada 10, “Las Águilas”, invictas en su cancha, se enfrentaban a los coleros “Los Jaibos”. El silbante Jorge Narváez suena su ocarina para que el América comience controlando las acciones mediante Luna, De Los Cobos, Zizinho que proyectan la pelota a Batata, y Outes, quienes sueltan metralla sobre la meta del portero argentino Luis Alberto Landaburu.
El mismo promotor de Leopoldo Luque, Norberto Martiñán, fue quien ofreció los servicios de Landaburu - afirma Paulino Lomas. – Ignorábamos el nivel de portero que había llegado – señala el exjugador Basilio Salazar –Cuando lo conocí se me figuró de baja estatura para la posición de cancerbero; ya después cuando miré sus lances, parecía un gato con elasticidad y rapidez para reaccionar.
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Ya con el tiempo conocimos que había resultado campeón con River Plate en diversas ocasiones, siendo segundo portero disputándole la titularidad al “Pato” Fillol.
Vaya recibimiento
En ese torneo 81-82, La Jaiba Brava había guardado sus tenazas desde el certamen anterior, padeciendo una mala planeación desde directiva a entrenadores. El mítico portero Lev Yashin alguna vez señaló: “Los goles sufridos acechan siempre. Uno no recuerda los que salvó, sino los que le metieron. El arquero que no tenga ese tormento interno, no tiene futuro”.
Landaburu sería recibido en sus dos primeros partidos en México por una cantidad de 7 horadaciones, producto de sendas derrotas; 4 a 3 contra Monterrey, además de un 3 a 2, en el Tamaulipas contra Atletas Campesinos. Ahora, en su tercer encuentro, enfrentaba en el “Coloso de Santa Úrsula” a las poderosas “Águilas” del América.
Minuto 39. El “hombre de negro” silba falta a medio campo, Galindo cobra a profundidad para que en forma sorpresiva Romeo Corbo controle, para fusilar a Héctor Zelada.
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El segundo tiempo comenzaría siendo la misma copia: América volcado, logrando por momentos pisar el área jaiba hasta con ocho elementos, solo que el arquero paraba todo, cumpliendo el adagio de “portero sin suerte no es portero”, porque Luna soltó tiro violento que Landaburu no pudo contener, pegando el esférico en el metal salvándose de una anotación coreada en la tribuna.
17 de marzo del 82, estadio Tamaulipas dentro de la jornada 29 en la segunda vuelta, el América de Carlos Reinoso, convertido en un trabuco que quiere ganarlo todo, enfrenta al Tampico, que busca triunfar para tomar respiro del sótano.
Existe una situación que reflejaba lo que acontecía esa temporada – rememora “Bacho” Salazar -, estábamos concentrados cuando el preparador físico, Daniel Haro, comentó que no llegaba el autobús; para esto, el entrenador Carlito Peters ni siquiera viajaba con nosotros, se marchaba por su cuenta al estadio. Le dije al profesor Haro que se fuera a donde se encontraba en ese tiempo la terminal de “Colonias” que solicitara que brindaran el servicio, ya después se vería cómo pagarles.
Empecé a levantar a la gente que se encontraba descansando, y cuando arribó el transporte azul se subieron los muchachos. Marón por la ventanilla le pegaba al bus por fuera, haciendo relajo. Claro que solo quedó en anécdota porque cuando arribamos al Tamaulipas ya no existió otro pensamiento que ganar esa tarde.
Minuto 17. Oswaldo “Bill” Faria cede pelota a “Panchillo” Fernández quien elude a su marcador Trejo para entrar al área grande, cruzando la pelota a la salida de Zelada, sólo que el júbilo en las tribunas fue breve, ya que 3 minutos después Luna entregó balón a Ortega, quien envió servicio al área para que apareciera Outes de cabeza, clavando la pelota en las mallas.
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Minuto 49. Eduardo Bacas despacha servicio a profundidad a Batata para que se dirija solo frente a Landaburu quien se adelanta, balanceando el cuerpo hacia un costado antes que el hábil delantero trate de gambetearlo. Batata, ante la sorpresa del movimiento dispara, al momento el portero jaibo regresa el cuerpo para desviar el balón con las piernas, quitándole al América la oportunidad de gol más clara de todo el segundo tiempo.
Esa tarde Landaburu se convirtió nuevamente en el héroe del partido al mantener con su salvada el empate final, por lo que externaría en una entrevista al periódico EL SOL DE TAMPICO: “Voy mejorando, me ha costado tomar mi nivel. Los nervios me están atacando. Nunca antes pasé por una situación como la que vive el Tampico, eso me cala y me provoca malas salidas, pero esta que le hice a Batata me devuelve la confianza”.
Y no sería para más porque nunca en su brillante carrera en la liga argentina había permitido, como hasta ahora, más de 3 ocasiones: una carretada de 4 goles por partido.
El más valioso de la liga
Al finalizar el torneo, Tampico descendería a Segunda División, donde no se permitía el desempeño de jugadores extranjeros. - Luisito derramó lágrimas - recuerda Paulino Lomas -, le dije que buscara equipo, que estaba bien ranqueado. Un día se comunicó Iván Betancur, un colombiano, dueño del deportivo Cúcuta que se interesaba por sus servicios.
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Cerramos el trato con la condición que pagaría por solo seis meses, que si Landaburu jugaba bien efectuaría la compra, además que el dinero tendría que entregármelo en una joyería en Nueva York.
Al concluir la temporada volvió Betancur, trayendo periódicos donde decía que Landaburu fue declarado el jugador más valioso de la Liga, que lo compraría, pero que tendría que viajar por el dinero en greña a su negocio en la 5 avenida. Ya en confianza, pregunté qué parentesco tenía con el presidente de su país, Belisario Betancur; es mi hermano - respondió - dejándome asombrado.
Al terminar el partido en la Ciudad de México donde el Tampico sorpresivamente derrotó al América, el legendario programa deportivo “Acción” distinguió a Landaburu como “la figura de la semana”, destacando su gran actuación, deteniendo toda metralla.
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Posiblemente, debido a que no existía una gran comunicación en aquella época, la afición no se percató que un equipo modesto como Tampico no solo tuvo a un mundialista como Luque, sino que contó con los servicios de un arquero que fue cinco veces campeón en su país.
Luis Alberto Landaburu solo jugó una temporada en México, aunque sus grandes atajadas, sus vuelos de poste a poste, sus actuaciones que lo convertirían varias veces en el protagonista del juego, siguen siendo recordadas en el puerto; porque llegó como un completo desconocido, quizás con más permanencia se hubiera vuelto ídolo, a la altura de Bertocchi, Corbo, Revetria, Lira, Galindo, porque talento y carisma sí que derrochó en el Tamaulipas.
