/ domingo 17 de enero de 2021

Café Cultura | Armonías

Aunque solo usted y yo vayamos a saberlo, letra y café se irán hilvanando este día a las dichas de Gabriel García Márquez, cultivador de la cultura latinoamericana. En una concordancia de alegría y celebración por todo lo que rodea a Gabo que hicimos nuestro, vienen las estampas de los campos colombianos con sus platanales y sus cafetales, y el ir y venir de los pobladores de todas las edades, cuando ha llegado el tiempo de cortar la cereza. Porque el cultivo del café se da en el ámbito de la familia desde que se es niño.

Bajo esta figura, el culto al trabajo es uso y costumbre y en ello se sustentan los cuidados del producto en todas sus etapas de beneficio. La producción de este grano aromoso se extiende bajo el sol la lluvia los fuertes vientos la niebla y la humedad. Estampas que han quedado impresas en las páginas de algunos libros sin llegar a mostrar, porque no es posible, la verdad dolorida íntima y silenciosa de los cortadores de café... Más una nota feliz en este ámbito mayormente adverso es que Colombia, segundo mercado en América Latina, está pagando a cincuenta mil familias campesinas para que los campos estén libres de droga.

Los cafeteros de Colombia lanzaron dispendiosas campañas a favor de este grano seductor que hoy se sitúa con todas sus virtudes entre los mejores del mundo. Hace algunos años aplicaron unos quince millones de dólares en la financiación de una campaña dirigida a los Estados Unidos, y también a la promoción del consumo de café a nivel nacional, sin contar con que su personaje emblemático Juan Valdés, acompañado de su mula llamada “Conchita”, es identificado en todo el mundo y puede verse ya en la cafetería del Museo del Louvre en París, ya en Hollywood para alternar con Jim Carrey, quedando para la anécdota a propósito de esto último, las palabras del Presidente de la Confederación Colombiana de Cafeteros: “Tradicionalmente cada vez que aparece un colombiano en películas de Hollywood, figura como bandido, mafioso, ladrón o violento”.

Esta expresión me traslada a México por sus varias semejanzas, pero más por el intento mío de hilvanar estas líneas, sin una razón explícita, a las felicidades de García Márquez. Una forma de conseguirlo pueden ser las escapadas que su entrañable amigo y coterráneo Alvaro Mutis se daba por nuestra tierra mexicana: “Me lanzo en caminatas de cuatro y cinco días por la Huasteca hidalguense, por montes y veredas, cañadas y plantíos que en mucho me recuerdan esa anticipación del Quindío que es la región de Coello en el Tolima. Duermo bajo los árboles, me baño en pelota en los ríos como bananos y naranjas y me pierdo entre los cafetales. El día que no lo pueda hacer, así sea una vez al año, esas peregrinaciones, me moriría de tristeza y de fastidio. Detesto las ciudades donde la vida no vale nada”.

A Mutis no le ha interesado nunca el turismo, sino vivir atmósferas y ambientes, respirar lugares y usar los artefactos hechos por los hombres para verse a sí mismos interiormente. Y el centro de sus andanzas por la vida será siempre el chasqueo de la lluvia sobre las ceremoniosas hojas del banano y los olorosos cafetales en la hacienda familiar de su infancia y de su juventud, y de todo el tiempo que ha seguido después, porque él vuelve y vuelve por los ríos turbulentos al mismo puerto.

Esta será la escena de las armonías: sorbo a sorbo el espresso para Gabo. Y letra a letra un nocturnal –NOCTURNO, de Mutis colombiano…

Esta noche ha vuelto la lluvia sobre los cafetales. Sobre las hojas de plátano, sobre las altas ramas de los cámbulos, ha vuelto a llover esta noche un agua persistente y vastísima que crece las acequias y comienza a henchir los ríos que gimen con su nocturna carga de lodos vegetales. La lluvia sobre el cinc de los tejados canta su presencia y me aleja del sueño hasta dejarme en un crecer de las aguas sin sosiego, en la noche fresquísima que chorrea por entre la bóveda de los cafetos y escurre por el enfermo tronco de los balsos gigantes. Ahora, de repente, en mitad de la noche ha regresado la lluvia sobre los cafetales y entre el vocerío vegetal de las aguas me llega la intacta materia de otros días salvada del ajeno trabajo de los años.

amparo.gberumen@gmail.com