/ domingo 24 de marzo de 2024

Café Cultura / Haití, la huella de los días

Si el hombre fracasa en conciliar la justicia y la libertad, fracasa en todo.

- Albert Camus.

Los días de cuarentena a causa del Covid-19 nos obligaron a tomar conciencia de muchas cosas. Hasta hace muy poco era impensable la conversación global de salud en que un respirador se convertiría en un derecho humano fundamental, en países como el nuestro cuyas noticias y cifras oficiales maquilladas por los pusilánimes del poder distan de la realidad.

A propósito de ello, algunos medios de comunicación nacionales y extranjeros han traído al presente sucesos adversos enfrentados por los países en el mundo en todas las épocas. Víctima de crisis sociales amplias y diversas, la historia de América Latina es y ha sido muy dolorida, particularmente en la nación de Haití. Ello me lleva a retomar parcialmente un material que publiqué en este importante periódico, en esta misma columna, tras aquel terremoto de enero de 2010 en Haití.

Las imágenes devastadoras que circularon en el mundo tras esta tragedia movilizaron a los gobiernos de muchos países a enviar ayuda. De acuerdo a datos oficiales, este movimiento causado por un roce lateral entre la placa del Caribe y la norteamericana sumó más de 110 mil muertes, calculándose sin embargo que fueron entre 150 y 200 mil las personas que perdieron la vida. ¿Quién pudo saber cuántos quedaron ocultos bajo las viviendas y los edificios colapsados? Lo que sentimos al ver aquellas imágenes no ha tenido traducción posible: personas apaleadas o arrastradas por grupúsculos sin conciencia, el rostro dolorido de una mujer atrapada entre los escombros, la salvación de una vida en medio de tanta incredulidad.

En esta oscuridad creciente que sigue atravesando Haití, deambulan por las calles y los campamentos 10 mil niños huérfanos que, ante la fragilidad de los controles del Estado, corren muchos el grave riesgo de caer en manos de organizaciones dedicadas a todo tipo de explotación. Siendo así las cosas, no podemos darnos una idea suficiente de lo que se está padeciendo allá. Cuánto quisiéramos que nada hiciera esperar todavía más la recuperación de este pueblo hermano, cuyo desgarramiento interior le ha hecho perder el pulso…

Leamos estas líneas de Camus en La Peste: Esta separación brutal, sin límites, sin futuro previsible, nos dejaba desconcertados, incapaces de reaccionar contra el recuerdo de esta presencia todavía tan próxima y ya tan lejana que ocupaba ahora nuestros días. Sufríamos doblemente, primero por nuestro sufrimiento y también por el que imaginábamos en los ausentes, hijo, esposa o amante.

Diariamente los medios informativos han mostrado la realidad del pueblo haitiano que parece haber perdido hasta el sonido temporario de las conversaciones. ¿No son las pláticas y las historias y los cantares de la gente del pueblo, la forma en que mejor puede traducirse la lírica que se distingue por su verdad, por su sencillez, sin más elevación que la ya contenida en cada palabra? Y los cantos siguen, son cantos religiosos en medio de un despoblamiento deletéreo, en medio de estas brumas que hoy cubren el cielo…

Fiel a un ideal harto complejo, la historia de Haití ha mostrado mayormente marginación, abandono, morir mil muertes frente a las políticas sociales… Y aún seguir. Mas hoy su historia les sigue llevando a terrenos indiscernibles, cuando ya había sido difícil imaginar un mayor grado de infortunio con la despreciable figura de Francois Duvalier, aquel que se autonombró, con todos los modales de la insignificancia, presidente vitalicio. Ya leía yo en El País que “Sólo catástrofes insoportables como la de Haití permiten reconciliar a los autosatisfechos europeos y norteamericanos con su estatus de superioridad, y quizá por ello discutan estúpidamente franceses y estadounidenses”. ¿Hemos olvidado que todos somos caminadores de este mundo? Que la serie de sus actos sea necesaria y no caprichosa –decía Ortega y Gasset.

Situada en una de las bahías más bellas del Caribe, Haití sigue enfrentando todas las crisis. Estudios oficiales han reportado que el 76 por ciento de los haitianos subsiste con menos de dos dólares diarios y el 56 por ciento con menos de un dólar, por lo que más de un millón de personas dependen de las remesas que les envían del exterior sus familiares. El 72 por ciento no cuenta con servicios de salud, el 56 por ciento es analfabeta, y el 80 por ciento tiene acceso sólo al 32 por ciento de los ingresos del país. La producción interna de alimentos alcanza sólo a sumar el 46 por ciento, viéndose obligado el Estado a importar el 49 por ciento y a recibir el 5 por ciento restante por envío de asistencia internacional. Y la estadística sigue en esa tónica…

Muy larga y ancha es la historia de los pueblos marginados en el mundo, mas no ha de ser este el momento de numerarlos. Al tener la nación de Haití muchos años enfrente antes de que pueda recuperar, al menos, lo básico material, viene a mi mente aquel principio universal de amarnos los unos a los otros. Cuánta falta ha de hacer allá, en estos momentos, que una ligera lluvia refresque sus cabezas y al mismo tiempo barra todos los ruidos de la calle…

amparo.gberumen@gmail.com

Si el hombre fracasa en conciliar la justicia y la libertad, fracasa en todo.

- Albert Camus.

Los días de cuarentena a causa del Covid-19 nos obligaron a tomar conciencia de muchas cosas. Hasta hace muy poco era impensable la conversación global de salud en que un respirador se convertiría en un derecho humano fundamental, en países como el nuestro cuyas noticias y cifras oficiales maquilladas por los pusilánimes del poder distan de la realidad.

A propósito de ello, algunos medios de comunicación nacionales y extranjeros han traído al presente sucesos adversos enfrentados por los países en el mundo en todas las épocas. Víctima de crisis sociales amplias y diversas, la historia de América Latina es y ha sido muy dolorida, particularmente en la nación de Haití. Ello me lleva a retomar parcialmente un material que publiqué en este importante periódico, en esta misma columna, tras aquel terremoto de enero de 2010 en Haití.

Las imágenes devastadoras que circularon en el mundo tras esta tragedia movilizaron a los gobiernos de muchos países a enviar ayuda. De acuerdo a datos oficiales, este movimiento causado por un roce lateral entre la placa del Caribe y la norteamericana sumó más de 110 mil muertes, calculándose sin embargo que fueron entre 150 y 200 mil las personas que perdieron la vida. ¿Quién pudo saber cuántos quedaron ocultos bajo las viviendas y los edificios colapsados? Lo que sentimos al ver aquellas imágenes no ha tenido traducción posible: personas apaleadas o arrastradas por grupúsculos sin conciencia, el rostro dolorido de una mujer atrapada entre los escombros, la salvación de una vida en medio de tanta incredulidad.

En esta oscuridad creciente que sigue atravesando Haití, deambulan por las calles y los campamentos 10 mil niños huérfanos que, ante la fragilidad de los controles del Estado, corren muchos el grave riesgo de caer en manos de organizaciones dedicadas a todo tipo de explotación. Siendo así las cosas, no podemos darnos una idea suficiente de lo que se está padeciendo allá. Cuánto quisiéramos que nada hiciera esperar todavía más la recuperación de este pueblo hermano, cuyo desgarramiento interior le ha hecho perder el pulso…

Leamos estas líneas de Camus en La Peste: Esta separación brutal, sin límites, sin futuro previsible, nos dejaba desconcertados, incapaces de reaccionar contra el recuerdo de esta presencia todavía tan próxima y ya tan lejana que ocupaba ahora nuestros días. Sufríamos doblemente, primero por nuestro sufrimiento y también por el que imaginábamos en los ausentes, hijo, esposa o amante.

Diariamente los medios informativos han mostrado la realidad del pueblo haitiano que parece haber perdido hasta el sonido temporario de las conversaciones. ¿No son las pláticas y las historias y los cantares de la gente del pueblo, la forma en que mejor puede traducirse la lírica que se distingue por su verdad, por su sencillez, sin más elevación que la ya contenida en cada palabra? Y los cantos siguen, son cantos religiosos en medio de un despoblamiento deletéreo, en medio de estas brumas que hoy cubren el cielo…

Fiel a un ideal harto complejo, la historia de Haití ha mostrado mayormente marginación, abandono, morir mil muertes frente a las políticas sociales… Y aún seguir. Mas hoy su historia les sigue llevando a terrenos indiscernibles, cuando ya había sido difícil imaginar un mayor grado de infortunio con la despreciable figura de Francois Duvalier, aquel que se autonombró, con todos los modales de la insignificancia, presidente vitalicio. Ya leía yo en El País que “Sólo catástrofes insoportables como la de Haití permiten reconciliar a los autosatisfechos europeos y norteamericanos con su estatus de superioridad, y quizá por ello discutan estúpidamente franceses y estadounidenses”. ¿Hemos olvidado que todos somos caminadores de este mundo? Que la serie de sus actos sea necesaria y no caprichosa –decía Ortega y Gasset.

Situada en una de las bahías más bellas del Caribe, Haití sigue enfrentando todas las crisis. Estudios oficiales han reportado que el 76 por ciento de los haitianos subsiste con menos de dos dólares diarios y el 56 por ciento con menos de un dólar, por lo que más de un millón de personas dependen de las remesas que les envían del exterior sus familiares. El 72 por ciento no cuenta con servicios de salud, el 56 por ciento es analfabeta, y el 80 por ciento tiene acceso sólo al 32 por ciento de los ingresos del país. La producción interna de alimentos alcanza sólo a sumar el 46 por ciento, viéndose obligado el Estado a importar el 49 por ciento y a recibir el 5 por ciento restante por envío de asistencia internacional. Y la estadística sigue en esa tónica…

Muy larga y ancha es la historia de los pueblos marginados en el mundo, mas no ha de ser este el momento de numerarlos. Al tener la nación de Haití muchos años enfrente antes de que pueda recuperar, al menos, lo básico material, viene a mi mente aquel principio universal de amarnos los unos a los otros. Cuánta falta ha de hacer allá, en estos momentos, que una ligera lluvia refresque sus cabezas y al mismo tiempo barra todos los ruidos de la calle…

amparo.gberumen@gmail.com