/ lunes 26 de noviembre de 2018

Con café y a media luz | A tirones y misivas

Empezaba en la brega del periodismo como un incipiente y maltrecho aprendiz de reportero, allá por el año de 2000. Aún no emigraba yo de las aulas universitarias y ya trataba de adentrarme un poco en la práctica de la colecta de noticias para, posteriormente, convertirlas en piezas informativas en la sala de Redacción de EL SOL DE TAMPICO. Época que agradezco mucho, porque me permitió desarrollarme sin temor en otros medios en diversos estados de la República.

Pues, como le decía, gentil amigo lector, aconteció que, recién nombrado Presidente de los Estados Unidos Mexicanos el señor Vicente Fox Quezada, una cierta inquietud se empezó a sentir en el ánimo político de Tamaulipas, bastión priista en el norte de nuestro país y, por tanto, refugio de la más distinguida y pulcra clase de miembros del tricolor.

Era evidente que la llegada del primer político panista a la jefatura del estado mexicano no traería buenos augurios para todos aquellos que, en su momento, buscaron afanosamente tronchar con la vertiginosa carrera que el guanajuatense había protagonizado y lo había hecho ocupar la preferencia en el gusto de los votantes. Fenómeno que aquel domingo del año dos mil se manifestó, sin problema alguno, en las urnas.

Entre todos los representantes tamaulipecos del otrora “partido aplanadora”, como era de suponerse, destacaba el gobernador por aquellos años, Tomás Yarrington Ruvalcaba, quien había realizado, previamente, declaraciones interesantes a favor de Francisco Labastida Ochoa, abanderado del mencionado escaparate a ocupar “la grande” y que, desafortunadamente para ellos, de nada sirvieron para cambiar el rumbo de ese ejercicio democrático.

En aquella mañana de diciembre, había una excitación en la sala de redacción. El subdirector había llegado desde muy temprano, cosa que era muy extraña, pues su horario de trabajo daba inicio a partir de las tres de la tarde. Sin embargo, ese día estaba allí mucho antes que el resto de los reporteros.

“Te vas a ir con él”, me dijo señalando a un compañero de dilatada experiencia que ya alistaba sus arreos. Le mandó llamar por su apellido y a ambos nos inquirió: “¿Cuál es la pregunta obligatoria que le deberán hacer al gobernador del estado?”. Este servidor “peló los ojos”, pues hasta ese momento, nunca me había tocado cubrir un evento del gobernador.

El hombre que sí estaba poniendo atención se quedó pensando unos instantes y respondió sin dudar: “¿Cómo se espera que sea la relación del gobierno estatal con el nuevo Presidente de México por ser de extracción partidista contraria?”

“Así es”, refirió el subdirector. Minutos más tarde y a bordo de un buque que había zarpado del muelle, se cumplió la encomienda. La respuesta de Tomás fue diplomática y seria, no la recuerdo con exactitud, pero sí hacía énfasis en que todo marcharía de la mejor manera por el beneficio de los mexicanos y en especial de los tamaulipecos y que Fox Quezada podría estar seguro de que recibiría el total apoyo de esta entidad federativa.

El recorrido continuó, allí se dio paso a una ceremonia, posteriormente un festejo, una comida y la nave volvió a tierra sin novedad alguna.

En nuestros días las cosas no marchan igual, por el contrario, el “horizonte ya mostró sus primeros nubarrones”, pues la reciente misiva enviada por los gobernadores panistas al señor Andrés Manuel López Obrador en la que expresan su inconformidad por la aparición de los “superdelegados”, no ha sido bien vista por los miembros del poder legislativo, que ya se animaron a responder con una actitud defensiva y hasta amenazante, siendo esto, el primer “tironeo” entre los mandatarios estatales y la figura presidencial.

Esta “tensión”, sin importar en este momento quién tenga la razón y esos modos “de no dar y pedir cuartel” traerán, a la postre, declaraciones que serán cada vez más agresivas y derivarán en una serie de restricciones que podrían poner en entredicho los resultados materiales y obras que tanta falta hacen en nuestra entidad.

Y es que no solamente es la llegada de los “superdelegados”, sino lo que esto originaría que, entre otras cosas, es que los gobernadores ya no podrán decidir el destino y liberación de los recursos federales que ya están etiquetados. En otras palabras, el dinero sólo pasará por “los ojos” y no por “las manos” de las administraciones estatales, cosa que seguramente se ve positiva en una primera lectura.

Mas no podemos negarnos a la realidad. En estos momentos, es imperativo el trabajo en conjunto y la buena voluntad entre los actores políticos porque la crisis social y económica que está por venir, golpeará severamente los bolsillos y la moral de los ciudadanos. Superdelegados y gobernadores deberán dejar el protagonismo a un lado y colaborar en bien, en este caso, de los tamaulipecos, garantizando con su labor el bienestar en general.

¡Hasta la próxima!

Escríbame y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma, que será un gran día!

licajimenezmcc@hotmail.com


Empezaba en la brega del periodismo como un incipiente y maltrecho aprendiz de reportero, allá por el año de 2000. Aún no emigraba yo de las aulas universitarias y ya trataba de adentrarme un poco en la práctica de la colecta de noticias para, posteriormente, convertirlas en piezas informativas en la sala de Redacción de EL SOL DE TAMPICO. Época que agradezco mucho, porque me permitió desarrollarme sin temor en otros medios en diversos estados de la República.

Pues, como le decía, gentil amigo lector, aconteció que, recién nombrado Presidente de los Estados Unidos Mexicanos el señor Vicente Fox Quezada, una cierta inquietud se empezó a sentir en el ánimo político de Tamaulipas, bastión priista en el norte de nuestro país y, por tanto, refugio de la más distinguida y pulcra clase de miembros del tricolor.

Era evidente que la llegada del primer político panista a la jefatura del estado mexicano no traería buenos augurios para todos aquellos que, en su momento, buscaron afanosamente tronchar con la vertiginosa carrera que el guanajuatense había protagonizado y lo había hecho ocupar la preferencia en el gusto de los votantes. Fenómeno que aquel domingo del año dos mil se manifestó, sin problema alguno, en las urnas.

Entre todos los representantes tamaulipecos del otrora “partido aplanadora”, como era de suponerse, destacaba el gobernador por aquellos años, Tomás Yarrington Ruvalcaba, quien había realizado, previamente, declaraciones interesantes a favor de Francisco Labastida Ochoa, abanderado del mencionado escaparate a ocupar “la grande” y que, desafortunadamente para ellos, de nada sirvieron para cambiar el rumbo de ese ejercicio democrático.

En aquella mañana de diciembre, había una excitación en la sala de redacción. El subdirector había llegado desde muy temprano, cosa que era muy extraña, pues su horario de trabajo daba inicio a partir de las tres de la tarde. Sin embargo, ese día estaba allí mucho antes que el resto de los reporteros.

“Te vas a ir con él”, me dijo señalando a un compañero de dilatada experiencia que ya alistaba sus arreos. Le mandó llamar por su apellido y a ambos nos inquirió: “¿Cuál es la pregunta obligatoria que le deberán hacer al gobernador del estado?”. Este servidor “peló los ojos”, pues hasta ese momento, nunca me había tocado cubrir un evento del gobernador.

El hombre que sí estaba poniendo atención se quedó pensando unos instantes y respondió sin dudar: “¿Cómo se espera que sea la relación del gobierno estatal con el nuevo Presidente de México por ser de extracción partidista contraria?”

“Así es”, refirió el subdirector. Minutos más tarde y a bordo de un buque que había zarpado del muelle, se cumplió la encomienda. La respuesta de Tomás fue diplomática y seria, no la recuerdo con exactitud, pero sí hacía énfasis en que todo marcharía de la mejor manera por el beneficio de los mexicanos y en especial de los tamaulipecos y que Fox Quezada podría estar seguro de que recibiría el total apoyo de esta entidad federativa.

El recorrido continuó, allí se dio paso a una ceremonia, posteriormente un festejo, una comida y la nave volvió a tierra sin novedad alguna.

En nuestros días las cosas no marchan igual, por el contrario, el “horizonte ya mostró sus primeros nubarrones”, pues la reciente misiva enviada por los gobernadores panistas al señor Andrés Manuel López Obrador en la que expresan su inconformidad por la aparición de los “superdelegados”, no ha sido bien vista por los miembros del poder legislativo, que ya se animaron a responder con una actitud defensiva y hasta amenazante, siendo esto, el primer “tironeo” entre los mandatarios estatales y la figura presidencial.

Esta “tensión”, sin importar en este momento quién tenga la razón y esos modos “de no dar y pedir cuartel” traerán, a la postre, declaraciones que serán cada vez más agresivas y derivarán en una serie de restricciones que podrían poner en entredicho los resultados materiales y obras que tanta falta hacen en nuestra entidad.

Y es que no solamente es la llegada de los “superdelegados”, sino lo que esto originaría que, entre otras cosas, es que los gobernadores ya no podrán decidir el destino y liberación de los recursos federales que ya están etiquetados. En otras palabras, el dinero sólo pasará por “los ojos” y no por “las manos” de las administraciones estatales, cosa que seguramente se ve positiva en una primera lectura.

Mas no podemos negarnos a la realidad. En estos momentos, es imperativo el trabajo en conjunto y la buena voluntad entre los actores políticos porque la crisis social y económica que está por venir, golpeará severamente los bolsillos y la moral de los ciudadanos. Superdelegados y gobernadores deberán dejar el protagonismo a un lado y colaborar en bien, en este caso, de los tamaulipecos, garantizando con su labor el bienestar en general.

¡Hasta la próxima!

Escríbame y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma, que será un gran día!

licajimenezmcc@hotmail.com