/ miércoles 23 de diciembre de 2020

Con café y a media luz | Navidades incompletas

En muchas familias del mundo, el negro luctuoso será el color con el que se vista la navidad. La frase “blanca navidad”, en este año sería un absurdo.

Una calamidad que solo los ciegos discursivos no podrían ver. Esta analogía incumplible construida con base en la conceptualización del níveo color tradicional con el que se visten las fiestas del fin de año se repitió, en el caso de México, desde marzo con otras ideologías simbólicas relacionadas con las fechas que, por tradición, celebramos los seres humanos.

No hubo una aromática primavera, pues el olor a muerte empezó a inundar el ambiente y la escasa esencia floral que se lograba percibir, era aquella que se emanaban de las coronas que se ofrendaban a los primeros difuntos que perdían la batalla contra el virus. Para muchos no hubo un caluroso verano, pues la fría mano de la parca les había arrebatado un ser querido. Tampoco fuimos testigos de los sonoros festivales escolares de los días del padre y de la madre; la ausencia de niños y maestros enmudeció las aulas y el sonido de la palabra “Covid” sustituyó al estridente timbre que llama a la media hora del recreo.

Con ese marco hemos llegado a los preparativos de la cena de nochebuena. En este año las familias no se podrán reunir como era costumbre y, en por lo menos 115 mil hogares, habrá una silla vacía. En algunos casos, hasta dos o más. Este 2020 ha sido el año de las familias incompletas, de los eventos cancelados, del luto y, aunque duela decirlo, también ha sido una etapa de imprudencia, necedad y de negación.

A lo largo de este trance que atraviesa México, hemos escuchado un cambio dramático de discurso que nos invita a la suspicacia, a la inconformidad y, en ocasiones, hasta la incredulidad.

Primero escuchamos las frases: “Salgan. Abrácense. No pasa nada. Salgan a las fondas. Saquen a sus familias a pasear…”; “Esta pandemia nos cayó como anillo al dedo para consolidar la cuarta transformación…”; “Estoy seguro de que para abril esto se habrá acabado…”, las cuales, para este fin de año se transformaron radicalmente en “… Durante los próximos diez días no salgan…”; “… Quédense en su casa…”; “… Hemos decidido restringir la movilidad durante las próximas semanas…” y otras similares. Pasando por varios meses de argumentos como “… Se aplanó la curva…” y “… Se ha domado la pandemia”. Estas últimas fueron desmentidas por los posteriores dichos y hechos.

Salvo su mejor opinión, gentil amigo lector, considero que la autoridad federal, desdibujó la línea que divide al mensaje de tranquilidad al pueblo, con el de la percepción errónea de minimizar la tragedia que se sobrevenía, lo que trajo consigo una sumatoria de factores que no debían ser.

En otros casos, la navidad estará oscurecida por aquellos quienes, aunque hemos sobrevivido, sobrellevamos el peso de un familiar en el hospital, la carencia económica por el poco circulante o el del desempleo a causa del cierre temporal o permanente para la que se prestaban los servicios. En todas las situaciones anteriores, el contexto es lamentable.

Empero, así como señalamos las cuestiones emanadas por las figuras que protagonizan y encabezan al gobierno en turno, es nuestra obligación reconocer las faltas que surgieron de las entrañas de la sociedad.

En primer término, pudiéramos considerar la incredulidad con la que ahora se etiqueta a los medios de comunicación nacionales e internacionales, los cuales, daban cuenta de la situación que brotaba en cada región del orbe. Asimismo, el egocentrismo malentendido de muchos connacionales que apuntaron la sentencia de “Eso no va a llegar aquí. Es una enfermedad de chinos”. Incluso cuando empezaron los brotes y los muertos en los distintos estados de la República Mexicana, hubo quien señaló que eran mentiras que provenían de uno u otro frente político con el fin de enturbiar “las aguas del manantial de la democracia”, según la simpatía y preferencia de aquel que manifestaba su opinión. Fue hasta que conocimos de un caso cercano de Covid – 19 que empezamos a creer que la situación era real.

Ahora, de cara al 2021, la opinión ha dado un giro de 180 grados y entre la sociedad empieza a circular un rumor de lo riesgoso que resultaría aplicarse la vacuna. ¿Cómo enfrentar tal desconcierto? Sin duda, debe ser con la unión de criterios, dejando de lado el divisionismo y los ataques, olvidando las rivalidades políticas y atendiendo las cuestiones que deberían ser prioridad para el bienestar de la población.

A este servidor, le resta desearle a usted, gentil amigo lector, que los mejores regalos que pueda recibir en esta navidad sean el de la salud y la dicha, esperando que muy pronto se cierre este capítulo de la historia del mundo que ha traído muerte y desolación.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

Escríbame a licajimenezmcc@hotmail.com

Recuerde, será un gran día.

En muchas familias del mundo, el negro luctuoso será el color con el que se vista la navidad. La frase “blanca navidad”, en este año sería un absurdo.

Una calamidad que solo los ciegos discursivos no podrían ver. Esta analogía incumplible construida con base en la conceptualización del níveo color tradicional con el que se visten las fiestas del fin de año se repitió, en el caso de México, desde marzo con otras ideologías simbólicas relacionadas con las fechas que, por tradición, celebramos los seres humanos.

No hubo una aromática primavera, pues el olor a muerte empezó a inundar el ambiente y la escasa esencia floral que se lograba percibir, era aquella que se emanaban de las coronas que se ofrendaban a los primeros difuntos que perdían la batalla contra el virus. Para muchos no hubo un caluroso verano, pues la fría mano de la parca les había arrebatado un ser querido. Tampoco fuimos testigos de los sonoros festivales escolares de los días del padre y de la madre; la ausencia de niños y maestros enmudeció las aulas y el sonido de la palabra “Covid” sustituyó al estridente timbre que llama a la media hora del recreo.

Con ese marco hemos llegado a los preparativos de la cena de nochebuena. En este año las familias no se podrán reunir como era costumbre y, en por lo menos 115 mil hogares, habrá una silla vacía. En algunos casos, hasta dos o más. Este 2020 ha sido el año de las familias incompletas, de los eventos cancelados, del luto y, aunque duela decirlo, también ha sido una etapa de imprudencia, necedad y de negación.

A lo largo de este trance que atraviesa México, hemos escuchado un cambio dramático de discurso que nos invita a la suspicacia, a la inconformidad y, en ocasiones, hasta la incredulidad.

Primero escuchamos las frases: “Salgan. Abrácense. No pasa nada. Salgan a las fondas. Saquen a sus familias a pasear…”; “Esta pandemia nos cayó como anillo al dedo para consolidar la cuarta transformación…”; “Estoy seguro de que para abril esto se habrá acabado…”, las cuales, para este fin de año se transformaron radicalmente en “… Durante los próximos diez días no salgan…”; “… Quédense en su casa…”; “… Hemos decidido restringir la movilidad durante las próximas semanas…” y otras similares. Pasando por varios meses de argumentos como “… Se aplanó la curva…” y “… Se ha domado la pandemia”. Estas últimas fueron desmentidas por los posteriores dichos y hechos.

Salvo su mejor opinión, gentil amigo lector, considero que la autoridad federal, desdibujó la línea que divide al mensaje de tranquilidad al pueblo, con el de la percepción errónea de minimizar la tragedia que se sobrevenía, lo que trajo consigo una sumatoria de factores que no debían ser.

En otros casos, la navidad estará oscurecida por aquellos quienes, aunque hemos sobrevivido, sobrellevamos el peso de un familiar en el hospital, la carencia económica por el poco circulante o el del desempleo a causa del cierre temporal o permanente para la que se prestaban los servicios. En todas las situaciones anteriores, el contexto es lamentable.

Empero, así como señalamos las cuestiones emanadas por las figuras que protagonizan y encabezan al gobierno en turno, es nuestra obligación reconocer las faltas que surgieron de las entrañas de la sociedad.

En primer término, pudiéramos considerar la incredulidad con la que ahora se etiqueta a los medios de comunicación nacionales e internacionales, los cuales, daban cuenta de la situación que brotaba en cada región del orbe. Asimismo, el egocentrismo malentendido de muchos connacionales que apuntaron la sentencia de “Eso no va a llegar aquí. Es una enfermedad de chinos”. Incluso cuando empezaron los brotes y los muertos en los distintos estados de la República Mexicana, hubo quien señaló que eran mentiras que provenían de uno u otro frente político con el fin de enturbiar “las aguas del manantial de la democracia”, según la simpatía y preferencia de aquel que manifestaba su opinión. Fue hasta que conocimos de un caso cercano de Covid – 19 que empezamos a creer que la situación era real.

Ahora, de cara al 2021, la opinión ha dado un giro de 180 grados y entre la sociedad empieza a circular un rumor de lo riesgoso que resultaría aplicarse la vacuna. ¿Cómo enfrentar tal desconcierto? Sin duda, debe ser con la unión de criterios, dejando de lado el divisionismo y los ataques, olvidando las rivalidades políticas y atendiendo las cuestiones que deberían ser prioridad para el bienestar de la población.

A este servidor, le resta desearle a usted, gentil amigo lector, que los mejores regalos que pueda recibir en esta navidad sean el de la salud y la dicha, esperando que muy pronto se cierre este capítulo de la historia del mundo que ha traído muerte y desolación.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

Escríbame a licajimenezmcc@hotmail.com

Recuerde, será un gran día.