El jueves 27 de abril, se celebró en la Casa de la Cultura un evento titulado “La niñez en el huapango”. En él dos grupos diferentes interpretaron diversas piezas ante el público. El primero fue el taller del IRBA llamado “Son Huasteco”. El segundo lleva por nombre “Trío Axochitl”, proveniente de Altamira. Descubre por qué la música te lleva a mejores lugares.
El grupo “Son Huasteco”
Observar a niños y niñas entre los cinco a los 17 años tocar el violín, la jarana, la guitarra e interpretar los falsetes, característicos del huapango, puede resultar peculiar para las personas no familiarizadas con los sones. Sin embargo, es más común de lo que parece.
El Instituto Regional de Bellas Artes (IRBA) es el recinto oficial del grupo “Son Huasteco”, el cual está conformado por participantes entre los cuatro a los 70 años. Quizás tengan distintas edades, pero los une la misma afición. Ellos dieron inicio al evento interpretando “El caballito” y “Fiesta huasteca”.
El desarrollo musical en la niñez requiere, acorde a Francisco Castellanos, huapanguero con más de 30 años de trayectoria y cronista municipal de Altamira, de una tríada: la voluntad del alumno por aprender, el esfuerzo del maestro por enseñar y la intención de los padres de familia por apoyar la inclinación artística de sus hijos.
El gusto por la música transgrede géneros
En entrevista con el trío Axochitl, palabra náhuatl cuya traducción equivale a “flor de agua”, proveniente de Altamira, vislumbramos cómo el gusto por la música transgrede géneros. La agrupación está integrada por los adolescentes Mariel Rueda Castellanos de 15 años, Jimena Rueda Castellanos de 13 años y Luis Arturo Ledesma de 13 años.
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Los tres se conocieron en la secundaria y coincidieron en su gusto por la música. Los padres de Rueda Castellanos son profesores e interpretes de la disciplina, al igual que el padre de Ledesma, quien es “disc-jockey” (DJ).
Mariel comenzó a tocar el violín a los siete años; Jimena aprendió chelo a la misma edad; mismo caso de Ledesma, quien platica cómo su padre lo alzaba en brazos de pequeño y él, motivado por la curiosidad, comenzaba a presionar las teclas de la mesa de DJ.
El gusto por el huapango, en específico, surgió en las hermanas Rueda Castellanos cuando acompañaron a un evento sobre el género a su mamá Mariel Castellanos García y a sus abuelos Francisco Castellanos y María Elena García de Castellanos. En el caso de Ledesma, el coincidir con sus amigas lo hizo involucrarse en dicho panorama.
Al interpretar “El taconcito”, Mariel se encarga de los acordes en el violín, Jimena hace lo propio en la jarana y Arturo en la guitarra. La voz en el son corresponde a las hermanas.
La importancia de la música
Los tres adolescentes identifican con claridad cuál es el papel del ritmo en sus vidas. Arturo Ledesma, por ejemplo, es feliz al interpretar y escuchar música; acostumbra llevar su guitarra a clases para practicar todo el día. Para Jimena Rueda, la música fomenta la disciplina y le ayuda a relajarse.
Para Mariel Rueda, la música es pieza clave para concentrarse, cuando se siente estresada, recurre al piano para, en sus palabras, “descargar todo”. Nada raro si tenemos en cuenta la anécdota compartida por su mamá, quien dice que Mariel desde los cinco meses aplanaba las teclas del piano que había en la casa.
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Sus piezas favoritas en el huapango son “La orquídea”, “La muerte” y “Las flores”. Dos de ellos, Mariel y Arturo, incursionaron de manera reciente en la música ranchera. En palabras de su asesora, Mariel Castellanos, el trío es una hermandad multiinstrumentista.
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La música te lleva a mejores lugares, así lo piensan todos los músicos presentes en el evento “La niñez en el huapango”, celebrado en la casa de la cultura, con motivo del Día del Niño. Aunque el futuro es siempre un panorama indefinido, Jimena, Mariel, Arturo y todos los niños y adolescentes intérpretes, viven la vida al compás de la música.