En gran parte de los hogares mexicanos, en los primeros días del onceavo mes se puede encontrar el Altar de Muertos.
Las velas se encienden para alumbrar el viaje de los espíritus de vuelta al mundo de los vivos. Se dice que cuando las llamas se han apagado, ellos se han ido. ¿Cómo se vivía esta celebración en la zona conurbada de Tampico a finales de los años 90?
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De acuerdo a la tradición: año con año hay que tener listo el papel picado, preparar los alimentos, llenar las copas de agua, colocar las fotos de los difuntos, trazar el camino con cempasúchil y cal. Se acostumbra visitar los cementerios, lavar las tumbas, cambiar las flores, conversar, cantar, reír y llorar con aquellos que se han ido.
Una mirada al pasado
A partir de consultar los ejemplares correspondientes a la celebración de Día de Muertos de 1995 a 1999, preservados por la Hemeroteca de EL SOL DE TAMPICO, sabemos la siguiente información.
Nuestro viaje al pasado comienza el jueves 02 de noviembre de 1995, con el diario del día 342 del año 45; con 50 páginas y cinco secciones, con un costo de tres pesos. En él se comunicaba la poca afluencia a los panteones de la zona conurbada de Tampico. Lo mismo sucedía en la ciudad de Pánuco, en Veracruz, en el camposanto de San Esteban.
Las flores, que usualmente costaban entre 10 a 12 pesos, incrementaron su valor hasta casi 30 pesos. Un camión de bomberos aguardaba en el Cementerio municipal para proporcionar agua a quien lo necesitara. Al tiempo que elementos de tránsito regulaban el paso de peatones en el bulevar Allende.
¿Cuánto cuesta el pan de muerto?
El viernes 01 de noviembre de 1996, las piezas pequeñas de pan de muerto se vendían en tres pesos con 50 centavos; las medianas en siete pesos y las grandes en 10 pesos con 50 centavos.
En la página 10 de la primera sección se presentaba el Especial “No pudo vencer la crisis a la tradición del día de muertos”. El texto hacía referencia al colapso económico sufrido en el país a finales de 1994 y principios de 1995, el cual provocó un aumento de poco más del 100 por ciento en diversos productos.
“Aunque la crisis es fuerte, no podemos dejar de ofrecerles a nuestros difuntos una ofrenda, sobre todo, porque es una tradición que solo se celebra una vez al año”, aseveraba Martha Ceballos hace 27 años.
En tanto, bajo el título “El día de muertos no quiere morir”, se explicaba la importancia de colocar altares para el “ánima sola”, dedicados a quienes no tienen un familiar que los recuerde.
¿Qué pasaba en Ébano y González?
El domingo 02 de noviembre de 1997, EL SOL DE TAMPICO costaba cuatro pesos y estaba conformado por 76 páginas, repartidas en ocho secciones, aunado a dos suplementos, uno cómico y otro cultural.
En el apartado dedicado a Ébano se reportaba una escasa afluencia de visitantes a la necrópolis. La noticia era confirmada por el entonces presidente de la localidad, Pedro Cuauhtémoc Cruz Gómez. Sin embargo, en González, cientos de personas acudieron a cuidar de los sepulcros.
El olvido no es eterno
En 1995, 1996 y 1997, los tampiqueños casi no visitaron a los muertos, pero eso cambió en 1998, cuando acorde al Administrador de Panteones, Jorge Aragón Kunkel, cerca de 25 mil personas se dieron cita frente a las tumbas de aquellos a quienes amaron.
En Ciudad Madero, desde las siete de la mañana las familias llegaron a los cementerios de Árbol Grande, “Las chacas” y Jardín Madero. En Altamira, la concurrencia se contabilizó también en “cientos”.
Unos trabajan, otros viven el Xantolo
El primer día de noviembre de 1999 fue lunes y los bancos anunciaban que “ni muertos vamos a cerrar el 01 y 02 de noviembre”.
En la tercera sección del ejemplar de EL SOL DE TAMPICO, dedicada a Huejutla, se lee el título “Colorido y alegría en el inicio de las fiestas de Xantolo”, donde se comentaba que la plaza del Reloj estaba lista para continuar con la celebración.
Después de una intensa limpieza en los camposantos, se preparó una exposición de arcos y danzas, replique de campanas junto con un baile popular.
“El agosto de las flores”
Con un valor de cuatro pesos, cinco secciones y 62 páginas, EL SOL DE TAMPICO reproducía las declaraciones del Administrador de Cementerios Municipales, Marco Antonio Soto Hempes, cuando afirmaba que las flores habían incrementado hasta un treinta por cierto su valor.
En Árbol Grande, Madero, se notificaba escasez de agua debido, según las declaraciones del entonces director Gerardo Pérez González, a las reparaciones que la Comisión Municipal de Agua Potable y Alcantarillado (Comapa) efectuaba en una calle aledaña.
En Altamira las flores se vendían con un aumento de casi un 150%, verbigracia, una docena de crisantemos costaba 90 pesos, cuando en otras fechas el precio era de apenas 45 pesos.
En 1999, se instauró un altar de muertos en el Aeropuerto Internacional General Francisco Javier Mina, en memoria de antiguos trabajadores.
Inicia el recorrido al más allá
El martes 2 de noviembre de 1999, poco antes del inicio del siglo XXI, miles de tampiqueños, maderenses y altamirenses visitaron a sus muertos, poco les importaron los fuertes vientos de otoño.
En palabras del administrador de los camposantos municipales en ese momento, Marco Antonio Soto Hemkes, la afluencia continúa de visitantes inició a las 07:00 y finalizó a las 20:00 horas.
Aquí termina nuestra historia sobre cómo se vivía el Día de Muertos en la zona conurbada de Tampico a finales de los años 90.
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Con escasa o considerable concurrencia, los cementerios abren sus puertas, los vendedores de flores instalan los puestos, quienes acarrean agua preparan las cubetas y quizás con una peculiar mezcla de nostalgia y alegría, los vivos encienden las velas como una manera simbólica de decir a quienes ya no están: los recordamos y los queremos.