¿Cuál es la función social de los cementerios? ¿Por qué razón existen? Realizar ritos funerarios es una práctica presente en casi todas las civilizaciones a nivel histórico. En la actualidad, por ejemplo, diversas personas frecuentan y cuidan las tumbas de sus familiares; sin embargo, otras más desisten de la tarea. ¿Por qué motivo es tan importante tener un lugar donde visitar a los muertos?
De acuerdo al mito griego de Sófocles, a la muerte del rey Edipo, los príncipes Eteocles y Polinices se enfrentan por el trono de Tebas. Polinices decide atacar la ciudad y batirse en duelo con Eteocles, quien se proclamó rey. Ambos mueren en batalla. Su tío Creonte se hace con el trono, entierra el cuerpo de Eteocles con honores, pero deja a la intemperie a Polinices.
Antígona, quien es hermana de ambos hombres, se niega a obedecer el decreto real, bajo argumento de que es ley natural dar sepultura a los difuntos. Entonces, entierra a Polinices y por ello es condenada a ser encerrada viva en una cueva, donde finiquita su existencia por mano propia.
Cuando la muerte llega
La Real Academia Nacional de Medicina de España (Ranm) define la muerte como “cese irreversible de las funciones cardiorrespiratorias o de todas las funciones del encéfalo, incluido el tronco encefálico”.
“Una vez que una persona pierde la vida, comienza una serie de alteraciones conocidas como fenómenos cadavéricos”, apunta Jorge Luis Martínez Ávila, biólogo investigador, en entrevista para EL SOL DE TAMPICO.
“Los fenómenos cadavéricos tempranos ocurren dentro de las primeras 24 horas del fallecimiento. Primero ocurre el enfriamiento de los restos, al extinguirse la vida, el cuerpo tiende a igualar la temperatura del ambiente que lo rodea; posteriormente sucede la deshidratación por evaporación. Después aparecen las livideces, manchas púrpuras en la piel del cuerpo”.
“Acto seguido ocurre la rigidez, la cual consiste en el endurecimiento de los músculos por la descomposición del adenosintrifosfato (ATP), el cual fungía como un compuesto químico fundamental para la obtención de energía”.
"Cuando inician los fenómenos cadavéricos tardíos comienza la autolisis, la disolución de los tejidos por químicos propios del cuerpo. Después intervienen las bacterias, para luego llegar a la reducción esquelética, en un lapso aproximado de cinco años”, explica Martínez Ávila.
“La palabra alma viene de ánima, que es lo que alienta la vida. Para ciertas filosofías de la India, todo tiene un alma, todo tiene su ánima, todo está conectado y todo forma parte de la vida. En ese sentido, la muerte es una transformación en algo más, no es lo contrario a la vida, sino parte de ella”, comenta Elías González Gómez, filósofo, para esta casa editora.
“Lo que hay detrás de la vida eterna en la noción cristiana no es tanto la permanencia del yo empírico sino justo la permanencia del lazo con dios en la eternidad. Que algo sea eterno no quiere decir que dure mucho o sea extenso, la eternidad es lo otro del tiempo, lo más allá de la temporalidad, es lo no temporal. Es aquí y ahora”.
“Existe algo más hondo en cada ser, algo más permanente, que trasciende la muerte física y permanece. Hay una relación fundamental que permanece”, continúa el entrevistado.
Regresar a la tierra
“En toda la franja del antiguo Mediterráneo, la peor muerte a la cuál podías ser condenado era una muerte fuera de la tierra. A quienes se deseaba repudiar, se les crucificaba o ahorcaba para quitarles el derecho de formar parte de la comunidad, se les retiraba del suelo”, sostiene Elías González Gómez.
“Cuando alguien fallece y es enterrado se hace parte de la tierra volviendo a la red trófica, cuyos nutrientes son aprovechados por las plantas, de las cuales se alimentan los animales y así sucesivamente se repite el ciclo. Los cementerios muchas veces forman pequeños ecosistemas seminaturales que varias especies tienden a aprovechar como refugio”, expresa Jorge Luis Martínez Ávila.
“Los necrosoles se caracterizan por su exceso de fósforo, materia orgánica y bacterias como: Enterococcus spp., Bacillus spp., Clostridium perfringens. Sin embargo, no todo dentro del proceso de descomposición de los cementerios es bueno para el ambiente”.
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“Cuando un cadáver se descompone desprende contaminantes conocidos como lixiviados, los cuales en exceso pueden tanto degradar la calidad del suelo como afectar cuerpos de agua subterráneos”, indica Martínez Ávila.
La importancia de los cementerios
“A nivel emocional y psicológico cuando no se tiene la oportunidad de despedirse o practicar ritos funerarios, se rompen los ciclos neurofisiológicos de gratificación, paz y consuelo. Se entorpece la expresión de la tristeza, el enojo y el miedo. El riesgo predecible sería la incapacidad de regular las acciones y comportamientos”, manifiesta Juan Rafael Hernández.
Por su parte, el psicólogo Palmer, dijo en entrevista para EL SOL DE TAMPICO, que “No tener un sepulcro donde llorar a quienes amamos implica una pérdida simbólica y material que puede afectar nuestra forma de relacionarnos con el difunto y con nosotros mismos. La tumba tiene un valor sentimental, es el espacio tangible de nuestros recuerdos vinculados con la persona difunta”.
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“Sin embargo, la pérdida de un ser querido influye de manera distinta en cada persona, dependiendo de su identidad y de su contexto sociocultural. El hecho de no visitar los cementerios, ¿significa que los muertos no son importantes para nosotros?”, se interroga Hernández Palmer antes de concluir la entrevista.
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La muerte es una experiencia universal atribuible a todos los seres. Todo deja de existir al menos como una vez lo hizo y se transforma. Tal vez ante la pregunta: ¿cuál es la función social de los cementerios? Cabría responder: destinar un espacio tangible a la memoria de quienes se han ido. Encontrar en la tierra a quienes amamos.