/ viernes 22 de mayo de 2020

Con café y a media luz | Máscaras de Salud

Quizá sea un error de percepción. Tal vez una malinterpretación de los gestos, los ademanes y una actitud desencajada. Pudieran ser las cuestiones técnicas como las luces, las cámaras, la señal digital que últimamente ha tenido sus fallas. Probablemente sea todo eso o que la presión ha sido demasiada y los pronósticos son más preocupantes que alentadores, pero, salvo su mejor opinión, gentil amigo lector, en las últimas conferencias vespertinas, he observado al subsecretario de salud, Dr. Hugo López – Gatell, más sombrío que al principio de esta gesta que él tituló “La jornada nacional de sana distancia”.

Muy atrás quedó la imagen del facultativo que, en un retórico arranque de semiótica verborrea al estilo del ejecutivo nacional, se atrevió a decir en un tono optimista y mesiánico que “La fuerza del presidente es moral y no de contagio”. Este esfuerzo por compartir parte de la filosofía de trabajo del presidente López le costó una andanada de críticas de la prensa nacional.

Posterior a ello, el médico se ganó la simpatía y el aprecio de la población porque mostró, quizá bien instruido o de manera involuntaria, el “rostro gubernamental” que tanto se ansía por parte de la sociedad. La tolerancia ante los reiterados cuestionamientos de la prensa nacional; la paciencia para repetir incansablemente las mismas respuestas; la gratitud a quien le hacía críticas y hasta el reconocimiento público para sus homólogos estatales pertenecientes a gobiernos “opositores” al federal fueron, entre muchos otros, los factores que llevaron a López – Gatell a ser un funcionario “consentido” por la opinión pública.

Sobre su rostro se construyó una especie de máscara de simpatía, atención, elocuencia, y bonhomía que ahora luce cansada. Uso ese término porque no aplica, para evitar malas interpretaciones, otros como “desgastada”, “maltratada”, etcétera.

La primera vez que se observó este “desencanto” en el rostro del doctor fue cuando iniciaba esta pandemia y, a regañadientes, el presidente López readecuaba la declaración hecha con días de anterioridad en la que invitaba a la población a salir a las calles normalmente y ahora decía que por salud había que guardarnos hasta el 19 de abril. En ese momento, el tabasqueño que hacía uso de la voz en el pódium se giró para ver a su colaborador y con un tono de pregunta retadora le dijo: “¿No dijiste que para el 19 de abril?”. López – Gatell, desde su silla y sintiéndose comprometido públicamente, abrió los ojos, tartamudeó y solo atinó a decir “Más o menos”.

La presión del presidente por hacer notorios los resultados del combate a la pandemia en México fueron bien “capoteada” por el subsecretario, incluso, por un tiempo se olvidó la figura del Dr. Jorge Alcocer, su mentor y jefe inmediato en la Secretaría de Salud del gobierno Federal.

El gran obstáculo que tenía el subsecretario para dar “buenas cuentas” estaba en el interior del mismo sistema. Aunque ya era un “secreto a voces”, la pandemia vino a evidenciar la gravedad del “enfermito”, me refiero al sistema de salud público de México. Sin medicinas ni recursos técnicos; mucho menos un número suficiente de hospitales y sin personal para laborar. En ese momento la pregunta era obvia: ¿Cómo apagar el fuego si no había agua?

El hombre implementó el programa de reconversión de hospitales. Se desarrollaron los nosocomios móviles. Se consiguieron alianzas con la iniciativa privada. Se obtuvieron consideraciones por parte de fundaciones de rehabilitación. Se hizo el puente aéreo. Se trajeron los equipos de protección y, casi al mismo tiempo se compraron ventiladores y mientras todos esos satisfactores llegaban a su destino, el Dr. López – Gatell continuaba siendo el rostro del gobierno.

Un alarde de confianza fue un “balazo en un pie”. Al anunciar el programa “centinela” y declarar que había más enfermos en México de los que se habían contabilizado estaba evidenciando un problema de salud mayor que el ejecutivo federal llevaba días tratando de minimizar. A la mañana siguiente AMLO y Alcocer lo desmintieron con suaves argumentos, horas más tarde el médico se mantuvo en su postura.

Una nueva ola de preguntas y críticas lo azuzó en las semanas posteriores. Los cubrebocas no llegaban a los doctores y enfermeras, las ambulancias no trasladaban a los pacientes de Covid-19 y en muchos hospitales no los recibían, los familiares empezaban a hacer protestas a las afueras de los centros de salud, etcétera. Incluso hubo quien lo señaló de irresponsable al llevar a su hijo a las conferencias y de comer en la vía pública.

Días después, la información que arrojaban las gráficas tamizadas por el modelo centinela se alejaban más de las cifras propuestas por la federación en cuanto al número de pacientes y se acercaban más a las que tenían los estados de la República. La discordancia de los números hizo que se ventilara una omisión en el sistema de registro de pacientes y muy a su pesar, él tenía razón: Había más enfermos en México de lo que se suponía.

Más tarde, López – Gatell señaló públicamente que para la fase tres el modelo centinela era irrelevante y, con ajustes matemáticos y estadísticos se lograron suavizar las cifras. Ante esa estrategia figuras importantes de la docencia y la medicina lanzaron críticas severas señalando que un modelo como ese no puede responder a tantas variables y ajustes por lo que los resultados eran poco confiables.

“¿Le ha mentido a México?” fue la pregunta de una reportera de la que, educada y hábilmente el médico se escabulló. A partir de esa fecha inició una “campaña de presunción” de haber “aplanado la curva” encabezada por el presidente López quien, muy a su estilo, aseguro que “ya estaba domada la pandemia”.

Por lo anterior se anunció el fin de la jornada nacional de sana distancia para un puñado de ciudades a las que, pomposamente, se les llamó “Los municipios de la esperanza” y se presentó un semáforo de actividades dentro del marco de “la nueva normalidad”. Una semana después seríamos testigos del incremento de los indicadores de contagio y de mortandad y quien sigue dando la cara por ser el especialista en el tema, el funcionario en cuestión y porque se volvió la fuente oficial ante los miembros de la prensa es el Dr. Hugo López – Gatell.

Y hasta aquí, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

¡Hasta la próxima!

Quizá sea un error de percepción. Tal vez una malinterpretación de los gestos, los ademanes y una actitud desencajada. Pudieran ser las cuestiones técnicas como las luces, las cámaras, la señal digital que últimamente ha tenido sus fallas. Probablemente sea todo eso o que la presión ha sido demasiada y los pronósticos son más preocupantes que alentadores, pero, salvo su mejor opinión, gentil amigo lector, en las últimas conferencias vespertinas, he observado al subsecretario de salud, Dr. Hugo López – Gatell, más sombrío que al principio de esta gesta que él tituló “La jornada nacional de sana distancia”.

Muy atrás quedó la imagen del facultativo que, en un retórico arranque de semiótica verborrea al estilo del ejecutivo nacional, se atrevió a decir en un tono optimista y mesiánico que “La fuerza del presidente es moral y no de contagio”. Este esfuerzo por compartir parte de la filosofía de trabajo del presidente López le costó una andanada de críticas de la prensa nacional.

Posterior a ello, el médico se ganó la simpatía y el aprecio de la población porque mostró, quizá bien instruido o de manera involuntaria, el “rostro gubernamental” que tanto se ansía por parte de la sociedad. La tolerancia ante los reiterados cuestionamientos de la prensa nacional; la paciencia para repetir incansablemente las mismas respuestas; la gratitud a quien le hacía críticas y hasta el reconocimiento público para sus homólogos estatales pertenecientes a gobiernos “opositores” al federal fueron, entre muchos otros, los factores que llevaron a López – Gatell a ser un funcionario “consentido” por la opinión pública.

Sobre su rostro se construyó una especie de máscara de simpatía, atención, elocuencia, y bonhomía que ahora luce cansada. Uso ese término porque no aplica, para evitar malas interpretaciones, otros como “desgastada”, “maltratada”, etcétera.

La primera vez que se observó este “desencanto” en el rostro del doctor fue cuando iniciaba esta pandemia y, a regañadientes, el presidente López readecuaba la declaración hecha con días de anterioridad en la que invitaba a la población a salir a las calles normalmente y ahora decía que por salud había que guardarnos hasta el 19 de abril. En ese momento, el tabasqueño que hacía uso de la voz en el pódium se giró para ver a su colaborador y con un tono de pregunta retadora le dijo: “¿No dijiste que para el 19 de abril?”. López – Gatell, desde su silla y sintiéndose comprometido públicamente, abrió los ojos, tartamudeó y solo atinó a decir “Más o menos”.

La presión del presidente por hacer notorios los resultados del combate a la pandemia en México fueron bien “capoteada” por el subsecretario, incluso, por un tiempo se olvidó la figura del Dr. Jorge Alcocer, su mentor y jefe inmediato en la Secretaría de Salud del gobierno Federal.

El gran obstáculo que tenía el subsecretario para dar “buenas cuentas” estaba en el interior del mismo sistema. Aunque ya era un “secreto a voces”, la pandemia vino a evidenciar la gravedad del “enfermito”, me refiero al sistema de salud público de México. Sin medicinas ni recursos técnicos; mucho menos un número suficiente de hospitales y sin personal para laborar. En ese momento la pregunta era obvia: ¿Cómo apagar el fuego si no había agua?

El hombre implementó el programa de reconversión de hospitales. Se desarrollaron los nosocomios móviles. Se consiguieron alianzas con la iniciativa privada. Se obtuvieron consideraciones por parte de fundaciones de rehabilitación. Se hizo el puente aéreo. Se trajeron los equipos de protección y, casi al mismo tiempo se compraron ventiladores y mientras todos esos satisfactores llegaban a su destino, el Dr. López – Gatell continuaba siendo el rostro del gobierno.

Un alarde de confianza fue un “balazo en un pie”. Al anunciar el programa “centinela” y declarar que había más enfermos en México de los que se habían contabilizado estaba evidenciando un problema de salud mayor que el ejecutivo federal llevaba días tratando de minimizar. A la mañana siguiente AMLO y Alcocer lo desmintieron con suaves argumentos, horas más tarde el médico se mantuvo en su postura.

Una nueva ola de preguntas y críticas lo azuzó en las semanas posteriores. Los cubrebocas no llegaban a los doctores y enfermeras, las ambulancias no trasladaban a los pacientes de Covid-19 y en muchos hospitales no los recibían, los familiares empezaban a hacer protestas a las afueras de los centros de salud, etcétera. Incluso hubo quien lo señaló de irresponsable al llevar a su hijo a las conferencias y de comer en la vía pública.

Días después, la información que arrojaban las gráficas tamizadas por el modelo centinela se alejaban más de las cifras propuestas por la federación en cuanto al número de pacientes y se acercaban más a las que tenían los estados de la República. La discordancia de los números hizo que se ventilara una omisión en el sistema de registro de pacientes y muy a su pesar, él tenía razón: Había más enfermos en México de lo que se suponía.

Más tarde, López – Gatell señaló públicamente que para la fase tres el modelo centinela era irrelevante y, con ajustes matemáticos y estadísticos se lograron suavizar las cifras. Ante esa estrategia figuras importantes de la docencia y la medicina lanzaron críticas severas señalando que un modelo como ese no puede responder a tantas variables y ajustes por lo que los resultados eran poco confiables.

“¿Le ha mentido a México?” fue la pregunta de una reportera de la que, educada y hábilmente el médico se escabulló. A partir de esa fecha inició una “campaña de presunción” de haber “aplanado la curva” encabezada por el presidente López quien, muy a su estilo, aseguro que “ya estaba domada la pandemia”.

Por lo anterior se anunció el fin de la jornada nacional de sana distancia para un puñado de ciudades a las que, pomposamente, se les llamó “Los municipios de la esperanza” y se presentó un semáforo de actividades dentro del marco de “la nueva normalidad”. Una semana después seríamos testigos del incremento de los indicadores de contagio y de mortandad y quien sigue dando la cara por ser el especialista en el tema, el funcionario en cuestión y porque se volvió la fuente oficial ante los miembros de la prensa es el Dr. Hugo López – Gatell.

Y hasta aquí, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

¡Hasta la próxima!