/ viernes 19 de octubre de 2018

Relatos de un embalsamador

Desde pequeño, Samuel Ramírez Mejía ha convivido con la muerte, su madre laboró durante muchos años en una funeraria y cotidianamente lo llevaba al trabajo, donde aprendió a convivir entre los muertos hasta la época reciente

Desde pequeño, Samuel Ramírez Mejía ha convivido con la muerte, su madre laboró durante muchos años en una funeraria y cotidianamente lo llevaba al trabajo, donde aprendió a convivir entre los muertos hasta la época reciente, en la que además le toca “maquillarlos” para que se encuentren presentables ante su familia en su última despedida, un trabajo que le ha traído muchos “sustos”, pero que le complace realizar.

Con la mirada fija mientras entablamos una amena charla en el área de planchas de funerales Ramírez, nos comenta que su actividad fue difícil al principio; “el trabajar con personas fallecidas no es común, como un trabajo de albañil o pintor, es más delicado, pero a la vez es bonito preparar los cuerpos, maquillarlos para que su familia pueda despedirse bien de ellos y es gratificante el que reconozcan nuestro trabajo”, señala.

Samuel recuerda que desde pequeño convivió con los muertos, ya que su mamá trabajó durante mucho tiempo y desde los inicios de la funeraria, por lo que era habitual que lo llevara continuamente, y ya de adulto al quedarse sin empleo recurrió al propietario, quien no dudó en contratarlo.

Funerales Ramírez tuvo durante mucho tiempo la concesión de la Procuraduría General de Justicia en la zona sur de Tamaulipas para realizar el levantamiento de todas las personas fallecidas de manera accidental o bien de las que un Ministerio Público daba fe, y por ello Samuel nos comenta que le tocó ver muertos en todo tipo de percances y crímenes, destacando que inició como camillero, transportando los cadáveres, y ahora como embalsamador.

Esta labor sin duda le ha dejado muchas experiencias y recuerda que lo más difícil en sus inicios era la impresión que le producía ver los cuerpos sin vida, aunado a los olores que despedían y no le dejaban comer bien, pues su mente retrataba lo que había visto.

RETRATOS DE ULTRATUMBA

Los fallecidos en accidentes se le quedaban grabados en la mente a Samuel, quien dijo que la mayor impresión la tuvo en un carreterazo en el municipio de González, en el que fallecieron dos niños y una persona adulta.

Recuerda que de ese percance en su memoria quedó registrada la imagen de un menor de unos 10 años, cuya humanidad quedó destrozada.

“SITUACIONES PARANORMALES”

El trabajar continuamente con personas fallecidas, muchas de ellas de manera trágica o producto de algún crimen no le ha dejado exento de ver situaciones paranormales, como las vividas durante el tiempo que estuvo asignado en la sucursal de la zona norte de Tampico, donde al terminar las velaciones recuerda que “se escuchaban ruidos y pasos en las capillas, cuando las instalaciones ya estaban vacías”.

Una de las más traumáticas fue precisamente en el sitio donde sostuvimos esta charla; “me encontraba afuera del anfiteatro, me estaba peinando y viendo al espejo, cundo al voltear vi a una persona parada junto a la plancha, sentí un escalofrío que me recorrió desde la nuca y el cuello pasando por la espalda hasta llegar a los pies”.

Asegura que esa ocasión sintió miedo y no quiso voltear a ver fijamente al ente; “se siente muy raro y feo, la respiración es más pesada”, detalla.

En otra ocasión, nos cuenta que al estar en la planta alta platicando con un compañero de este tipo de situaciones fuera de lo normal, vio cómo la chapa de la puerta se movió y se abrió sola.

Samuel Ramírez dice ya estar acostumbrado a trabajar con la muerte, lo considera un empleo como cualquier otro, pero principalmente lo realiza con respeto, agregando que el embalsamado consiste en sustituir la sangre por líquido para que se detenga el proceso de descomposición, se suministra vía arterial, y además le toca bañar el cuerpo, vestirlo y maquillarlo para que esté lo mejor presentable posible en su última despedida; “es un trabajo gratificante y he aprendido muchas cosas nuevas”, dijo para finalizar.

Desde pequeño, Samuel Ramírez Mejía ha convivido con la muerte, su madre laboró durante muchos años en una funeraria y cotidianamente lo llevaba al trabajo, donde aprendió a convivir entre los muertos hasta la época reciente, en la que además le toca “maquillarlos” para que se encuentren presentables ante su familia en su última despedida, un trabajo que le ha traído muchos “sustos”, pero que le complace realizar.

Con la mirada fija mientras entablamos una amena charla en el área de planchas de funerales Ramírez, nos comenta que su actividad fue difícil al principio; “el trabajar con personas fallecidas no es común, como un trabajo de albañil o pintor, es más delicado, pero a la vez es bonito preparar los cuerpos, maquillarlos para que su familia pueda despedirse bien de ellos y es gratificante el que reconozcan nuestro trabajo”, señala.

Samuel recuerda que desde pequeño convivió con los muertos, ya que su mamá trabajó durante mucho tiempo y desde los inicios de la funeraria, por lo que era habitual que lo llevara continuamente, y ya de adulto al quedarse sin empleo recurrió al propietario, quien no dudó en contratarlo.

Funerales Ramírez tuvo durante mucho tiempo la concesión de la Procuraduría General de Justicia en la zona sur de Tamaulipas para realizar el levantamiento de todas las personas fallecidas de manera accidental o bien de las que un Ministerio Público daba fe, y por ello Samuel nos comenta que le tocó ver muertos en todo tipo de percances y crímenes, destacando que inició como camillero, transportando los cadáveres, y ahora como embalsamador.

Esta labor sin duda le ha dejado muchas experiencias y recuerda que lo más difícil en sus inicios era la impresión que le producía ver los cuerpos sin vida, aunado a los olores que despedían y no le dejaban comer bien, pues su mente retrataba lo que había visto.

RETRATOS DE ULTRATUMBA

Los fallecidos en accidentes se le quedaban grabados en la mente a Samuel, quien dijo que la mayor impresión la tuvo en un carreterazo en el municipio de González, en el que fallecieron dos niños y una persona adulta.

Recuerda que de ese percance en su memoria quedó registrada la imagen de un menor de unos 10 años, cuya humanidad quedó destrozada.

“SITUACIONES PARANORMALES”

El trabajar continuamente con personas fallecidas, muchas de ellas de manera trágica o producto de algún crimen no le ha dejado exento de ver situaciones paranormales, como las vividas durante el tiempo que estuvo asignado en la sucursal de la zona norte de Tampico, donde al terminar las velaciones recuerda que “se escuchaban ruidos y pasos en las capillas, cuando las instalaciones ya estaban vacías”.

Una de las más traumáticas fue precisamente en el sitio donde sostuvimos esta charla; “me encontraba afuera del anfiteatro, me estaba peinando y viendo al espejo, cundo al voltear vi a una persona parada junto a la plancha, sentí un escalofrío que me recorrió desde la nuca y el cuello pasando por la espalda hasta llegar a los pies”.

Asegura que esa ocasión sintió miedo y no quiso voltear a ver fijamente al ente; “se siente muy raro y feo, la respiración es más pesada”, detalla.

En otra ocasión, nos cuenta que al estar en la planta alta platicando con un compañero de este tipo de situaciones fuera de lo normal, vio cómo la chapa de la puerta se movió y se abrió sola.

Samuel Ramírez dice ya estar acostumbrado a trabajar con la muerte, lo considera un empleo como cualquier otro, pero principalmente lo realiza con respeto, agregando que el embalsamado consiste en sustituir la sangre por líquido para que se detenga el proceso de descomposición, se suministra vía arterial, y además le toca bañar el cuerpo, vestirlo y maquillarlo para que esté lo mejor presentable posible en su última despedida; “es un trabajo gratificante y he aprendido muchas cosas nuevas”, dijo para finalizar.

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