/ viernes 31 de agosto de 2018

De Tata a estorbo

Si sabes que cuando el cielo está aborregado significa que habrá mal tiempo, o si creciste con la famosa frase “Yo a tu edad”, es que creciste con tus abuelos

Si sabes que cuando el cielo está aborregado significa que habrá mal tiempo, o si creciste con la famosa frase “Yo a tu edad”, es que creciste con tus abuelos...

En lo particular por desgracia, no tengo muchos recuerdos de la abuela, salvo la vez que me pegó de nalgadas porque me había bajado de la cuna cuando estaban rezando en la sala.

El abuelo evoca a noches de lectura de cuentos donde los finales eran distintos a los que el autor había escrito y las tardes de invierno donde mirar el horizonte con la mirada esperanzada era divertido.

¡Ay!.. los abuelos, imposible no sonreír al recordarlos como los integrantes favoritos de la familia, sea por sus teorías de confabulación, sus historias interminables, sus sabios consejos, las frases que usan o la manera en la que te salvan el pellejo cuando haz cometido una travesura convirtiéndose en tu inseparable cómplice.

Los abuelos abnegados, apacibles, indolentes al paso del tiempo y cuyas palabras dulces que consienten, los convierten en los perfectos abuelos...para los cuentos de hadas... pero no para los abuelos del campo mexicano, donde el coraje, la casta y la disciplina se imponen, donde se enseña al nieto el amor a la tierra, al viento, a la lluvia y a la vida con trabajo y con el ejemplo. Donde el hijo y el nieto aprenden a observar el algodón en el cielo, a respetar la sabiduría de los viejos y a observar como cambia la vida al compás del tiempo.

La figura de los abuelos posee matices que otorgan a estos personajes un halo de solidez familiar, por lo que resulta una verdadera pena que en el México moderno la figura del abuelo, del tata, sea vista como una carga más que como un cúmulo de conocimiento. Decir abuelo ahora, es decir en muchos casos asilo, confinamiento y olvido.

La ingratitud humana se ha patentizado en la figura de los familiares que consideran en ocasiones al abuelo como un lastre, como el ser incómodo que defeca en pañales cual pequeño niño pero sin la gracia de éste, como el ser olvidadizo y lerdo cuyos pasos no son tan ágiles como el de los jóvenes y por lo cual son confinados a un espacio donde no estorben.

Algunos otros sirven de cerillos en alguna tienda ganando unos cuantos pesos para sentirse útiles, para sentirse que son parte de un mundo que los ha dejado atrás, para sentirse vivos.

En este tiempo cuando la tecnología ha derivado en una deshumanización, cuando los valores que han sido soporte fundamental de nuestro pueblo por miles de años se pierden por desconocimiento o falta de difusión, es cuando resulta urgente la recuperación de nuestros archivos, de nuestra memoria histórica, a fin de fortalecer la identidad en las nuevas generaciones donde el respeto al tata se ha perdido y con él nuestras raíces... Derivando en un desconocimiento de lo que somos por ignorancia de lo que fuimos.

Agradezco al destino haber nacido el siglo pasado, donde los padres eran respetados y los abuelos venerados, qué lástima es que hoy en día no se valore la sabiduría que da la vejez, y se desprecie o incluso sea motivo de mofa por una juventud que no visualiza en ella su propio espejo a futuro, y eso... si tiene suerte.


Si sabes que cuando el cielo está aborregado significa que habrá mal tiempo, o si creciste con la famosa frase “Yo a tu edad”, es que creciste con tus abuelos...

En lo particular por desgracia, no tengo muchos recuerdos de la abuela, salvo la vez que me pegó de nalgadas porque me había bajado de la cuna cuando estaban rezando en la sala.

El abuelo evoca a noches de lectura de cuentos donde los finales eran distintos a los que el autor había escrito y las tardes de invierno donde mirar el horizonte con la mirada esperanzada era divertido.

¡Ay!.. los abuelos, imposible no sonreír al recordarlos como los integrantes favoritos de la familia, sea por sus teorías de confabulación, sus historias interminables, sus sabios consejos, las frases que usan o la manera en la que te salvan el pellejo cuando haz cometido una travesura convirtiéndose en tu inseparable cómplice.

Los abuelos abnegados, apacibles, indolentes al paso del tiempo y cuyas palabras dulces que consienten, los convierten en los perfectos abuelos...para los cuentos de hadas... pero no para los abuelos del campo mexicano, donde el coraje, la casta y la disciplina se imponen, donde se enseña al nieto el amor a la tierra, al viento, a la lluvia y a la vida con trabajo y con el ejemplo. Donde el hijo y el nieto aprenden a observar el algodón en el cielo, a respetar la sabiduría de los viejos y a observar como cambia la vida al compás del tiempo.

La figura de los abuelos posee matices que otorgan a estos personajes un halo de solidez familiar, por lo que resulta una verdadera pena que en el México moderno la figura del abuelo, del tata, sea vista como una carga más que como un cúmulo de conocimiento. Decir abuelo ahora, es decir en muchos casos asilo, confinamiento y olvido.

La ingratitud humana se ha patentizado en la figura de los familiares que consideran en ocasiones al abuelo como un lastre, como el ser incómodo que defeca en pañales cual pequeño niño pero sin la gracia de éste, como el ser olvidadizo y lerdo cuyos pasos no son tan ágiles como el de los jóvenes y por lo cual son confinados a un espacio donde no estorben.

Algunos otros sirven de cerillos en alguna tienda ganando unos cuantos pesos para sentirse útiles, para sentirse que son parte de un mundo que los ha dejado atrás, para sentirse vivos.

En este tiempo cuando la tecnología ha derivado en una deshumanización, cuando los valores que han sido soporte fundamental de nuestro pueblo por miles de años se pierden por desconocimiento o falta de difusión, es cuando resulta urgente la recuperación de nuestros archivos, de nuestra memoria histórica, a fin de fortalecer la identidad en las nuevas generaciones donde el respeto al tata se ha perdido y con él nuestras raíces... Derivando en un desconocimiento de lo que somos por ignorancia de lo que fuimos.

Agradezco al destino haber nacido el siglo pasado, donde los padres eran respetados y los abuelos venerados, qué lástima es que hoy en día no se valore la sabiduría que da la vejez, y se desprecie o incluso sea motivo de mofa por una juventud que no visualiza en ella su propio espejo a futuro, y eso... si tiene suerte.


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