/ sábado 20 de enero de 2024

Cantos del poder | Miscelánea sabatina

Aunque la tasa de crecimiento marcó un descenso de 0.63 por ciento en la última década, actualmente somos alrededor de ocho mil millones de personas. A este ritmo, la población de todo el orbe podría llegar para el año 2030 a nueve mil millones, de acuerdo con estimaciones de la Unesco, precisamente el límite que se puede sostener antes de agotarse los alimentos, los recursos naturales y sufrir graves y temibles consecuencias.

Los problemas de alimentación, vivienda, vestido, educación, trabajo, higiene, salubridad y salud mental hoy plantean retos inimaginables en relación a hace veinte o treinta años.

Actualmente la población crece más rápido que la producción de alimentos, y las corrientes migratorias alejan a los hombres del campo para empujarlos a las ciudades en la búsqueda de mejores oportunidades de trabajo y condiciones de vida. Con esto, más la lucha por el disfrute de un producto básico como es el petróleo, prende abundantes conflictos y el riesgo de una hambruna generalizada que esperemos jamás suceda.

La toma de conciencia de la frenética carrera en que estamos metidos nos conduce a varias reflexiones. Una, la necesidad de una mejor distribución de todos los productos importantes que ahora se desarrollan y elaboran, y la reducción o desaparición de aquellos otros que resultan verdaderamente superfluos.

En este orden de ideas, cada vez que se registra un aumento perceptible en los precios del barril de petróleo, los gobernantes piden a sus pueblos mayor austeridad y cambios fundamentales en formas de vida que se basan en el derroche continuo, circunstancia que se enmarca dentro de los dilemas por los que atraviesa la nueva Torre de Babel en que está convertido el mundo, cuestión de la que no tienen cabal idea quienes influyen en el destino de países, a juzgar por su conducta.

La interrogante es si este gran problema que se desliza sobre todas las naciones de occidente y otras más, podría originar nuevos sistemas y nuevas maneras de actuar que nos alejen de esa abundancia insultante en la que se mueven los sectores más favorecidos de los denominados países ricos y la miseria terrible que conocen cientos de miles de habitantes de las naciones pobres.

La población creciente, el déficit de alimentos y el derroche de energéticos constituyen un coctel explosivo que puede estallar en un plazo relativamente corto. Los problemas de índole económico financiero conducen a toda clase de desórdenes sociales que puedan ser imaginados. O bien, al temido conflicto global, con tintes apocalípticos. Mientras tanto, continúa el estruendoso combate entre los principales instintos que gobiernan la conducta del hombre: Tánatos que aspira a separar y, simultáneamente, Eros –símbolo claro del amor.

Sobresale Tánatos, acogido bajo el signo de Marte, dios de la guerra latino, que encarna la doctrina o pensamiento y anhelos de supremacía del individuo bajo el postulado de que el hombre es el lobo para el hombre, doctrina que con magistral elocuencia enunció en su obra Leviathan, Tomas Hobbes.

Todo nos advierte que la mayor parte si no es que la totalidad de los desequilibrios y descompensaciones entre países e individuos se inicia de la lucha permanente entre Tánatos y Eros, necrófilos y biófilos, entre los que pretenden la destrucción y los que aman la vida.

¿Quién prevalecerá?

Hace mucho tiempo William Shakespeare dijo, ¿Quién fue el que esculpió la estatua de Eros y la colocó sobre fuentes, imaginándose que el agua podía extinguir este fuego?

Epílogo: Sin las matemáticas jamás habría existido la bomba atómica ni la Teoría de la Relatividad. Tampoco las leyes de la fuerza gravitacional ni la teoría de los hoyos negros en el espacio exterior.

Las matemáticas aplicadas a las ciencias sociales nos permiten vislumbrar la realidad de la vida cotidiana.

Gracias a la ciencia matemática podemos entrever la misteriosa ley de las probabilidades y lo que cada mexicana y mexicano hubiera aportado a la construcción del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, obra finalmente cancelada.

Gracias a las matemáticas podemos conocer con gran precisión a los favoritos en las encuestas políticas y su posibilidad de triunfo.

Gracias a las matemáticas aplicadas nos damos cuenta de los pesos y centavos destinados cada año para el pago de intereses del infame rescate bancario Fobaproa, blanqueado a IPAB.


Aunque la tasa de crecimiento marcó un descenso de 0.63 por ciento en la última década, actualmente somos alrededor de ocho mil millones de personas. A este ritmo, la población de todo el orbe podría llegar para el año 2030 a nueve mil millones, de acuerdo con estimaciones de la Unesco, precisamente el límite que se puede sostener antes de agotarse los alimentos, los recursos naturales y sufrir graves y temibles consecuencias.

Los problemas de alimentación, vivienda, vestido, educación, trabajo, higiene, salubridad y salud mental hoy plantean retos inimaginables en relación a hace veinte o treinta años.

Actualmente la población crece más rápido que la producción de alimentos, y las corrientes migratorias alejan a los hombres del campo para empujarlos a las ciudades en la búsqueda de mejores oportunidades de trabajo y condiciones de vida. Con esto, más la lucha por el disfrute de un producto básico como es el petróleo, prende abundantes conflictos y el riesgo de una hambruna generalizada que esperemos jamás suceda.

La toma de conciencia de la frenética carrera en que estamos metidos nos conduce a varias reflexiones. Una, la necesidad de una mejor distribución de todos los productos importantes que ahora se desarrollan y elaboran, y la reducción o desaparición de aquellos otros que resultan verdaderamente superfluos.

En este orden de ideas, cada vez que se registra un aumento perceptible en los precios del barril de petróleo, los gobernantes piden a sus pueblos mayor austeridad y cambios fundamentales en formas de vida que se basan en el derroche continuo, circunstancia que se enmarca dentro de los dilemas por los que atraviesa la nueva Torre de Babel en que está convertido el mundo, cuestión de la que no tienen cabal idea quienes influyen en el destino de países, a juzgar por su conducta.

La interrogante es si este gran problema que se desliza sobre todas las naciones de occidente y otras más, podría originar nuevos sistemas y nuevas maneras de actuar que nos alejen de esa abundancia insultante en la que se mueven los sectores más favorecidos de los denominados países ricos y la miseria terrible que conocen cientos de miles de habitantes de las naciones pobres.

La población creciente, el déficit de alimentos y el derroche de energéticos constituyen un coctel explosivo que puede estallar en un plazo relativamente corto. Los problemas de índole económico financiero conducen a toda clase de desórdenes sociales que puedan ser imaginados. O bien, al temido conflicto global, con tintes apocalípticos. Mientras tanto, continúa el estruendoso combate entre los principales instintos que gobiernan la conducta del hombre: Tánatos que aspira a separar y, simultáneamente, Eros –símbolo claro del amor.

Sobresale Tánatos, acogido bajo el signo de Marte, dios de la guerra latino, que encarna la doctrina o pensamiento y anhelos de supremacía del individuo bajo el postulado de que el hombre es el lobo para el hombre, doctrina que con magistral elocuencia enunció en su obra Leviathan, Tomas Hobbes.

Todo nos advierte que la mayor parte si no es que la totalidad de los desequilibrios y descompensaciones entre países e individuos se inicia de la lucha permanente entre Tánatos y Eros, necrófilos y biófilos, entre los que pretenden la destrucción y los que aman la vida.

¿Quién prevalecerá?

Hace mucho tiempo William Shakespeare dijo, ¿Quién fue el que esculpió la estatua de Eros y la colocó sobre fuentes, imaginándose que el agua podía extinguir este fuego?

Epílogo: Sin las matemáticas jamás habría existido la bomba atómica ni la Teoría de la Relatividad. Tampoco las leyes de la fuerza gravitacional ni la teoría de los hoyos negros en el espacio exterior.

Las matemáticas aplicadas a las ciencias sociales nos permiten vislumbrar la realidad de la vida cotidiana.

Gracias a la ciencia matemática podemos entrever la misteriosa ley de las probabilidades y lo que cada mexicana y mexicano hubiera aportado a la construcción del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, obra finalmente cancelada.

Gracias a las matemáticas podemos conocer con gran precisión a los favoritos en las encuestas políticas y su posibilidad de triunfo.

Gracias a las matemáticas aplicadas nos damos cuenta de los pesos y centavos destinados cada año para el pago de intereses del infame rescate bancario Fobaproa, blanqueado a IPAB.