/ sábado 13 de enero de 2024

Cantos del poder | Miscelánea sabatina

La violencia en Ecuador, los bombardeos en Yemen, las elecciones en Taiwán y la hiperinflación en Argentina hacen de 2024 un año complicado. Pero la apuesta a corto plazo de México en el casino del sistema crediticio internacional es la misma, un presupuesto equilibrado, con recursos debidamente etiquetados, dentro de una total transparencia. Asimismo una mayor dosis de paz social y un mercado internacional estable.

En los acontecimientos a nivel global sobresale la acción de un conspicuo representante del neoliberalismo en argentina. Defensor de la aplicación de “dar mucho a pocos, y muy poco a muchos”, lema de un modelo económico que condenó a un 60 por ciento de los habitantes de México a vivir en la pobreza (cosa que aún obliga a cientos de miles de connacionales a intentar el cruce del río Bravo para buscar mejores condiciones de vida).

El neoliberalismo depredador aplicado en nuestro territorio a partir de mil novecientos ochenta y uno, fue incapaz de producir condiciones de igualdad e incorporar al desarrollo a las mayorías excluidas. Sus estremecedores efectos revelan también las “meteduras de pata” de quienes en la desgracia del país, ven la oportunidad de privatizar patrimonio social y ganar mucho dinero.

La visión maniquea de considerar lo privado como paradigma de la virtud frente a la perversidad intrínseca del sector público, va de la mano con el manido argumento de que pese a los “negativos o magros resultados del neoliberalismo”, de no haberse implantado estuviéramos peor. Esta aseveración carece de sustento y la suscriben, quizás, quienes en el caso de tener graves problemas económicos en sus empresas, lograron que el gobierno entrara para repetir la fórmula del “rescate carretero” efectuado en otros sexenios, cuando los constructores, además de ponerse la cachucha de concesionarios de las obras que ellos mismos “construyeron”, figuraron como beneficiarios del citado rescate, por el cual los mexicanos pagamos miles de millones de pesos cada año.

Casi cuatro décadas después de ver y sentir el mega fracaso de las políticas neoliberales, existen quienes todavía se aferran a un modelo económico creador de la miseria (tal vez porque creen poder utilizarlo de acuerdo a sus intereses individuales, de índole económico, social y político).

Como estandarte del neoliberalismo, donde también se halla Fobaproa, rescate bancario blanqueado a IPAB en la cincuenta y siete legislatura, está el trueque de un presidente y su Secretario de Hacienda para convertir pesos en tostones. Todo en las narices de legisladores de la República, que en un acto de ilusionismo financiero se hicieron de la vista gorda.

Durante el neoliberalismo, los precios de barril de petróleo llegaron a estar por encima de sesenta dólares la unidad, y pese a ello, se generaron condiciones de pobreza extrema. Fueron sexenios en los que se prometió crecimiento económico sostenido y se presumió de las reservas internacionales y una estabilidad macroeconómica que no evitó la expatriación de millones de connacionales hacia territorio estadounidense como indocumentados. Esa es la herencia que todavía hoy sufrimos de los gobiernos que por encima de la mesa predicaban “la democracia y la transparencia”, mientras que por debajo de la mesa remataban las empresas públicas a precios de risa.

La transferencia de riqueza propiedad de la nación a un grupo de inversionistas particulares que pagaron precios sensiblemente menores a los activos que adquirieron, equivale a haberles entregado de manera gratuita recursos presupuestales producto de años de trabajo y ahorro, a veces llegando al máximo sacrificio de muchas generaciones de mexicanas y mexicanos.

Los beneficios tangibles del proceso de “privatización” debían alcanzar a grandes sectores de los habitantes de nuestro Territorio. Pero ¿dónde quedaron y para quienes fueron los grandes beneficios de la venta de esas empresas?

Evidentemente, el proceso privatizador al momento de adquirir una dinámica propia se desvinculó de un proyecto de país y dejó de responder a los intereses nacionales. No hubo una visión a largo plazo o significado para nuestros anhelos soberanos . Por el contrario, creció el número de pobres y nos hicimos mas dependientes de nuestros poderosos vecinos del norte.

La violencia en Ecuador, los bombardeos en Yemen, las elecciones en Taiwán y la hiperinflación en Argentina hacen de 2024 un año complicado. Pero la apuesta a corto plazo de México en el casino del sistema crediticio internacional es la misma, un presupuesto equilibrado, con recursos debidamente etiquetados, dentro de una total transparencia. Asimismo una mayor dosis de paz social y un mercado internacional estable.

En los acontecimientos a nivel global sobresale la acción de un conspicuo representante del neoliberalismo en argentina. Defensor de la aplicación de “dar mucho a pocos, y muy poco a muchos”, lema de un modelo económico que condenó a un 60 por ciento de los habitantes de México a vivir en la pobreza (cosa que aún obliga a cientos de miles de connacionales a intentar el cruce del río Bravo para buscar mejores condiciones de vida).

El neoliberalismo depredador aplicado en nuestro territorio a partir de mil novecientos ochenta y uno, fue incapaz de producir condiciones de igualdad e incorporar al desarrollo a las mayorías excluidas. Sus estremecedores efectos revelan también las “meteduras de pata” de quienes en la desgracia del país, ven la oportunidad de privatizar patrimonio social y ganar mucho dinero.

La visión maniquea de considerar lo privado como paradigma de la virtud frente a la perversidad intrínseca del sector público, va de la mano con el manido argumento de que pese a los “negativos o magros resultados del neoliberalismo”, de no haberse implantado estuviéramos peor. Esta aseveración carece de sustento y la suscriben, quizás, quienes en el caso de tener graves problemas económicos en sus empresas, lograron que el gobierno entrara para repetir la fórmula del “rescate carretero” efectuado en otros sexenios, cuando los constructores, además de ponerse la cachucha de concesionarios de las obras que ellos mismos “construyeron”, figuraron como beneficiarios del citado rescate, por el cual los mexicanos pagamos miles de millones de pesos cada año.

Casi cuatro décadas después de ver y sentir el mega fracaso de las políticas neoliberales, existen quienes todavía se aferran a un modelo económico creador de la miseria (tal vez porque creen poder utilizarlo de acuerdo a sus intereses individuales, de índole económico, social y político).

Como estandarte del neoliberalismo, donde también se halla Fobaproa, rescate bancario blanqueado a IPAB en la cincuenta y siete legislatura, está el trueque de un presidente y su Secretario de Hacienda para convertir pesos en tostones. Todo en las narices de legisladores de la República, que en un acto de ilusionismo financiero se hicieron de la vista gorda.

Durante el neoliberalismo, los precios de barril de petróleo llegaron a estar por encima de sesenta dólares la unidad, y pese a ello, se generaron condiciones de pobreza extrema. Fueron sexenios en los que se prometió crecimiento económico sostenido y se presumió de las reservas internacionales y una estabilidad macroeconómica que no evitó la expatriación de millones de connacionales hacia territorio estadounidense como indocumentados. Esa es la herencia que todavía hoy sufrimos de los gobiernos que por encima de la mesa predicaban “la democracia y la transparencia”, mientras que por debajo de la mesa remataban las empresas públicas a precios de risa.

La transferencia de riqueza propiedad de la nación a un grupo de inversionistas particulares que pagaron precios sensiblemente menores a los activos que adquirieron, equivale a haberles entregado de manera gratuita recursos presupuestales producto de años de trabajo y ahorro, a veces llegando al máximo sacrificio de muchas generaciones de mexicanas y mexicanos.

Los beneficios tangibles del proceso de “privatización” debían alcanzar a grandes sectores de los habitantes de nuestro Territorio. Pero ¿dónde quedaron y para quienes fueron los grandes beneficios de la venta de esas empresas?

Evidentemente, el proceso privatizador al momento de adquirir una dinámica propia se desvinculó de un proyecto de país y dejó de responder a los intereses nacionales. No hubo una visión a largo plazo o significado para nuestros anhelos soberanos . Por el contrario, creció el número de pobres y nos hicimos mas dependientes de nuestros poderosos vecinos del norte.