/ lunes 19 de febrero de 2018

Colas que pisar

No recuerdo con exactitud cuándo fue la última vez que pisé el mítico “Guante Blanco”, cantina tradicional del sector habitacional de la zona centro de Tampico. De mis años juveniles vienen a mi memoria las imágenes de un tablado colocado a los extremos para evitar ver al interior desde la calle y, sobre él, un enrejado que permitía la entrada de aire. En el centro del acceso del local, una puerta de vaivén y el letrero en el que se detallaba quién no podía entrar a disfrutar de ese ambiente: Menores, mujeres, uniformados y sacerdotes.

Hace poco pasé por esas calles cercanas al Parque Méndez y crucé por el frente de ese “templo de Baco” y vi una fachada moderna con toques de acrílico y molduras que denotan una considerable inversión. Y tal y como le ocurrió al autor de una melodía que hiciera famosa Pedro Infante, este servidor pasaba por allí “… cuando comenzó a cantar y cantaba tan bonito que cómo no había de entrar…” y pues quise verla por dentro.

Allí me encontré a un buen amigo del gremio periodístico que disfrutaba su “día de raya” y, al verme, me invitó a su mesa, lo saludé con gusto y un tema nos llevó al otro hasta que tocamos ese que es medular para el devenir de nuestro México lindo y qué herido: La política nacional rumbo a la Presidencia de la República.

La primera pregunta que le hice fue: “¿Cómo ves a Meade Kuribreña?

Él, a manera de respuesta me correspondió con el siguiente cuestionamiento: “¿Con la bomba que tiene entre manos y que está a punto de explotarle?”, al ver mi rostro de sorpresa, prosiguió de la siguiente manera: “Mira, negrito, las cuestiones inherentes al partido como lo ocurrido con el exgobernador de Veracruz y de otros estados, se están volviendo, en conjunto, un explosivo que no tarda en detonar y salpicará, aunque no quieran, a José Antonio Meade”.

“Pequeños grandes detalles como Tamaulipas; en su momento, Puebla con el autoexiliado Mario Marín; Andrés Granier en Tabasco y más, son cosas que le están pesando. A menos, por supuesto, que se apele a la mala memoria del pueblo de México que sin importar lo que le hayan hecho, vuelve a confiar”.

Tomó un sorbo a su cerveza y suspiró como solamente los periodistas de la “vieja guardia” saben hacerlo.

No podía quedarme con la duda y entonces lancé mi siguiente cuestionamiento con el respeto debido: “¿Será que se la lleve Anaya, Profe.?” El viejo me sonrió y nuevamente reviró mi curiosidad con otra interrogación: “¿Tú piensas que se la puede llevar alguien que dice amar a México pero que opta por tener a su familia retirada de él?, ¡Acuérdate que amor de lejos es amor de conejos!”.

Para ese instante la sonrisa se había convertido en sonoras carcajadas que inundaban al “Guante Blanco”.

“El candidato está joven”, me dijo, “Se encaprichó y echó por un lado a la dama (Margarita Zavala), eso le mermó fuerza política. Abusó de la imagen de una criatura y habla de cohesión y solidez cuando promovió la fractura al interior de los azules. Presume de haber sacado al PRI del gobierno y eso fue hace 18 años y él aún no era protagonista de la política nacional. En pocas palabras, Negrito, su discurso no concuerda con los hechos que le anteceden”.

Así que ya picado le sentencié en una oración lo que supuse, sería la conclusión de la historia. ¡Entonces, usted me está diciendo que ganará “Ya sabes quién”! Los dos reímos.

Me contestó: “¡No hombre, yo no he dicho tal cosa!”

“¿Ves? ¡Es cuando te digo que el pueblo de México no tiene memoria!”

El hombre notó mi cara de extrañeza pues me percaté que había fracasado en todas las premisas, preguntas y suposiciones que puse sobre la mesa.

“A todo mundo ya se le olvidó la ceremonia de protesta que este hombre se fabricó, que hace seis años su propio hermano lo tachó de tirano en un medio nacional y en vivo, que mientras él andaba en un carro austero, su chofer poseía propiedades de considerable valor y tampoco se recuerda que ha andado en la campaña política más larga de la historia de nuestro país y en 18 años no ha respondido cómo ha pagado tanto comercial, publicación, su gira permanente y, al mismo tiempo, mantener a su familia”.

En ese momento alguien había colocado en la rockola una moneda y ya se reproducía una melodía de don Antonio Aguilar y al son de la tambora, le hice una última pregunta compuesta de una sola palabra: “¿Entonces?”

El viejo me sonrió y me miró con un gesto de compasión, suspiró y dijo: “Negrito, no se puede tener todo en esta vida. Lo que le sobra a uno, carece el otro. Las cualidades en un candidato, no las tiene el otro y, si las llegara a poseer hasta pudieran considerarse como defectos. Lo mejor es reflexionar sobre las cualidades que sí se pueden explotar y apostarle a aquella que más necesidades le satisfarán a la población”

En pocas palabras “todos tienen colas que les pisen y colotas qué pisar”.

¡Hasta la próxima!

No recuerdo con exactitud cuándo fue la última vez que pisé el mítico “Guante Blanco”, cantina tradicional del sector habitacional de la zona centro de Tampico. De mis años juveniles vienen a mi memoria las imágenes de un tablado colocado a los extremos para evitar ver al interior desde la calle y, sobre él, un enrejado que permitía la entrada de aire. En el centro del acceso del local, una puerta de vaivén y el letrero en el que se detallaba quién no podía entrar a disfrutar de ese ambiente: Menores, mujeres, uniformados y sacerdotes.

Hace poco pasé por esas calles cercanas al Parque Méndez y crucé por el frente de ese “templo de Baco” y vi una fachada moderna con toques de acrílico y molduras que denotan una considerable inversión. Y tal y como le ocurrió al autor de una melodía que hiciera famosa Pedro Infante, este servidor pasaba por allí “… cuando comenzó a cantar y cantaba tan bonito que cómo no había de entrar…” y pues quise verla por dentro.

Allí me encontré a un buen amigo del gremio periodístico que disfrutaba su “día de raya” y, al verme, me invitó a su mesa, lo saludé con gusto y un tema nos llevó al otro hasta que tocamos ese que es medular para el devenir de nuestro México lindo y qué herido: La política nacional rumbo a la Presidencia de la República.

La primera pregunta que le hice fue: “¿Cómo ves a Meade Kuribreña?

Él, a manera de respuesta me correspondió con el siguiente cuestionamiento: “¿Con la bomba que tiene entre manos y que está a punto de explotarle?”, al ver mi rostro de sorpresa, prosiguió de la siguiente manera: “Mira, negrito, las cuestiones inherentes al partido como lo ocurrido con el exgobernador de Veracruz y de otros estados, se están volviendo, en conjunto, un explosivo que no tarda en detonar y salpicará, aunque no quieran, a José Antonio Meade”.

“Pequeños grandes detalles como Tamaulipas; en su momento, Puebla con el autoexiliado Mario Marín; Andrés Granier en Tabasco y más, son cosas que le están pesando. A menos, por supuesto, que se apele a la mala memoria del pueblo de México que sin importar lo que le hayan hecho, vuelve a confiar”.

Tomó un sorbo a su cerveza y suspiró como solamente los periodistas de la “vieja guardia” saben hacerlo.

No podía quedarme con la duda y entonces lancé mi siguiente cuestionamiento con el respeto debido: “¿Será que se la lleve Anaya, Profe.?” El viejo me sonrió y nuevamente reviró mi curiosidad con otra interrogación: “¿Tú piensas que se la puede llevar alguien que dice amar a México pero que opta por tener a su familia retirada de él?, ¡Acuérdate que amor de lejos es amor de conejos!”.

Para ese instante la sonrisa se había convertido en sonoras carcajadas que inundaban al “Guante Blanco”.

“El candidato está joven”, me dijo, “Se encaprichó y echó por un lado a la dama (Margarita Zavala), eso le mermó fuerza política. Abusó de la imagen de una criatura y habla de cohesión y solidez cuando promovió la fractura al interior de los azules. Presume de haber sacado al PRI del gobierno y eso fue hace 18 años y él aún no era protagonista de la política nacional. En pocas palabras, Negrito, su discurso no concuerda con los hechos que le anteceden”.

Así que ya picado le sentencié en una oración lo que supuse, sería la conclusión de la historia. ¡Entonces, usted me está diciendo que ganará “Ya sabes quién”! Los dos reímos.

Me contestó: “¡No hombre, yo no he dicho tal cosa!”

“¿Ves? ¡Es cuando te digo que el pueblo de México no tiene memoria!”

El hombre notó mi cara de extrañeza pues me percaté que había fracasado en todas las premisas, preguntas y suposiciones que puse sobre la mesa.

“A todo mundo ya se le olvidó la ceremonia de protesta que este hombre se fabricó, que hace seis años su propio hermano lo tachó de tirano en un medio nacional y en vivo, que mientras él andaba en un carro austero, su chofer poseía propiedades de considerable valor y tampoco se recuerda que ha andado en la campaña política más larga de la historia de nuestro país y en 18 años no ha respondido cómo ha pagado tanto comercial, publicación, su gira permanente y, al mismo tiempo, mantener a su familia”.

En ese momento alguien había colocado en la rockola una moneda y ya se reproducía una melodía de don Antonio Aguilar y al son de la tambora, le hice una última pregunta compuesta de una sola palabra: “¿Entonces?”

El viejo me sonrió y me miró con un gesto de compasión, suspiró y dijo: “Negrito, no se puede tener todo en esta vida. Lo que le sobra a uno, carece el otro. Las cualidades en un candidato, no las tiene el otro y, si las llegara a poseer hasta pudieran considerarse como defectos. Lo mejor es reflexionar sobre las cualidades que sí se pueden explotar y apostarle a aquella que más necesidades le satisfarán a la población”

En pocas palabras “todos tienen colas que les pisen y colotas qué pisar”.

¡Hasta la próxima!