/ viernes 29 de octubre de 2021

Con café y a media luz | Suavizando, suavizando

¡Suavecito, suavecito! Trataba de cantar, a mitad de los noventa, una tabasqueña de gatuno apellido al ritmo de una pegajosa cumbia. Este verso de la canción se volvió un dicho popular entre los mexicanos, el cual, era invocado cuando las cosas se tornaban “color de hormiga” entre dos o más individuos. De igual manera, ante los dichos deshonrosos o los actos agresivos hay que llevar la situación “su avena”, justificaban, también en el barrio. O, cuando los ánimos se caldeaban, le apostaban a llevársela a “Carmela”.

Incluso en el mundo de la política, donde la pomposidad demagógica impera como norma lingüística para la relación interpersonal e interinstitucional, se asegura un llamado a la diplomacia cuando los interlocutores han “suavizado el discurso”. Hecho que, normalmente ocurre, cuando hay consecuencias por las afirmaciones previas al declive de ánimos.

Curiosamente, esto fue lo que se percibió en la última declaración del representante del ejecutivo federal, Andrés Manuel López Obrador, quien después de haber estado lanzando críticas desde la palestra matutina a la máxima casa de estudios durante los últimos seis días, optó por aminorar la radicalización de su postura y se manifestó como “respetuoso de la autonomía universitaria”.

Ello después de que, a través de las redes sociales extraoficiales de la “guarida del puma”, se convocara a la sociedad universitaria a realizar un paro de 48 horas ante las ofensas proferidas por el mandatario y, a la par de esto, exigir una disculpa pública por parte del tabasqueño por los constantes ataques a la institución universitaria.

Sabemos de antemano y con base en su trayectoria política que el presidente López no ofrecerá disculpa alguna a la comunidad de la UNAM y, tampoco creemos que la casa de estudios de nivel superior más importante de América Latina esté muy interesada en recibir una atención así por parte del mandatario. En todo caso, se trató de un duelo de fuerzas entre la escuela que ha puesto en alto el nombre de México a través de investigaciones y resultados en materia de ciencia y tecnología y uno de sus egresados que ocupa un cargo público temporal que se ha sabido manejar en el entorno mediático de las redes sociales.

Debemos recordar que, en su momento, el presidente no tuvo empacho en cuestionar la ideología universitaria al calificarla de neoliberal; los objetivos docentes de los científicos e investigadores a quien señaló de parciales; a los programas académicos de los que, sostuvo, son incompletos por carecer de materias importantes como en el caso de la licenciatura en derecho; al profesorado de quien dudó sobre su ética y su moral; al mismo rector universitario por su sueldo y, anecdóticamente a los alumnos a quien, sin darse cuenta, generalizó de “porros” cuando fue jefe de gobierno.

En otras palabras, “para todos tuvo” el presidente López.

Esta situación llamó la atención de universitarios pues, después de que el hombre originario de Macuspana rivalizó durante semanas anteriores con las diversas consolas de videojuegos ahora enfiló la “artillería discursiva” en contra de esta comunidad, la cual, emulando uno de los discursos del excandidato de MORENA, declaró que “han soltado al puma”.

Empero, ¿A qué se debe esta “guerra de poder”? Estará usted de acuerdo que, más allá de quién tenga la razón o lo asista la fuerza mediática, el jefe del estado mexicano, nos ha acostumbrado a sus decires para “echarle las luces” al eje central de una estrategia de su gobierno, una vez que se acapara la atención, se “suaviza” y solo deja que “las cosas fluyan”, pues bien, debemos recordar que, el gobierno federal está transitando por una reforma en materia de educación superior que, entre otras cosas, busca establecer un sistema de evaluación y acreditación de los procesos académicos de este nivel.

Según establece el decimotercer artículo transitorio de la citada ley, se debe integrar un consejo técnico conformado por expertos en la materia que serán seleccionados por la Secretaría de Educación Pública, quienes tendrán la encomienda de diseñar y aplicar los indicadores con los cuales se evaluará la calidad del servicio y la pertinencia de los programas académicos de las universidades públicas y privadas.

Lo anterior pudiera suponerse como un órgano regulador que permita estandarizar los niveles educativos que se ofertan en los institutos superiores de los gobiernos federal y estatales; así como un medio de control a las empresas privadas que comercializan con la educación profesionalizante para erradicar la presencia de “universidades patito” en el país.

Y, por otra parte, también pudiera interpretarse como una herramienta que terminaría por vulnerar la autonomía de los institutos de educación superior ante una visión regulatoria de las políticas gubernamentales y, por qué no decirlo, dará cabida a las “universidades del bienestar” en el contexto que acaparan a nivel nacional la UNAM, el Politécnico Nacional, el TECNM y las estatales.

Lo anterior garantizaría la supervivencia de dichas escuelas – las del bienestar – que representan uno de los programas más frágiles de este gobierno por carecer de personal calificado, infraestructura especializada y contenidos programáticos sólidos y que, por tanto, corre el riesgo que sea el primero en desaparecer en caso de una transición política y eso, simple y llanamente, afectaría la herencia que intenta dejar el presidente.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”

Escríbame a:

  • licajimenezmcc@hotmail.com

¡Suavecito, suavecito! Trataba de cantar, a mitad de los noventa, una tabasqueña de gatuno apellido al ritmo de una pegajosa cumbia. Este verso de la canción se volvió un dicho popular entre los mexicanos, el cual, era invocado cuando las cosas se tornaban “color de hormiga” entre dos o más individuos. De igual manera, ante los dichos deshonrosos o los actos agresivos hay que llevar la situación “su avena”, justificaban, también en el barrio. O, cuando los ánimos se caldeaban, le apostaban a llevársela a “Carmela”.

Incluso en el mundo de la política, donde la pomposidad demagógica impera como norma lingüística para la relación interpersonal e interinstitucional, se asegura un llamado a la diplomacia cuando los interlocutores han “suavizado el discurso”. Hecho que, normalmente ocurre, cuando hay consecuencias por las afirmaciones previas al declive de ánimos.

Curiosamente, esto fue lo que se percibió en la última declaración del representante del ejecutivo federal, Andrés Manuel López Obrador, quien después de haber estado lanzando críticas desde la palestra matutina a la máxima casa de estudios durante los últimos seis días, optó por aminorar la radicalización de su postura y se manifestó como “respetuoso de la autonomía universitaria”.

Ello después de que, a través de las redes sociales extraoficiales de la “guarida del puma”, se convocara a la sociedad universitaria a realizar un paro de 48 horas ante las ofensas proferidas por el mandatario y, a la par de esto, exigir una disculpa pública por parte del tabasqueño por los constantes ataques a la institución universitaria.

Sabemos de antemano y con base en su trayectoria política que el presidente López no ofrecerá disculpa alguna a la comunidad de la UNAM y, tampoco creemos que la casa de estudios de nivel superior más importante de América Latina esté muy interesada en recibir una atención así por parte del mandatario. En todo caso, se trató de un duelo de fuerzas entre la escuela que ha puesto en alto el nombre de México a través de investigaciones y resultados en materia de ciencia y tecnología y uno de sus egresados que ocupa un cargo público temporal que se ha sabido manejar en el entorno mediático de las redes sociales.

Debemos recordar que, en su momento, el presidente no tuvo empacho en cuestionar la ideología universitaria al calificarla de neoliberal; los objetivos docentes de los científicos e investigadores a quien señaló de parciales; a los programas académicos de los que, sostuvo, son incompletos por carecer de materias importantes como en el caso de la licenciatura en derecho; al profesorado de quien dudó sobre su ética y su moral; al mismo rector universitario por su sueldo y, anecdóticamente a los alumnos a quien, sin darse cuenta, generalizó de “porros” cuando fue jefe de gobierno.

En otras palabras, “para todos tuvo” el presidente López.

Esta situación llamó la atención de universitarios pues, después de que el hombre originario de Macuspana rivalizó durante semanas anteriores con las diversas consolas de videojuegos ahora enfiló la “artillería discursiva” en contra de esta comunidad, la cual, emulando uno de los discursos del excandidato de MORENA, declaró que “han soltado al puma”.

Empero, ¿A qué se debe esta “guerra de poder”? Estará usted de acuerdo que, más allá de quién tenga la razón o lo asista la fuerza mediática, el jefe del estado mexicano, nos ha acostumbrado a sus decires para “echarle las luces” al eje central de una estrategia de su gobierno, una vez que se acapara la atención, se “suaviza” y solo deja que “las cosas fluyan”, pues bien, debemos recordar que, el gobierno federal está transitando por una reforma en materia de educación superior que, entre otras cosas, busca establecer un sistema de evaluación y acreditación de los procesos académicos de este nivel.

Según establece el decimotercer artículo transitorio de la citada ley, se debe integrar un consejo técnico conformado por expertos en la materia que serán seleccionados por la Secretaría de Educación Pública, quienes tendrán la encomienda de diseñar y aplicar los indicadores con los cuales se evaluará la calidad del servicio y la pertinencia de los programas académicos de las universidades públicas y privadas.

Lo anterior pudiera suponerse como un órgano regulador que permita estandarizar los niveles educativos que se ofertan en los institutos superiores de los gobiernos federal y estatales; así como un medio de control a las empresas privadas que comercializan con la educación profesionalizante para erradicar la presencia de “universidades patito” en el país.

Y, por otra parte, también pudiera interpretarse como una herramienta que terminaría por vulnerar la autonomía de los institutos de educación superior ante una visión regulatoria de las políticas gubernamentales y, por qué no decirlo, dará cabida a las “universidades del bienestar” en el contexto que acaparan a nivel nacional la UNAM, el Politécnico Nacional, el TECNM y las estatales.

Lo anterior garantizaría la supervivencia de dichas escuelas – las del bienestar – que representan uno de los programas más frágiles de este gobierno por carecer de personal calificado, infraestructura especializada y contenidos programáticos sólidos y que, por tanto, corre el riesgo que sea el primero en desaparecer en caso de una transición política y eso, simple y llanamente, afectaría la herencia que intenta dejar el presidente.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”

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  • licajimenezmcc@hotmail.com