/ lunes 26 de abril de 2021

Con café y a media luz | Ni de expertos, ni de mofa

Con suma tristeza y decepción he atestiguado en las calles y parques de nuestra ciudad, así como en el transporte público, cuatro o cinco pláticas entre individuos quienes, con aires de experta presunción y hasta con un dejo de burla incómoda, destacan que “ellos” habían vaticinado la vuelta al color amarillo en el semáforo epidemiológico del Covid-19, después que concluyera el periodo de asueto de la semana mayor en Tamaulipas.

En el primero de los casos, el caballero que abordó el carro de ruta antes que un servidor, platicaba animosamente con el chofer respecto a este tema. El hombre aquel que se daba dotes de experto empresario –no pongo en duda que lo sea– indicaba que la estrategia de los gobiernos federal y estatal estaba fundamentada en el aprovechamiento de la derrama económica de los turistas que año con año visitaban nuestras tierras, empero que, en la realidad, esta entidad federativa, nunca había abandonado el color amarillo.

En todo lo dicho por este buen amigo, hay una cosa que es cierta y, dicho sea de paso, reconocida por las autoridades estatales: Las cifras arrojadas por las dependencias de salud, ponían a Tamaulipas en una situación que no ameritaba la coloratura esmeralda. Esto, debemos recordar, fue dicho por la propia secretaria de Salud, Dra. Gloria Molina, cuando fue cuestionada en su momento por los representantes de los medios de comunicación.

Sin embargo, en el tenor del aprovechamiento del turismo, considero, salvo su mejor opinión, gentil amigo lector, que las cifras económicas están muy distantes a las que habíamos estado acostumbrados en años anteriores, pues, aunque sí vinieron turistas, la ausencia de la feria y las limitantes sanitarias para visitar playa de Miramar, fueron factores determinantes para disminuir el flujo de circulante en las vacaciones de primavera.

Posteriormente, en un conocido café al aire libre ubicado en el corazón de la ciudad escuché una conversación que me llamó poderosamente la atención ya que, aunque la teoría era la misma sobre el retorno a la tonalidad pajiza, los participantes de la charla tenían interpretaciones distintas y hasta contrarias pues su perspectiva estaba definida por la simpatía sentida respecto a un escaparate político. Ambos compartían la idea de que “el gobierno era el responsable” de dicho cambio de color por así convenir a los intereses de los candidatos en campaña, pues era la única manera de frenar mítines y reuniones proselitistas.

El primero de ellos pechaba con ademanes de influyente que, desde el interior del gobierno encabezado por el presidente López, se había dado la instrucción al Dr. Hugo López-Gatell de adecuar el semáforo a unas supuestas nuevas cifras para frenar las estrategias de los rivales en turno pues, Morena, partido afín a la representación del Poder Ejecutivo, presentaba cifras preocupantes en la provincia mexicana.

Por otro lado, su interlocutor afirmaba, expresamente, lo contrario. El caballero sostenía que quien había dado la orden de que se alteraran las cifras para que el semáforo se tornara ambarino fue el gobierno local y, así, detener los progresos de los personajes distintos al partido blaquiazul.

Al siguiente día, mientras caminaba por el parque de “El Carpintero” –al que, por cierto, ya están vandalizando– escuché a unos jóvenes que, con la actitud propia de la edad, hacían mofa de la situación, asegurando que había potencias mundiales que deseaban ver muerta a buena parte de la población y de poco o nada, servirían las vacunas que están aplicándose a la población.

Uno de ellos, jactándose de valiente y hasta de inmune, declaraba sin empacho el número de enfermos y muertos que el virus había en su hogar y cómo él ni siquiera se había contagiado.

El mozalbete, quien no pasaba de los 16 años y de los 60 kilos, sostenía, con palabras sumamente desagradables y ofensivas, en un volumen impropio y sacando el pecho, que todo era gracias a que poseía un físico privilegiado. Los demás chamacos, igual de escuálidos, le celebraron la gallardía con la que se pavoneaba, en lugar de condenar la falta de sensibilidad ante el avance del virus y el número de personas fallecidas.

La realidad que se está viviendo, gentil amigo lector, está más allá de cuestiones económicas, turísticas o políticas que requieran de opiniones de expertos en cada una de esas disciplinas del conocimiento humano. Tampoco es meritoria de burlas jactanciosas o falsas pretensiones a costa del luto que más de 200 mil familias están viviendo en nuestro país desde hace poco más de un año. Tampoco es digna, en estos momentos, la banalidad de la salud – ya sea por la respuesta inmunológica natural o por la aplicación de la vacuna – sabiendo que se ha incrementado la ocupación hospitalaria.

Es una realidad marcada por la ineptitud social, la irresponsabilidad civil y evidente indisciplina que se han visto acrecentadas en los últimos días, bajo el argumento de que “ya hay una porción de la población tamaulipeca vacunada” lo que ha traído una relación en los cuidados y prevenciones.

Con lo arriba escrito no es mi deseo señalar a un determinado tipo de ciudadanos, puesto que en este problema estamos todos y debería ser compromiso de cada uno de nosotros guardar y hacer guardar las normas elementales para poder gozar de la salud y la tranquilidad que tanto ansiamos y que nos permita volver a la normalidad que teníamos.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.

Con suma tristeza y decepción he atestiguado en las calles y parques de nuestra ciudad, así como en el transporte público, cuatro o cinco pláticas entre individuos quienes, con aires de experta presunción y hasta con un dejo de burla incómoda, destacan que “ellos” habían vaticinado la vuelta al color amarillo en el semáforo epidemiológico del Covid-19, después que concluyera el periodo de asueto de la semana mayor en Tamaulipas.

En el primero de los casos, el caballero que abordó el carro de ruta antes que un servidor, platicaba animosamente con el chofer respecto a este tema. El hombre aquel que se daba dotes de experto empresario –no pongo en duda que lo sea– indicaba que la estrategia de los gobiernos federal y estatal estaba fundamentada en el aprovechamiento de la derrama económica de los turistas que año con año visitaban nuestras tierras, empero que, en la realidad, esta entidad federativa, nunca había abandonado el color amarillo.

En todo lo dicho por este buen amigo, hay una cosa que es cierta y, dicho sea de paso, reconocida por las autoridades estatales: Las cifras arrojadas por las dependencias de salud, ponían a Tamaulipas en una situación que no ameritaba la coloratura esmeralda. Esto, debemos recordar, fue dicho por la propia secretaria de Salud, Dra. Gloria Molina, cuando fue cuestionada en su momento por los representantes de los medios de comunicación.

Sin embargo, en el tenor del aprovechamiento del turismo, considero, salvo su mejor opinión, gentil amigo lector, que las cifras económicas están muy distantes a las que habíamos estado acostumbrados en años anteriores, pues, aunque sí vinieron turistas, la ausencia de la feria y las limitantes sanitarias para visitar playa de Miramar, fueron factores determinantes para disminuir el flujo de circulante en las vacaciones de primavera.

Posteriormente, en un conocido café al aire libre ubicado en el corazón de la ciudad escuché una conversación que me llamó poderosamente la atención ya que, aunque la teoría era la misma sobre el retorno a la tonalidad pajiza, los participantes de la charla tenían interpretaciones distintas y hasta contrarias pues su perspectiva estaba definida por la simpatía sentida respecto a un escaparate político. Ambos compartían la idea de que “el gobierno era el responsable” de dicho cambio de color por así convenir a los intereses de los candidatos en campaña, pues era la única manera de frenar mítines y reuniones proselitistas.

El primero de ellos pechaba con ademanes de influyente que, desde el interior del gobierno encabezado por el presidente López, se había dado la instrucción al Dr. Hugo López-Gatell de adecuar el semáforo a unas supuestas nuevas cifras para frenar las estrategias de los rivales en turno pues, Morena, partido afín a la representación del Poder Ejecutivo, presentaba cifras preocupantes en la provincia mexicana.

Por otro lado, su interlocutor afirmaba, expresamente, lo contrario. El caballero sostenía que quien había dado la orden de que se alteraran las cifras para que el semáforo se tornara ambarino fue el gobierno local y, así, detener los progresos de los personajes distintos al partido blaquiazul.

Al siguiente día, mientras caminaba por el parque de “El Carpintero” –al que, por cierto, ya están vandalizando– escuché a unos jóvenes que, con la actitud propia de la edad, hacían mofa de la situación, asegurando que había potencias mundiales que deseaban ver muerta a buena parte de la población y de poco o nada, servirían las vacunas que están aplicándose a la población.

Uno de ellos, jactándose de valiente y hasta de inmune, declaraba sin empacho el número de enfermos y muertos que el virus había en su hogar y cómo él ni siquiera se había contagiado.

El mozalbete, quien no pasaba de los 16 años y de los 60 kilos, sostenía, con palabras sumamente desagradables y ofensivas, en un volumen impropio y sacando el pecho, que todo era gracias a que poseía un físico privilegiado. Los demás chamacos, igual de escuálidos, le celebraron la gallardía con la que se pavoneaba, en lugar de condenar la falta de sensibilidad ante el avance del virus y el número de personas fallecidas.

La realidad que se está viviendo, gentil amigo lector, está más allá de cuestiones económicas, turísticas o políticas que requieran de opiniones de expertos en cada una de esas disciplinas del conocimiento humano. Tampoco es meritoria de burlas jactanciosas o falsas pretensiones a costa del luto que más de 200 mil familias están viviendo en nuestro país desde hace poco más de un año. Tampoco es digna, en estos momentos, la banalidad de la salud – ya sea por la respuesta inmunológica natural o por la aplicación de la vacuna – sabiendo que se ha incrementado la ocupación hospitalaria.

Es una realidad marcada por la ineptitud social, la irresponsabilidad civil y evidente indisciplina que se han visto acrecentadas en los últimos días, bajo el argumento de que “ya hay una porción de la población tamaulipeca vacunada” lo que ha traído una relación en los cuidados y prevenciones.

Con lo arriba escrito no es mi deseo señalar a un determinado tipo de ciudadanos, puesto que en este problema estamos todos y debería ser compromiso de cada uno de nosotros guardar y hacer guardar las normas elementales para poder gozar de la salud y la tranquilidad que tanto ansiamos y que nos permita volver a la normalidad que teníamos.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.