/ martes 24 de abril de 2018

De la unión nace la fuerza

Se acercan días difíciles para el futbol mexicano, y no precisamente dentro de la cancha, sino más bien fuera, con los de pantalón largo que tendrán que dar una respuesta a la demanda de la Asociación de Futbolistas Profesionales (AMFPro) de desaparecer el Draft y terminar con el “Pacto de Caballeros” o, de lo contrario, pararán la Liga en esta jornada e incluso dejarían de asistir a la convocatoria de la Selección Nacional cuando el Mundial de Rusia está ya a la vuelta de la esquina. Espero que encuentren la mejor solución para resolver este caso.

Pero esa lucha no es nueva, ya que han existido varias asociaciones, unas más organizadas que otras e incluso algunas con esquiroles que tuvieron serias dificultades en su búsqueda de beneficios para el gremio.

De la que yo tengo más conocimiento, porque la viví, ha sido en mi época como jugador, estando en España. Al acudir a la convocatoria previa a la Copa América, la primera a la que México asistía como invitado, en 1993, en Ecuador, la postura que se asumió como jugadores de la Selección Nacional fue que no haríamos el viaje para disputar el torneo si no se eliminaba el Draft, también llamado “Mercado de Piernas”. Fue una negociación difícil, ya que estuvimos buscando la unión total que debe de haber primero entre los jugadores, y yo estaba sirviendo de asesor, ya que como jugador en España estaba afiliado a la Asociación de Futbolistas Españoles desde 1981, a mi llegada al Atlético de Madrid, y una de las primeras cosas que me enseñaron es que todo futbolista que jugara en España obligatoriamente tenía que estar afiliado, y por consiguiente habría que cumplir con todos los requisitos que esto representaba.

Lo primero que tenía que existir era unión entre todos los futbolistas, tanto nacionales como extranjeros, ya que hasta para eso existe una frase célebre que dice: “De la unión nace la fuerza”.

Lamentablemente, en el movimiento de 1993, no había unión. En una de las reuniones previas que hicimos entre todos los jugadores que asistieron a la convocatoria para asumir una postura definitiva para no viajar, si no nos hacían oficial que desaparecería el Draft, tristemente saltaron tres esquiroles: Carlos Hermosillo, Roberto Ruiz Esparza y José Manuel “Chepo” de la Torre. Y ellos fueron los causantes de que no pudiéramos asumir una postura con la fuerza contundente para obligar a los directivos a la desaparición del “Mercado de Piernas”.

El sabotaje se consumó, la misión perdió fuerza y no tuvimos más remedio que acceder a su postura y acudir a la Copa América.

Sin embargo, recuerdo que previamente a Miguel Mejía Barón, que era el técnico nacional, le llamó el “Tigre” Emilio Azcárraga para darle respaldo de liderazgo, y le dijo que si tenía que cortar cabezas, tenía su respaldo. Se decía que yo era el líder del movimiento, o al menos eso es lo que se hacía ver, que Hugo Sánchez era el líder, lo cual definitivamente no era cierto, ya que, como comenté, sólo desempeñé la función de un asesor, apoyando al grupo en la toma de decisiones, con todo lo que había aprendido en España, siempre impulsado por el deseo de conseguir cosas justas como las que debe tener un profesional que se dedica a este lindo deporte a todos los niveles, pero muy especialmente cuando se llega al profesionalismo.

Al regresar al centro de capacitación, donde estaba concentrada la Selección, Miguel me mandó llamar a su habitación para contarme todo lo que había sucedido. Me dijo entonces que iban por mí, pero como ya se había decidido que asistiríamos a la Copa América, entonces me dio el gafete de capitán pensando, quizás, que ese torneo podría ser el último de mi carrera en la Selección Nacional, y que nunca más me llamarían y me cortarían el cuello desde ese entonces.

¿Qué fue lo que pasó después? Bueno, pues tuvimos una actuación extraordinaria en la que se ha catalogado como la época dorada de la Selección Nacional y que duró de 1986 a 1994. Esa Copa América se jugó de manera brillante e incluso llegamos a la final, y sirvió para que no se activara la guillotina.

Fue tal el éxito obtenido, que lejos de haber acciones en mi contra, Miguel Mejía Barón me pidió que le ayudara a jugar los partidos clasificatorios para el Mundial de Estados Unidos '94. Porque debo decirles, queridos lectores, que ya todo estaba decidido. Si hubiéramos ganado esa final contra Argentina, ahí es donde yo iba a decir adiós a la Selección Nacional, pero no pudo ser. Además, porque Miguel me convenció de que jugara esos partidos clasificatorios y que mi destino era apoyar a mis compañeros para clasificarnos al Mundial, que no podía darles la espalda. Acepté a esa petición y entonces me puse como meta la idea de jugar otra Copa del Mundo.

Ahora espero que el movimiento actual de la Asociación de Futbolistas Profesionales, aunque creo que todavía no es del todo autónoma, mantenga una postura firme y que todos los jugadores, sin que exista un solo esquirol, sigan adelante con su lucha. Y si encuentran un esquirol, que le corten la cabeza futbolística y deportivamente hablando. ¡Que te lo digo yo!

Se acercan días difíciles para el futbol mexicano, y no precisamente dentro de la cancha, sino más bien fuera, con los de pantalón largo que tendrán que dar una respuesta a la demanda de la Asociación de Futbolistas Profesionales (AMFPro) de desaparecer el Draft y terminar con el “Pacto de Caballeros” o, de lo contrario, pararán la Liga en esta jornada e incluso dejarían de asistir a la convocatoria de la Selección Nacional cuando el Mundial de Rusia está ya a la vuelta de la esquina. Espero que encuentren la mejor solución para resolver este caso.

Pero esa lucha no es nueva, ya que han existido varias asociaciones, unas más organizadas que otras e incluso algunas con esquiroles que tuvieron serias dificultades en su búsqueda de beneficios para el gremio.

De la que yo tengo más conocimiento, porque la viví, ha sido en mi época como jugador, estando en España. Al acudir a la convocatoria previa a la Copa América, la primera a la que México asistía como invitado, en 1993, en Ecuador, la postura que se asumió como jugadores de la Selección Nacional fue que no haríamos el viaje para disputar el torneo si no se eliminaba el Draft, también llamado “Mercado de Piernas”. Fue una negociación difícil, ya que estuvimos buscando la unión total que debe de haber primero entre los jugadores, y yo estaba sirviendo de asesor, ya que como jugador en España estaba afiliado a la Asociación de Futbolistas Españoles desde 1981, a mi llegada al Atlético de Madrid, y una de las primeras cosas que me enseñaron es que todo futbolista que jugara en España obligatoriamente tenía que estar afiliado, y por consiguiente habría que cumplir con todos los requisitos que esto representaba.

Lo primero que tenía que existir era unión entre todos los futbolistas, tanto nacionales como extranjeros, ya que hasta para eso existe una frase célebre que dice: “De la unión nace la fuerza”.

Lamentablemente, en el movimiento de 1993, no había unión. En una de las reuniones previas que hicimos entre todos los jugadores que asistieron a la convocatoria para asumir una postura definitiva para no viajar, si no nos hacían oficial que desaparecería el Draft, tristemente saltaron tres esquiroles: Carlos Hermosillo, Roberto Ruiz Esparza y José Manuel “Chepo” de la Torre. Y ellos fueron los causantes de que no pudiéramos asumir una postura con la fuerza contundente para obligar a los directivos a la desaparición del “Mercado de Piernas”.

El sabotaje se consumó, la misión perdió fuerza y no tuvimos más remedio que acceder a su postura y acudir a la Copa América.

Sin embargo, recuerdo que previamente a Miguel Mejía Barón, que era el técnico nacional, le llamó el “Tigre” Emilio Azcárraga para darle respaldo de liderazgo, y le dijo que si tenía que cortar cabezas, tenía su respaldo. Se decía que yo era el líder del movimiento, o al menos eso es lo que se hacía ver, que Hugo Sánchez era el líder, lo cual definitivamente no era cierto, ya que, como comenté, sólo desempeñé la función de un asesor, apoyando al grupo en la toma de decisiones, con todo lo que había aprendido en España, siempre impulsado por el deseo de conseguir cosas justas como las que debe tener un profesional que se dedica a este lindo deporte a todos los niveles, pero muy especialmente cuando se llega al profesionalismo.

Al regresar al centro de capacitación, donde estaba concentrada la Selección, Miguel me mandó llamar a su habitación para contarme todo lo que había sucedido. Me dijo entonces que iban por mí, pero como ya se había decidido que asistiríamos a la Copa América, entonces me dio el gafete de capitán pensando, quizás, que ese torneo podría ser el último de mi carrera en la Selección Nacional, y que nunca más me llamarían y me cortarían el cuello desde ese entonces.

¿Qué fue lo que pasó después? Bueno, pues tuvimos una actuación extraordinaria en la que se ha catalogado como la época dorada de la Selección Nacional y que duró de 1986 a 1994. Esa Copa América se jugó de manera brillante e incluso llegamos a la final, y sirvió para que no se activara la guillotina.

Fue tal el éxito obtenido, que lejos de haber acciones en mi contra, Miguel Mejía Barón me pidió que le ayudara a jugar los partidos clasificatorios para el Mundial de Estados Unidos '94. Porque debo decirles, queridos lectores, que ya todo estaba decidido. Si hubiéramos ganado esa final contra Argentina, ahí es donde yo iba a decir adiós a la Selección Nacional, pero no pudo ser. Además, porque Miguel me convenció de que jugara esos partidos clasificatorios y que mi destino era apoyar a mis compañeros para clasificarnos al Mundial, que no podía darles la espalda. Acepté a esa petición y entonces me puse como meta la idea de jugar otra Copa del Mundo.

Ahora espero que el movimiento actual de la Asociación de Futbolistas Profesionales, aunque creo que todavía no es del todo autónoma, mantenga una postura firme y que todos los jugadores, sin que exista un solo esquirol, sigan adelante con su lucha. Y si encuentran un esquirol, que le corten la cabeza futbolística y deportivamente hablando. ¡Que te lo digo yo!

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