/ lunes 2 de julio de 2018

Con café y a media luz | El México apasionado

Es imposible olvidar aquellos símbolos que se quedaron sembrados en el alma y en la conciencia de cada uno de nosotros desde que éramos niños. Cada uno de esos estímulos del pasado dan forma a la personalidad social que tenemos y compartimos como nación.

Todos desarrollaron una personalidad bien definida que nos identifica ante el mundo y que, a pesar de que en ocasiones pudiéramos estar en un error, seguimos defendiendo nuestro proceder y opinión ante cualquier crítica sin importar el contexto en el que se encuentren.

¿Cómo olvidar a Jorge Negrete cantándole a Gloria Marín una serenata y, a la vez, lanzándole retos en coplas al estilo ranchero a su rival de amores Víctor Manuel Mendoza?, ¿Cómo pasar por alto una escena similar, pero en el interior de la cantina, en el que Tito Guízar le decía a Lorenzo Barcelata que “hay uno que en el cantar da su envidia a conocer porque no fue caporal ni lo quiso una mujer?Ambos héroes estaban dispuestos a matar o a morir en un acto de amor apasionado por la dama que les robaba el sueño.

¿Quién no recuerda a Pedro Infante en su interpretación del indígena Tizoc, el cual, primero se estrella en repetidas ocasiones una piedra de río en la cara y así poderle “romper el hocico al indio que hizo llorar a la niña” o, en la misma historia, minutos más adelante, ver cómo toma la flecha que le arrebatara la vida al personaje de María Félix para clavársela en un acto de suicidio?

Cuando ambos ídolos partieron al más allá, el pueblo de México salió a la calle a despedirlos con vítores, aplausos y porras en sendas manifestaciones multitudinarias que, hasta la fecha, se recuerdan y son objeto de estudio social incluso por aquellos que no habían nacido y, por tanto, no pudieron ser testigos de tales acontecimientos.

¿Quién no se sorprendió en su momento cuando el periodista Jacobo Zabludovsky hizo en un estudio de televisión lo que incontables fieras del “deporte del costalazo” no pudieron conseguir arriba de un ring, desenmascarar a “Santo el enmascarado de plata”? ¿Cuántos lloraron su muerte días después? Nuevamente vimos a un México desbordado por esa extraña pasión socialmente compartida.

¿Recuerda cuando mataron a Luis Donaldo Colosio en Lomas Taurinas? México se conmocionó a tal grado que, en un acto de compasión misericordiosa, el número de votos en favor del PRI, llevó a la victoria al Dr. Ernesto Zedillo Ponce de León, cuando el triunfo parecía estar asegurado para el candidato de un escaparate político distinto al tricolor.

¿Qué me dice de la celebración de los triunfos de la selección mexicana en los mundiale de futbol? El Ángel de la Independencia ha sido testigo y protagonista de las festividades de cientos de aficionados quienes, al momento de observar el triunfo, deciden salir de su trabajo o escuela y, con bandera en mano, acuden a una cita pactada en ese monumento en la capital de nuestro país. En menor medida por la cantidad de gente, mas no por el sentimiento que nos une, ocurren situaciones similares en varios puntos a lo largo y ancho de la República Mexicana. Normalmente, querido amigo lector, este “apasionamiento” es instantáneo y “muere” después de haber obtenido aquello que se buscaba con tanto afán o, por el contrario, cuando nos enfrentamos a una dolorosa decepción que termina por destruir la esperanza que mantenía con vida ese desbordamiento de emociones.

Sin embargo, desde las precampañas hasta la jornada electoral del día de ayer, México vivió una de las etapas más apasionadas y apasionantes de la historia contemporánea en muchos sentidos.

Por ejemplo, todos estuvimos al pendiente de las declaraciones realizadas por los candidatos a través de los diferentes medios de comunicación. Se les dio puntual seguimiento a sus actividades y desarrollamos más que una simpatía o una animadversión por alguno de ellos. Discutimos por defender los puntos de vista que adoptamos como propios hasta el grado de dejar de hablarle a aquel amigo o familiar que no estuvo de acuerdo con nosotros.

Las autoridades se vieron en la necesidad de generar una instancia que garantizara qué noticia era real y cuál no, debido a los millones de mensajes que saturaron las redes sociales. Algunos de ellos sumamente ingeniosos y bien diseñados que rayaban en lo creíble y, otros, por el contrario, en el absurdo.

Durante una misma campaña, fuimos testigos de pequeñas “subcampañas”, maliciosas, burlonas, de guerrilla, serias, fantasmas y hasta falsas, cada una con un tinte de ansia de victoria y deseando la derrota del rival. Símbolos inequívocos de un apasionamiento por hacer ganar a quien pensamos ofrecía el mejor futuro de nuestro país.

Otra muestra de lo que le menciono es la cantidad de papeletas en las urnas. Este servidor acudió a las 10 de la mañana a la casilla que se ubicó en una escuela primaria de nuestra localidad y, para ese momento, ya había en el interior de cada recipiente un buen número de boletas electorales que daban fe de la participación ciudadana.

Seguramente para el momento en el que usted esté leyendo este escrito en el ejemplar de EL SOL DE TAMPICO, ya tendremos a un virtual ganador, pero sea quien sea, querido amigo lector, como sociedad deberemos comulgar en un proyecto de nación que nos brinde prosperidad, seguridad y estabilidad social, ¿no cree usted?

¡Hasta la próxima! Agustín

Jiménez C.

Con Café y a media luz

Escríbame a:

licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!


Es imposible olvidar aquellos símbolos que se quedaron sembrados en el alma y en la conciencia de cada uno de nosotros desde que éramos niños. Cada uno de esos estímulos del pasado dan forma a la personalidad social que tenemos y compartimos como nación.

Todos desarrollaron una personalidad bien definida que nos identifica ante el mundo y que, a pesar de que en ocasiones pudiéramos estar en un error, seguimos defendiendo nuestro proceder y opinión ante cualquier crítica sin importar el contexto en el que se encuentren.

¿Cómo olvidar a Jorge Negrete cantándole a Gloria Marín una serenata y, a la vez, lanzándole retos en coplas al estilo ranchero a su rival de amores Víctor Manuel Mendoza?, ¿Cómo pasar por alto una escena similar, pero en el interior de la cantina, en el que Tito Guízar le decía a Lorenzo Barcelata que “hay uno que en el cantar da su envidia a conocer porque no fue caporal ni lo quiso una mujer?Ambos héroes estaban dispuestos a matar o a morir en un acto de amor apasionado por la dama que les robaba el sueño.

¿Quién no recuerda a Pedro Infante en su interpretación del indígena Tizoc, el cual, primero se estrella en repetidas ocasiones una piedra de río en la cara y así poderle “romper el hocico al indio que hizo llorar a la niña” o, en la misma historia, minutos más adelante, ver cómo toma la flecha que le arrebatara la vida al personaje de María Félix para clavársela en un acto de suicidio?

Cuando ambos ídolos partieron al más allá, el pueblo de México salió a la calle a despedirlos con vítores, aplausos y porras en sendas manifestaciones multitudinarias que, hasta la fecha, se recuerdan y son objeto de estudio social incluso por aquellos que no habían nacido y, por tanto, no pudieron ser testigos de tales acontecimientos.

¿Quién no se sorprendió en su momento cuando el periodista Jacobo Zabludovsky hizo en un estudio de televisión lo que incontables fieras del “deporte del costalazo” no pudieron conseguir arriba de un ring, desenmascarar a “Santo el enmascarado de plata”? ¿Cuántos lloraron su muerte días después? Nuevamente vimos a un México desbordado por esa extraña pasión socialmente compartida.

¿Recuerda cuando mataron a Luis Donaldo Colosio en Lomas Taurinas? México se conmocionó a tal grado que, en un acto de compasión misericordiosa, el número de votos en favor del PRI, llevó a la victoria al Dr. Ernesto Zedillo Ponce de León, cuando el triunfo parecía estar asegurado para el candidato de un escaparate político distinto al tricolor.

¿Qué me dice de la celebración de los triunfos de la selección mexicana en los mundiale de futbol? El Ángel de la Independencia ha sido testigo y protagonista de las festividades de cientos de aficionados quienes, al momento de observar el triunfo, deciden salir de su trabajo o escuela y, con bandera en mano, acuden a una cita pactada en ese monumento en la capital de nuestro país. En menor medida por la cantidad de gente, mas no por el sentimiento que nos une, ocurren situaciones similares en varios puntos a lo largo y ancho de la República Mexicana. Normalmente, querido amigo lector, este “apasionamiento” es instantáneo y “muere” después de haber obtenido aquello que se buscaba con tanto afán o, por el contrario, cuando nos enfrentamos a una dolorosa decepción que termina por destruir la esperanza que mantenía con vida ese desbordamiento de emociones.

Sin embargo, desde las precampañas hasta la jornada electoral del día de ayer, México vivió una de las etapas más apasionadas y apasionantes de la historia contemporánea en muchos sentidos.

Por ejemplo, todos estuvimos al pendiente de las declaraciones realizadas por los candidatos a través de los diferentes medios de comunicación. Se les dio puntual seguimiento a sus actividades y desarrollamos más que una simpatía o una animadversión por alguno de ellos. Discutimos por defender los puntos de vista que adoptamos como propios hasta el grado de dejar de hablarle a aquel amigo o familiar que no estuvo de acuerdo con nosotros.

Las autoridades se vieron en la necesidad de generar una instancia que garantizara qué noticia era real y cuál no, debido a los millones de mensajes que saturaron las redes sociales. Algunos de ellos sumamente ingeniosos y bien diseñados que rayaban en lo creíble y, otros, por el contrario, en el absurdo.

Durante una misma campaña, fuimos testigos de pequeñas “subcampañas”, maliciosas, burlonas, de guerrilla, serias, fantasmas y hasta falsas, cada una con un tinte de ansia de victoria y deseando la derrota del rival. Símbolos inequívocos de un apasionamiento por hacer ganar a quien pensamos ofrecía el mejor futuro de nuestro país.

Otra muestra de lo que le menciono es la cantidad de papeletas en las urnas. Este servidor acudió a las 10 de la mañana a la casilla que se ubicó en una escuela primaria de nuestra localidad y, para ese momento, ya había en el interior de cada recipiente un buen número de boletas electorales que daban fe de la participación ciudadana.

Seguramente para el momento en el que usted esté leyendo este escrito en el ejemplar de EL SOL DE TAMPICO, ya tendremos a un virtual ganador, pero sea quien sea, querido amigo lector, como sociedad deberemos comulgar en un proyecto de nación que nos brinde prosperidad, seguridad y estabilidad social, ¿no cree usted?

¡Hasta la próxima! Agustín

Jiménez C.

Con Café y a media luz

Escríbame a:

licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!