/ sábado 10 de febrero de 2024

Cantos de poder | Las mismas golizas

¿Con siete Copas a cuestas, qué pasa? Me refiero a Copas del Mundo de la FIFA, que cada cuatro años se llevan a cabo. En ese lapso, seguramente cambian las costumbres, la política, los gobiernos, la manera de divertirse, la ciencia, la tecnología, el transporte, la moda y otras cosas más. Pero algo es cierto, hace siete copas el planeta no estaba, pese a todo, tan “loco de atar”, como ahora, ni necesitaba la dosis de medicina 2.0, sin lo cual luciría incontrolable y expuesto a los vaivenes de la providencia.

Hace siete Copas republicanos y demócratas reunidos en el congreso de Washington D.C. pretendieron saber cómo pasar a Afganistán, en 10 años, de ser una sociedad medieval…a un país de alta tecnología. Llevaron instructores, armas, ingeniería militar y personal de inteligencia. Aparecieron los nombres de Lockheed, Raytheon, Bendix, Northrop, consorcios quizá menos conocidos que las compañías petroleras globales, pero en cierto modo más potentes. Y comenzó la “modernización” de Kabul, capital de Afganistán, y otras congregaciónes provinciales. Se otorgaron contratos para entrenar a la Guardia Nacional del emirato.

Se invirtió en infraestructura. Pero pasó más de veinte años y Estados Unidos no quiso o ya no pudo intervenir, y la población vio llegar los grandes aparatos Galaxia, encargados de evacuar a los súbditos estadounidenses y a originarios y residentes del emirato, aterrorizados por los talibanes. Los mismos Galaxia de Vietnam. Las mismas escenas de una salida precipitada. Las mismas discusiones. Los mismos argumentos. Los mismos tiranos. Los mismos sometidos. Las mismas praderas. Las mismas protestas. La misma gente.

¿Qué pasó en Afganistán? ¿La corrupción? Sí. ¿Venta de armas? Sí. ¿ El choque de la marea del dinero y las costumbres fáciles en una sociedad de estructuras “arcaicas”? Por supuesto. ¿La barbarie?, también.

El capitalismo sin delirio y sus recetas de economía milagro, con ribetes de destino manifiesto parecieron funcionar, en un principio. Solo que tras la ducha de agua fría en suelo afgano, no muy distinto de la de otras regiones, existe una pregunta, ¿Es posible imponer las exigencias técnicas de la era moderna y a la vez asegurar la paz económica y la estabilidad de la vida social? El único pero es que si no existen pobres, ya no será creíble ni justificada la propaganda de la guerrilla islámica o de cualquier otro lado, o el fantasma de Carlos Marx, por citar dos casos. Es sobre esta base que se debe resolver el problema fundamental de la seguridad no sólo de países sino a nivel global, que es la paz.

Lector, siguiendo con las copas, después de siete copas del mundo, que veintiocho años no es nada, parafraseando al tango, nadie vio que China tendría un crecimiento económico sostenido que llegaria a nueve por ciento para transformarse en un líder comercial de proporciones insospechadas. Ni que el Oso Ruso tendría la vista puesta en europa. Ni que un tipo llamado Elon Musk, llevaría a cabo el implante de un chip en el cerebro humano, circunstancia que nos conduce al terreno de la bioética.

Hace siete Copas las mexicanas y mexicanos distraidos con la propaganda magnificente, recibíamos golizas, pero nunca como la que nos infligió la acometida del neoliberalismo económico, sistema ajeno a nuestra manera de ser, de pensar, de sentir, y en la que “muy pocos, golean a muchos”.

Hace siete Copas nadie previó que la telaraña neoliberal terminaría por afectar los valores de los jóvenes nacidos entre mil novecientos setenta y seis y mil novecientos ochenta y uno (considerada la primer progenie de hijos del modelo económico en mención), para tener individuos para los cuales el dinero tiene más valor que el compromiso social, la honestidad, la libertad, y el nacionalismo; lo que significa una generación de personas aisladas, solas, confiando en el esfuerzo individual para definir proyectos.

¿Con siete Copas a cuestas, qué pasa? Me refiero a Copas del Mundo de la FIFA, que cada cuatro años se llevan a cabo. En ese lapso, seguramente cambian las costumbres, la política, los gobiernos, la manera de divertirse, la ciencia, la tecnología, el transporte, la moda y otras cosas más. Pero algo es cierto, hace siete copas el planeta no estaba, pese a todo, tan “loco de atar”, como ahora, ni necesitaba la dosis de medicina 2.0, sin lo cual luciría incontrolable y expuesto a los vaivenes de la providencia.

Hace siete Copas republicanos y demócratas reunidos en el congreso de Washington D.C. pretendieron saber cómo pasar a Afganistán, en 10 años, de ser una sociedad medieval…a un país de alta tecnología. Llevaron instructores, armas, ingeniería militar y personal de inteligencia. Aparecieron los nombres de Lockheed, Raytheon, Bendix, Northrop, consorcios quizá menos conocidos que las compañías petroleras globales, pero en cierto modo más potentes. Y comenzó la “modernización” de Kabul, capital de Afganistán, y otras congregaciónes provinciales. Se otorgaron contratos para entrenar a la Guardia Nacional del emirato.

Se invirtió en infraestructura. Pero pasó más de veinte años y Estados Unidos no quiso o ya no pudo intervenir, y la población vio llegar los grandes aparatos Galaxia, encargados de evacuar a los súbditos estadounidenses y a originarios y residentes del emirato, aterrorizados por los talibanes. Los mismos Galaxia de Vietnam. Las mismas escenas de una salida precipitada. Las mismas discusiones. Los mismos argumentos. Los mismos tiranos. Los mismos sometidos. Las mismas praderas. Las mismas protestas. La misma gente.

¿Qué pasó en Afganistán? ¿La corrupción? Sí. ¿Venta de armas? Sí. ¿ El choque de la marea del dinero y las costumbres fáciles en una sociedad de estructuras “arcaicas”? Por supuesto. ¿La barbarie?, también.

El capitalismo sin delirio y sus recetas de economía milagro, con ribetes de destino manifiesto parecieron funcionar, en un principio. Solo que tras la ducha de agua fría en suelo afgano, no muy distinto de la de otras regiones, existe una pregunta, ¿Es posible imponer las exigencias técnicas de la era moderna y a la vez asegurar la paz económica y la estabilidad de la vida social? El único pero es que si no existen pobres, ya no será creíble ni justificada la propaganda de la guerrilla islámica o de cualquier otro lado, o el fantasma de Carlos Marx, por citar dos casos. Es sobre esta base que se debe resolver el problema fundamental de la seguridad no sólo de países sino a nivel global, que es la paz.

Lector, siguiendo con las copas, después de siete copas del mundo, que veintiocho años no es nada, parafraseando al tango, nadie vio que China tendría un crecimiento económico sostenido que llegaria a nueve por ciento para transformarse en un líder comercial de proporciones insospechadas. Ni que el Oso Ruso tendría la vista puesta en europa. Ni que un tipo llamado Elon Musk, llevaría a cabo el implante de un chip en el cerebro humano, circunstancia que nos conduce al terreno de la bioética.

Hace siete Copas las mexicanas y mexicanos distraidos con la propaganda magnificente, recibíamos golizas, pero nunca como la que nos infligió la acometida del neoliberalismo económico, sistema ajeno a nuestra manera de ser, de pensar, de sentir, y en la que “muy pocos, golean a muchos”.

Hace siete Copas nadie previó que la telaraña neoliberal terminaría por afectar los valores de los jóvenes nacidos entre mil novecientos setenta y seis y mil novecientos ochenta y uno (considerada la primer progenie de hijos del modelo económico en mención), para tener individuos para los cuales el dinero tiene más valor que el compromiso social, la honestidad, la libertad, y el nacionalismo; lo que significa una generación de personas aisladas, solas, confiando en el esfuerzo individual para definir proyectos.